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Después de despedirme de Bill, me subí a mi auto y lo puse en marcha. Mientras salía del estacionamiento de la escuela, lo vi alejarse con las manos en los bolsillos, seguido de un grupo de cuatro chicos. Me dirigí hacia el taller, ansiosa por dejar atrás el episodio con Akiko.

Al llegar, me estacioné y bajé del carro. Alex salió de la bodega al verme, y soltó una carcajada al mirar mi ropa manchada.

—¡Vaya! Parece que estuviste en una pelea de comida —dijo con una sonrisa burlona—. Arriba tengo una playera limpia. Póntela si quieres.

—Gracias, lo haré —respondí, agradecida por su amabilidad.

Mientras subía las escaleras, Han salió de su oficina. Me detuve al ver su expresión seria y él me pidió que cerrara los ojos. Algo en su tono me hizo confiar en él, así que lo hice.

—Ahora abre los ojos —dijo Han.

Los abrí lentamente y no podía creer lo que veía. Frente a mí estaba Donovan, mi hermano. Había cambiado mucho desde la última vez que lo vi. Era más alto, musculoso, y tenía un aire fuerte y rudo que nunca antes había tenido. Sin pensarlo, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas.

—¿Por qué me abandonaste? —pregunté, mi voz llena de emociones encontradas.

Donovan me sostuvo, levantándome del suelo con facilidad. Me miró con una mezcla de culpa y cariño.

—Nunca quise abandonarte, Zoe. Tuve que irme para asegurarme de que algún día pudiéramos tener una vida mejor. He estado trabajando para algo grande, y te prometo que todo lo que he hecho ha sido pensando en ti.

Sentí que sus palabras tocaban algo profundo dentro de mí, y aunque todavía había heridas que sanar, sus intenciones se sentían sinceras.

—Ráfaga —le dije, recordando su apodo.

Donovan se echó a reír, y su risa era contagiosa, llenando el taller con una calidez que hacía tiempo no sentía.

—Vaya, ahora tenemos a la familia de los velocistas reunida —comentó Alex desde un rincón, su tono lleno de sarcasmo—. Tal vez podríamos montar un espectáculo de carreras familiar.

Todos nos reímos, aliviando la tensión en el aire. Sentí que, por primera vez en mucho tiempo, las cosas podían empezar a mejorar.

Después de nuestro emotivo reencuentro, Han sugirió que fuéramos a comer juntos. Donovan y yo aceptamos, felices de poder pasar más tiempo juntos. Mientras nos dirigíamos al restaurante, Donovan me miró con curiosidad.

—¿Con quién has estado viviendo? —preguntó.

—Con papá —respondí, tratando de sonar casual.

Al llegar al restaurante, nos sentamos en una mesa acogedora. Han y Donovan comenzaron a platicar, poniéndose al día sobre lo que había pasado en los últimos años. Mientras tanto, yo revisaba el menú, tratando de decidir qué pedir. Mis ojos se iluminaron al ver un postre delicioso y un vaso de leche en el menú.

Justo en ese momento, vi a Tom y Bill entrando al restaurante. Mi corazón dio un vuelco, pero intenté mantener la compostura. Cuando el camarero se acercó, señalé el postre y la leche, pero Donovan rápidamente intervino.

—No, ella no puede tomar eso. Es alérgica a la leche —dijo con firmeza.

—Ah, gracias por recordarme, Donovan. Siempre es genial que todos sepan mis alergias —respondí sarcásticamente, rodando los ojos.

Han me miró con preocupación y curiosidad.

—Es importante saberlo, Zoe. Especialmente porque siempre comes en el taller con Alex y conmigo —dijo Han, intentando ser comprensivo.

Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora