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Estaba acostada en mi cama, escuchando cómo la lluvia golpeaba las ventanas de mi habitación cuando de repente mi teléfono sonó. Era Lorenzo. Sonreí al ver su nombre en la pantalla y contesté.

—Ciao, Zoe,— dijo, su voz suave pero un poco apresurada. Luego empezó a hablar rápido en italiano, tan rápido que apenas podía seguirle el ritmo.

—Lorenzo, no entiendo nada de lo que estás diciendo,— respondí, riendo.

—Zoe, la tua stanza ha delle finestre?— preguntó, esta vez más despacio.

Miré a mi alrededor, un poco desconcertada. —Sí, tiene ventanas. ¿Por qué?

—Bueno, deja el teléfono.,— dijo, y antes de que pudiera hacerle otra pregunta, la llamada se cortó.

Me quedé mirando el teléfono, un poco confundida, pero luego un ruido llamó mi atención. Miré hacia la ventana y allí, completamente empapado bajo la lluvia, estaba Lorenzo. ¡Ya estaba dentro de la casa! No pude evitar reírme de la situación mientras lo veía entrar, dejando un pequeño charco a su alrededor.

Me levanté de la cama, todavía riendo, y cerré la puerta con seguro. No quería que nadie nos interrumpiera.

—Zoe, tienes uno pijama?— me preguntó, chorreando agua por todo el suelo.

Lo miré, tratando de mantener una expresión seria, pero era imposible no reírse un poco. _No tengo pijamas que te sirvan,— le dije.

Lorenzo levantó una ceja, divertido. —Davvero? Ninguno de tus ex dejó nada atrás?

Me reí, pero decidí revisar de todos modos. En el fondo del armario, encontré un pantalón negro de seda que una vez había pertenecido a Hiroshi. Se lo tendí.

—Esto es lo único que tengo,— le dije, un poco nerviosa al ver cómo lo aceptaba.

Lorenzo tomó el pantalón con una sonrisa agradecida. Sin decir nada más, se quitó la camiseta empapada, dejando al descubierto su torso tonificado. Mi corazón latía un poco más rápido, pero traté de mantener la calma mientras él se desabrochaba el pantalón mojado y se ponía el que le había dado.

—no me siento mal por eso,— comentó, mirándome con una sonrisa coqueta. —Gracias por la ropa, Zoe. me siento como en casa.

Lo miré, sintiendo un cosquilleo nervioso en mi estómago, pero antes de que pudiera responder, el sonido de un trueno resonó por toda la habitación. Nos quedamos en silencio por un momento, ambos sintiendo la intensidad de la tormenta afuera.

Lorenzo me miró, su sonrisa suave pero con un brillo travieso en los ojos. —Zoe, ¿Por qué no te pones también una pijama?— dijo, mientras se acomodaba en mi cama, como si estuviera en su propia casa.

No pude evitar reírme de la situación. —¿Así que ahora decides darme órdenes en mi propia habitación?— bromeé, pero la idea no me molestaba en absoluto.

Mientras él se recostaba en mi cama, me dirigí al armario, buscando algo cómodo para ponerme. Sabía que Lorenzo me observaba, y aunque sentía sus ojos sobre mí, no pude evitar sentirme un poco divertida por la situación. Con un movimiento despreocupado, empecé a cambiarme de ropa justo delante de él, como si no me importara en lo más mínimo.

Me quité la blusa y los jeans, eligiendo una camiseta holgada y unos pantalones cortos para dormir. Mientras me cambiaba, sentí la mirada de Lorenzo fija en mí, pero no dije nada, solo sonreí para mis adentros.

Cuando terminé, me volví hacia él, que todavía estaba en mi cama, ahora con una expresión que mezclaba diversión y algo más profundo. —¿Así está mejor?— le pregunté, un toque de picardía en mi voz.

Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora