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Se quedaron en silencio alrededor de un minuto.

Maui hizo una sonrisa algo torcida ante lo que acababa de ver, ¿por qué estaba una extraña anciana ahí en primer lugar? Y parecía tener un tatuaje, solo las taupou, hijas de un alto jefe de la aldea las tenían. ¿No se supone que Moana era la única hija?.

Ella siguió esperando, mientras tarareaba una dulce melodía, tenía todo el tiempo a su disposición.

Maui se limpió la boca con su dorso, alzó el coco que estaba bebiendo y lo examinó con sumo detenimiento.

-Que clase de sedante Kakamora acabo de beber. . .

-No soy una ilusión -dijo ella carcajeando-. Si provengo de tu mente entonces me puse el tatuaje equivocado.

-Pffft - Bufó Maui ante la desconocida-. ¿Sabes cuán doloroso es para los humanos hacerse eso y cuantos días tardan en terminarlo? Prácticamente es imposible equivocarse de. . .

-Mira con detenimiento - interrumpió sin dejar de sonreír, le mostró al semidiós su espalda completa, donde estaba la mantarraya marcada en su piel.

Maui dejó caer esa expresión incrédula que tenía en su rostro, confirmando que no, no era alguna ilusión.

Ella era aquella mantarraya que Moana había saludado anteirormente, y estaba en su forma humana por así decirlo.

También se percató de una flor de Hibisco decorando su plateada cabellera, Moana le había comentado en conversaciones anteriores que ella llevaba una flor de color rosado intenso.

Mientras más analizaba sus fracciones se daba cuenta del parecido, su sonrisa y sus cejas arqueadas eran idénticas a las que tenía su amiga.

-¿Hmm, que es lo que escucho?- rió la abuela Tala entre dientes, asomando su mano a su oreja para oir mejor-. Ese silencio ensordecedor no es común viniendo de alguien como tú.

Maui sacudió su cabeza como reacción.

-¡Claro!- expresó con obviedad, golpeandose la frente- ¿Cómo pude ser tan ciego?, ¡Eres la abuela de Moana!

-La misma de carne y hueso, ups. . . -la abuela sonrió y levantandose con dificultad se acercó a Maui, regalándole unas palmaditas en la espalda como felicitaciones, luego continuó caminando cerca del mar, para danzar un poco-. Bueno, en el pasado.

-¿Por qué estás actuado raro? -se preguntó Maui, acariciándose la barbilla.

-¡Fui la loca de la aldea!, ese era mi trabajo.

-Oh, ya sé que pasa aquí, ¡Tomaste esa forma porque quieres conocer al gran Maui en persona!, al semidiós del viento y del océano, héroe de todos -alzó una ceja con extrema confianza-. Así me conocían todos.

La abuela Tala negó con la cabeza, y luego prosiguió.

-Por supuesto que así te conocían todos -corrigió-. Antes de mil años.

-O si, me olvidaba de ese pequeño detalle- se rascó la cabeza, algo apenado.

-Por más insignificante que parezca para un semidiós los siglos -dejó de danzar, centrando su atención en él -. El tiempo no pasa desapercibido, se convierte en historia, que algunas veces se van moldeando como leyendas, hasta que por algunas ocasiones no terminan siendo el panorama completo de lo que pasó en realidad.

-¿De verdad terminé tan mal que resulté viéndome como el loco que robó el corazón de Te Fiti, el loco que condenó al mundo?

-Oh esas palabras te lo dijo Moana, si, yo estaba ahí mientras sucedió. Pero lo dijo demasiado suave para ser exactos, a comparación de lo que yo enseñaba a los niños.

Unidos por el OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora