Lorenzo sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de picardía y encanto. Se agachó y, de un arbusto cercano, arrancó una pequeña flor silvestre. Se acercó a mí, extendiendo la flor con un gesto despreocupado, pero sus ojos no se apartaban de los míos.
—La natura non è l'unica cosa bella qui,— dijo en italiano, colocando la flor en mi mano. Luego, se enderezó y, con una sonrisa juguetona, agregó, —Dovresti venire a una festa a casa mia stanotte. Sarà divertente.—
Lo miré, arqueando una ceja mientras giraba la flor entre mis dedos. El sonido de su voz me resultaba encantador, pero su idioma, aunque atractivo, era un misterio para mí. —Traduce eso, Lorenzo,— le pedí, con una ligera sonrisa.
Él rió suavemente, asintiendo. —Dije que la naturaleza no es lo único bello aquí,— comenzó, su tono aún seductor. —Y que deberías venir a una fiesta en mi casa mañana en la noche. Será divertido.—
Lo consideré por un momento, dejando que el silencio se instalara entre nosotros. Había algo en él, algo tentador que me hacía querer aceptar, aunque una parte de mí sabía que probablemente no era la mejor idea. Pero después de la noche que había tenido y el caos de las últimas horas, la perspectiva de una distracción me pareció irresistible.
—Está bien,— dije finalmente, asintiendo con una sonrisa desafiante. —Acepto tu invitación, Lorenzo. Te veré en esa fiesta.—
Él sonrió de nuevo, complacido — ¿Tu casa donde queda ?
Pregunto mirandome — En la calle **** número ** — respondi.
— paso por ti mañana — asentí y subió a su carro .
—Bella. Esta noche apenas comienza.— Dijo llendo se.
Llegué a la casa con el corazón acelerado por la emoción del encuentro con Lorenzo y la carrera que acababa de tener. Entré por la puerta principal y, al pasar por el espejo de la entrada, me detuve un segundo para observar mi reflejo. Mi cabello estaba desordenado, y había restos de tierra y hojas en mi ropa. Suspiré y murmuré en voz media, —Me veo asquerosa...—
De repente, sentí una presencia detrás de mí. Tom apareció reflejado en el espejo, acercándose lentamente hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que su aliento acariciara mi cuello. —Eso es mentira,— dijo suavemente, con una voz firme pero cálida.
Antes de que pudiera responder, sentí sus manos frías deslizando un collar en mi cuello. Bajé la mirada y vi una delicada mariposa colgando de una fina cadena de plata. —Es hermosa,— susurré, sin poder evitar sonreír.
Tom inclinó la cabeza y me dio un suave beso en el cuello, su gesto tan inesperado como íntimo. —Te ves perfecta,— susurró contra mi piel, antes de apartarse y dejarme con una mezcla de confusión y calor en el pecho.
Mientras Tom se alejaba, vi a Bill acercarse desde el pasillo. Sin pensarlo, corrí hacia él y lo abracé con fuerza, sintiendo un alivio inesperado al tenerlo cerca. Bill me devolvió el abrazo con la misma intensidad, dándome un apretón tranquilizador.
Cuando finalmente lo solté, vi a Donovan, Han y Malik sentados en la sala, observándome con una mezcla de expectativas y sonrisas. —Tenemos una sorpresa para ti,— dijo Donovan, su tono lleno de emoción contenida. —Asómate a la ventana del patio.—
Con una mezcla de curiosidad y nerviosismo, me acerqué a la ventana y miré hacia afuera. Mis ojos se abrieron de par en par cuando vi a mi bebé, al que había dejado en Tokio. Estaba ahí, en el patio, su rosa vibrante mi Nissan350Z .La emoción me golpeó como una ola, y me giré rápidamente hacia Donovan, Han y Malik.
Sin contenerme, corrí hacia Donovan y lo abracé con todas mis fuerzas. Él me envolvió en sus brazos y, en un gesto juguetón, me levantó ligeramente del suelo, mientras Han se unía al abrazo. Malik, que había estado observando todo con los brazos cruzados, dejó escapar una risa y comentó, —Lo que se logra con dinero,— junto con Bill, que sonreía a su lado.
No pude evitar reír, llena de gratitud y felicidad. Era un momento perfecto, uno de esos en los que el mundo parece detenerse, y solo puedes sentir el calor y el amor de aquellos que te rodean.
Después de abrazar a Donovan, me acerqué a Bill, que me sonreía con esa mezcla de ternura y picardía que solo él podía lograr. Me extendió una pequeña bolsita con una sonrisa. —Para ti,— dijo, su tono suave y afectuoso.
