El refugio de un abrazo.

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Trueno

El día arrancaba con esa incertidumbre en el pecho. Me miré al espejo y me pregunté si Maia me extrañaba como yo la extrañaba a ella. Sabía que había estado saliendo con Esteban, un pibe artista que siempre estaba al lado suyo, como si nunca hubiera habido un "nosotros". El solo pensarlo me daba vueltas la cabeza. ¿Sería feliz? ¿Pensaría en mí cuando estaba con él?

Hoy íbamos a una joda importante, un evento lleno de artistas argentinos que prometía ser inolvidable. Al menos, eso decía el flyer. Me puse mis zapatillas blancas, un jean negro roto y una remera blanca con una campera de cuero encima. Quería verme bien, aunque era más para mi propio ánimo que para impresionar a nadie. Al fin y al cabo, ella estaría ahí.

En el camino, los pibes y yo íbamos charlando y cagándonos de risa. El auto estaba lleno de música, ese trap que nos hacía mover la cabeza.

— Che, ¿y vos, Trueno? ¿Todavía con lo de Maia?—preguntó Tiago, el más jodón del grupo, mientras sonaba BZRP Music Sessions.

Me encogí de hombros—. Ah, qué sé yo, loco. A veces las cosas son como son.

Llegamos al lugar y ya desde afuera se escuchaban los bajos retumbando. Dentro, las luces de neón pintaban todo de colores eléctricos. La gente bailaba y se movía como si el mundo se fuera a acabar mañana. Al poco rato, Maia apareció. Ella llevaba un vestido negro ajustado que le quedaba perfecto, resaltando su figura en cada movimiento. Su cabello suelto brillaba bajo las luces, y su sonrisa iluminaba todo alrededor. Cuando la vi, el corazón me dio un vuelco.

Intenté concentrarme en disfrutar la noche, pero siempre la tenía en el radar. Bailé con los chicos, tomé un par de tragos y todo parecía ir bien... hasta que llegó Nicole. Esa piba siempre lograba desarmarme, pero no de la forma que la gente piensa. Era como un recordatorio constante de mis errores. Maia la vio también, y su mirada me atravesó, dañada y llena de preguntas que nunca se atrevería a hacer en voz alta.

Nicki se me acercó con una sonrisa que prometía problemas.

— Hola, Mateo.—dijo, y su voz sonaba dulce, pero yo solo escuchaba el sonido de la complicación.

— Nicki.—respondí, tratando de mantener las cosas cortas. Sabía que Maia nos miraba desde lejos, y el aire se volvía más pesado con cada segundo.

La fiesta continuó con una incomodidad palpable. Maia seguía con Esteban, pero su cuerpo estaba rígido, como si algo no encajara. La vi alejándose, y algo en mí se movió antes de que pudiera detenerme. La seguí, dejando atrás el ruido y la confusión.

La encontré en la playa, las estrellas reflejándose en sus ojos mientras miraba al mar. Me acerqué despacio y me senté a su lado, sin decir nada al principio, permitiendo que el sonido de las olas llenara el silencio. Las estrellas nos observaban, y yo buscaba las palabras adecuadas.

La brisa del mar nos envolvía mientras nos sentábamos en la arena, las olas rompiendo suavemente a nuestro alrededor. Miré a Maia, buscando en su rostro alguna señal, algo que me dijera lo que realmente sentía. Finalmente, rompí el silencio.

— ¿Realmente lo querés a Esteban?—pregunté, mi voz casi un susurro perdido en el viento. Me mantuve mirando al horizonte, como si las estrellas pudieran darme una respuesta.

Maia no contestó de inmediato. La vi tomar aire, mordiéndose el labio inferior mientras sus ojos evitaban los míos. Los segundos se alargaron, y cada uno de ellos pesaba en el aire.

— Sí.—pero su voz tembló. No sonaba convencida, como si sus palabras fueran ajenas a lo que sentía.

Me quedé en silencio un momento, procesando su respuesta, sabiendo que había algo más detrás de ese "sí". Decidí seguir adelante, aunque cada palabra costaba más que la anterior.

Meddle About, TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora