Maia
Mi mañana había comenzado bastante mal. Mi mamá había fallecido. Un nudo en la garganta se adueño de mí al oír aquel voz quebrada de mi papá al otro lado de la llamada. Sentía poco a poco como mi mundo se derrumbaba.
Lagrimas caían poco a poco de mis ojos. Necesitaba a alguien.
Maia
Podés venir?
Te necesito.Mateo
Que pasa, rubia?
Todo bien?
En cinco estoy alláNo dije nada y clave el visto. Deje mi teléfono boca abajo y me acomodé entre mis piernas arriba del sofá. Estaba mal, muy mal. En los siguientes días luego de lo ocurrido, Mateo había ido donde su familia una semana, por lo que había estado sola. Felicia viajo hace dos meses a Brasil. Ahora me sentía más sola.
El timbre se escucho a lo lejos, me levante y entre sollozos abrí la puerta, logrando ver a Mateo con unas flores y gomitas de fresa. Su expresión cambio al ver como lagrimas caían de mis ojos y entro, dejando las cosas en la isla.
— ¿Que paso, gorda?—preguntó, a lo que tome su nuca y lo abracé.— Tranquila.
Mi corazón se reconfortaba poco a poco al sentir la calidez de su abrazo, Mateo tomo mi rostro y miró mis ojos.
— Me destruye verte así, princesa. ¿Que pasó?—inquirió besando mi frente.
— Mi mamá falleció.—sollocé viendo como este me abrazaba de nuevo.— Me siento sola, Mateo.
— ¿Sola? Me tenés a mí, Maia. Acá estoy para todo lo que necesités. ¿Si?—inquirió tomando mi rostro delicadamente entre sus manos.
— Mjm.—asentí quitando mis lagrimas.
— Vení.—dijo tomando mi mano para llevarme hacía el sofá, en donde repose mi cabeza sobre su pecho.— Soltá todo, princesa.
Mi llanto inundó la habitación. Las horas pasaron y me quedé en el pecho de Mateo, quién constantemente acariciaba mi melena, repartiendo besos en mi frente.
—Es tan difícil. Me siento tan sola. Felicia está de viaje y no sé cómo manejar esto —confesé, dejándome llevar por el llanto.
—Estoy acá con vos, Maia. No estás sola —aseguró el de trenzas—. Contame cómo te sentís, todo lo que necesites decir.
—Es como si una parte de mí se hubiera ido con ella. Mi mamá siempre estaba ahí para mí, en las buenas y en las malas. Y ahora... no sé cómo seguir sin ella —dije buscando consuelo en sus ojos.
—Es normal que te sientas así, Maia. Perder a alguien tan importante es devastador. Pero tenés que recordar que ella siempre va a estar con vos, en tu corazón, en tus recuerdos —dijo tratando de reconfortarme.
—Tengo miedo de olvidarla, Mateo. De que su ausencia sea cada vez más difícil de soportar —admití bajando la mirada.
—Nunca la vas a olvidar, Maia. Ella siempre va a ser una parte de vos. Y aunque ahora duele, con el tiempo, vas a encontrar la manera de recordarla con una sonrisa en lugar de lágrimas —dijo levantando mi barbilla suavemente para que lo mirara a los ojos.
—Gracias, Trueno. Necesitaba escucharlo —dije intentando esbozar una pequeña sonrisa.
—Siempre voy a estar acá para vos, gorda. No dudes en llamarme cuando necesites hablar o simplemente compañía —dijo Mateo abrazándome nuevamente.