Al abrirla, encontré dentro mariposas de plástico en 3D, hermosamente detalladas. Sentí una ola de calidez y nostalgia, recordando cómo las mariposas siempre me habían fascinado desde pequeña. —¡Gracias, Bill! Son perfectas,— le dije, dándole un beso en la mejilla antes de subir las escaleras hacia mi habitación.
Una vez en mi cuarto, saqué las mariposas de la bolsita y comencé a pegarlas alrededor de mi espejo de cuerpo completo. El reflejo de las mariposas vibrantes contra el cristal parecía darle vida a la habitación, creando un ambiente casi mágico. Me detuve un momento para mirarme en el espejo, rodeada por esas pequeñas criaturas de colores, sintiéndome extrañamente en paz.
Fue en ese momento que escuché un golpe suave en la puerta. Me giré y vi a Donovan y Tom entrando. Donovan, con su habitual sonrisa amigable, me informó que la cena estaba lista. Pero mientras lo hacía, sus ojos se dirigieron al espejo y vio las mariposas.
Tom, de pie a su lado, observó la escena y comentó con una mezcla de sorpresa y ligera burla, —¿En serio pusiste mariposas?—
Donovan, sin perder su actitud despreocupada, le lanzó una mirada a Tom y dijo en tono protector, —Déjala, es solo una niña.—
Las palabras de Donovan flotaron en el aire por un momento, pero fue la reacción de Tom la que me dejó inquieta. Su expresión cambió por un breve segundo, como si algo oscuro pasara por su mente. —Sí… solo una niña…— murmuró, su tono suave, pero cargado de algo que no supe identificar, un matiz casi posesivo en su voz.
No lo pensé mucho en el momento, ya que ambos se dieron la vuelta para salir de la habitación, pero algo en la forma en que Tom dijo esas palabras me dejó con un extraño nudo en el estómago. Como si hubiera más en sus palabras de lo que parecía. Sin embargo, sacudí la sensación y me dirigí hacia la puerta, lista para la cena. Pero no pude evitar una última mirada hacia el espejo, donde las mariposas parecían ahora observarme en silencio.
Estaba sentada en mi cama, absorta en mis pensamientos, cuando mi teléfono vibró con una notificación. Era una videollamada de Et. No dudé en contestar, deseando escuchar su voz después de lo que parecía una eternidad.
—¡Hola, Zoe!— dijo Et, su rostro iluminado en la pantalla con esa sonrisa que siempre me hacía sentir un poco más cerca de casa.
—Hola, Et,— respondí, devolviendo la sonrisa. La conversación comenzó con lo habitual, preguntándonos cómo habíamos estado, pero pronto su mirada se fijó en algo detrás de mí.
—Wow, ese espejo con las mariposas se ve increíble,— comentó, admirando las mariposas en 3D que había pegado alrededor del marco. —Le da un toque muy bonito a tu cuarto.—
—Gracias, Bill me las dio,— respondí, un poco sonrojada por el cumplido. —Pensé que serían perfectas para darle algo de vida al espacio.—
Mientras charlábamos, la puerta de mi cuarto se abrió suavemente, y vi a Bill entrar. No llevaba camisa, solo su pantalón de pijama, dejando al descubierto su torso delgado pero bien definido. No era la primera vez que lo veía así, así que no pensé nada malo ni ofensivo al respecto. Bill siempre había sido cómodo en su propia piel.
—¿Vas a bajar a cenar?— preguntó Bill, su voz tranquila mientras me miraba con curiosidad.
Negué con la cabeza, —No, creo que me quedaré aquí un rato más.—
Bill asintió, acercándose un poco más. —Entonces te subiré tu cena más tarde, ¿te parece bien?—
—Sí, gracias,— le respondí, sintiendo un agradecimiento genuino por su gesto. A pesar de todo lo que había pasado, Bill siempre se había mostrado atento y considerado.
Mientras Bill se alejaba, volví mi atención a la pantalla, donde Et sonreía de manera divertida. —Tu vida en Alemania parece estar llena de sorpresas,— comentó, con una leve risa en su tono.
—Eso es decir poco,— le respondí, dejando escapar un suspiro. Pero mientras seguíamos hablando, no pude evitar sentir una calidez tranquila, una sensación de que, a pesar de todo, las cosas estaban empezando a tomar forma, de una manera u otra.
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Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ
RomanceNo creo en el amor. En mi mundo, las carreras clandestinas son lo único que me hace sentir viva. Tengo 16 años y la velocidad es mi escape, mi refugio. Cada noche me subo al volante para acercarme más a la verdad sobre la desaparición de mi hermano...