§ 003

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A la mañana siguiente, me desperté con la luz del sol filtrándose a través de la ventana. Me levanté y vi el uniforme escolar de Tokio colgado en la puerta de mi armario. Era exactamente lo que esperaba: una falda a cuadros, una blusa blanca y una chaqueta con el emblema de la escuela. Rodé los ojos al verlo. La idea de usar un uniforme no me entusiasmaba, pero no tenía muchas opciones.

Con un suspiro resignado, me vestí y me miré en el espejo. El uniforme no estaba tan mal como pensaba, pero seguía siendo demasiado formal para mi gusto. Me até el cabello en una cola de caballo y me aseguré de que el delineador estuviera perfectamente aplicado. Si iba a seguir las reglas, al menos lo haría a mi manera.

Al salir de la casa, vi pasar a un chico por la acera. Tenía el pelo oscuro y ojos rasgados que destilaban confianza. Había algo en él que capturó mi atención de inmediato, y él también me miró fijamente.

Decidí que un poco de diversión no haría daño, así que le guiñé un ojo con una sonrisa coqueta. Su sorpresa se transformó en una sonrisa divertida, y me devolvió el gesto con un leve asentimiento antes de seguir su camino.

Me volví hacia la puerta de la casa, donde mi padre estaba despidiéndose de mí. —Nos vemos luego, papá,— dije, intentando sonar más entusiasta de lo que me sentía realmente.

—Ten un buen día en la escuela, Zoe. Y recuerda lo que hablamos,— respondió, con un toque de advertencia en su voz.

—Sí, sí, lo sé,— contesté, tratando de sonar despreocupada mientras me dirigía a la calle.

El camino a la escuela estaba lleno de rostros nuevos y calles que aún no conocía. Pero mientras caminaba, sentía que el día no iba a ser tan aburrido como había temido. Tokio era un lugar lleno de posibilidades, y tenía la sensación de que mi nueva vida estaba a punto de volverse mucho más interesante.

Cuando terminaron las clases, me cambié rápidamente en el baño, poniéndome una ropa que realzaba mi figura y me hacía sentir más yo misma. Sabía que Tokio era un nuevo comienzo, pero eso no significaba que dejara atrás mi estilo.

Me encontré con Malik en la salida de la escuela, y juntos nos dirigimos a su coche. Al llegar al estacionamiento, vi que conducía un Honda cubierto de imágenes de Naruto. Estaba claro que el coche había sido modificado y mejorado. Sonreí, sintiendo la familiar emoción de estar cerca de un auto de carreras.

—¿Lista para ver algo realmente impresionante?— me preguntó Malik, con una sonrisa traviesa.

—Por supuesto,— respondí, subiéndome al asiento del pasajero.

Condujimos por la ciudad hasta que llegamos a una zona apartada, el epicentro de las carreras ilegales en Tokio. Al bajar del coche, sentí las miradas de todos los que estaban allí. Chicos jóvenes se acercaron, lanzando piropos y silbidos.

Sonreí y me di una vuelta lenta, disfrutando de la atención. —Los coches me siguen,— murmuré para mí misma, mirando los vehículos estacionados, cada uno más impresionante que el anterior.

De repente, sentí una mirada fija en mí. Giré la cabeza y vi a un chico con trenzas, recargado en un auto espectacular con llantas que brillaban como joyas. Se parecía al chico del peinado de puercoespín de la escuela. Vi cómo este último se acercó al chico de las trenzas, susurrándole algo al oído que le hizo sonreír, mostrando su piercing.

Malik me llevó hacia un grupo de personas y me presentó a uno de sus amigos. Era un chico rubio, con un aire desenfadado y coqueto.

—Hola, soy Alex,— dijo, extendiéndome la mano con una sonrisa segura. —Malik me ha hablado de ti.—

Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora