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Sentada en el rincón del jardín, donde las plantas altas y los arbustos me daban una sensación de refugio, mis pensamientos vagaban, arrastrándome a un pasado que preferiría olvidar. Me encontraba preguntándome, casi sin darme cuenta, dónde estaría mi hermano Bayron. Siempre había sido un misterio, una sombra que aparecía y desaparecía en mi vida. Él era el otro hijo de mi madre, el fruto del engaño con el hombre que había destrozado la vida de Donovan, llevándolo a desconfiar de todo y de todos. Después de que mi madre engañara también a mi padre, la situación se volvió aún más complicada, un enredo de traiciones y mentiras que nunca pareció tener fin.

¿Por qué ahora? ¿Por qué estos recuerdos volvían a atormentarme justo cuando más necesitaba mantener la cabeza fría? Cerré los ojos por un momento, intentando concentrarme en el sonido del viento entre las hojas, en el aroma de las flores, en cualquier cosa que pudiera apartar esos pensamientos de mi mente.

Pero entonces sentí una presencia, una mirada fija en mí. Abrí los ojos lentamente y lo vi: Tom, de pie a unos metros de distancia, observándome con esos ojos intensos que parecían escudriñar cada rincón de mi alma. Mi cuerpo se tensó automáticamente, como si se preparara para un ataque que, en el fondo, sabía que no sería físico, sino mucho más sutil y devastador.

Él caminó hacia mí con una calma que bordeaba la arrogancia, cada paso medido, calculado. Se detuvo justo a mi lado y, sin pedir permiso ni decir una palabra, se sentó en el banco junto a mí. La distancia entre nosotros era mínima, y aunque intenté mantener mi compostura, mi corazón comenzó a latir más rápido. Había algo en su presencia, en la forma en que se inclinaba ligeramente hacia mí, en cómo me miraba, que me hacía sentir atrapada.

—Estás muy pensativa hoy —dijo, su voz baja y suave, cargada de una curiosidad fingida.

Le dirigí una mirada rápida antes de volver a fijar la vista en el jardín. No iba a darle el placer de saber que su cercanía me afectaba.

—Solo pensaba en mi hermano —respondí, tratando de mantener mi tono neutral.

—¿Tu hermano? —preguntó, su interés evidentemente despertado. Se recostó un poco, cruzando los brazos sobre el pecho en un gesto que era tanto de relajación como de evaluación—. Nunca habían mencionado tener otro hermano.

—No es algo de lo que hable a menudo —dije, encogiéndome de hombros, intentando desviar la conversación.

Pero Tom no era del tipo que se dejaba desviar fácilmente.

—Debe ser una historia interesante entonces, si prefieres mantenerla en secreto —insistió, sus ojos aún clavados en mí.

Sabía que estaba intentando sacarme algo, que quería ver cómo reaccionaba, tal vez esperando que cometiera un error, que le diera alguna pista sobre cómo manipularme. Pero no iba a caer en su juego. Al menos, no sin luchar.

—No todos los secretos tienen una historia interesante. Algunos solo… existen —contesté, manteniendo mi voz firme, aunque sentía que mi control empezaba a tambalearse.

Tom sonrió, una sonrisa que no era de diversión, sino más bien de reconocimiento. Sabía que había tocado una fibra sensible, y eso le daba una ventaja que estaba ansioso por explotar.

—A veces los secretos más simples son los que guardan el poder más oscuro —murmuró, acercándose un poco más.

Sentí su calor, y mi mente me traicionó por un instante, llevándome de vuelta a momentos de vulnerabilidad, a recuerdos de noches pasadas, de promesas rotas y de dolor. Pero me forcé a volver al presente, a recordar que él estaba jugando un juego y que no podía permitirme perder.

Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora