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Después de ver a Tom marcharse, bajé las escaleras del taller y me dirigí hacia Han, quien estaba trabajando en un motor, su camiseta manchada de grasa y un cigarrillo apagado colgando de sus labios.

—Oye, Han —le dije con un tono juguetón mientras me sentaba en sus piernas—, ¿tienes algo nuevo para mí y mi bebé? —Mi "bebé" era mi carro, un orgullo que compartía con pocos.

Han se quitó el cigarrillo y me miró con una sonrisa burlona.

—Lo siento, Zoe, nada nuevo por ahora —respondió mientras fingía concentrarse en el motor—. Pero tengo una sorpresa preparada para ti. Tal vez deberías ir a dormir temprano o, ya sabes, jugar con tus muñecas.

Solté una carcajada y le di un ligero golpe en el hombro.

—A veces siento que tú eres más como mi papá —dije, sonriendo. Luego me levanté de sus piernas y, con un movimiento rápido, le robé las papas que estaba comiendo.

—¡Hey! —protestó Han, alargando la mano, pero yo ya me estaba alejando, riéndome.

Alex, que estaba observando la escena, se unió a la broma.

—Ten cuidado, Han. Zoe es una ladrona experta.

Le guiñé un ojo a Alex y les lancé un beso antes de salir del taller. Subí a mi carro, sintiendo la familiar emoción que siempre me embargaba al sentarme al volante. Con el rugido del motor, me alejé del taller, dejando atrás el bullicio y las luces de la ciudad mientras me dirigía a casa.

Había algo en la noche que me llamaba, un susurro en el viento que prometía aventuras y nuevos desafíos. Mientras conducía, me preguntaba qué sorpresas me depararía el mañana y cómo manejaría las complicaciones que había en mi vida.

Con la música sonando a todo volumen y el mundo pasando rápidamente a mi alrededor, me sentí libre, lista para enfrentar cualquier cosa que viniera, ya fuera en la carretera o en mi vida personal.



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Hiroshi:

La noche estaba más oscura de lo habitual cuando escuché el sonido de la puerta abrirse y vi a mi tío entrar en la oficina. Inmediatamente, sentí un nudo en el estómago. Mi tío no era alguien que viniera sin razón, y su presencia nunca presagiaba nada bueno.

—Tío —dije, levantándome rápidamente de mi silla para ofrecerle mi asiento. Mis nervios eran evidentes en el tono de mi voz, pero intenté mantener una fachada de confianza.

Mi tío se acomodó en el asiento con una mirada de desdén que me atravesó. Podía sentir el peso de su juicio incluso antes de que abriera la boca.

—Hiroshi, ¿te das cuenta de las amistades que tienes? —preguntó, su voz baja pero llena de reproche.

Mi mente comenzó a correr, tratando de averiguar de quién estaba hablando. En mi negocio, había muchas caras, algunas más confiables que otras, pero no podía permitirme mostrar dudas.

—Estoy al tanto de todos, tío. Me aseguro de que... —intenté decir, pero él me interrumpió con un golpe rápido y decidido.

El dolor fue agudo, y tuve que contener el impulso de llevarme la mano a la mejilla. Mi orgullo estaba herido más que mi rostro, pero sabía que mostrar debilidad solo empeoraría las cosas.

—Alguien ha estado sacando dinero por las ventas —continuó, su mirada fija en la mía, buscando cualquier señal de traición o incompetencia.

—Lo lamento, tío. Me encargaré de que esto se solucione. —Las palabras salieron automáticamente, un reflejo de supervivencia más que cualquier otra cosa.

Amor Sobre Ruedas †★ TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora