Olas y lamentos.

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Trueno

Desperté debido a los gritos continuos de Emilia tras la puerta. Aún somnoliento, miré a los chicos y logré verlos a todos dormidos, reí internamente y fui hacía la puerta, cuidando mis pasos para no tropezarme bajo la ropa que estaba en el suelo.

— ¿Qué pasa?—pregunté bostezando.

— ¡Vos salí que no quiero verte ni en pintura!—mencionó la colorada empujándome. Reí y vi como iba hacía Duki, quién estaba en su quinto sueño—. ¡Mauro, despertate ya mismo!

El susodicho aterrado miró a Emilia, luego su mirada fue hacia mí suplicando ayuda con los ojos. Milo y Tiago miraban la escena riendo, faltaban los pochoclos nada más.

— ¿Qué pasa, gorda?—preguntó Duki viéndola.

— Te levantás ya mismo, ¿me escuchaste?—inquirió la colorada.

— ¡Pero pará flaca! ¿Que hice ahora?

Una mala mirada de Emilia fue suficiente para que Duki se levantará y la siguiera como perro, reí pero con la mirada de Emilia mi seriedad salió hasta por los poros.

Salieron de la habitación y no hicimos más que cagarnos de risa con los chicos.
No entendíamos el porque la razón de aquella discusión.

Luego de aquel incidente bastante cómico, Duki llegó derrotado.

— ¿Y que pasó?—inquirió Tiago.

— Es como pelear con un canguro, boludo. No doy más.—comentó rindiéndose mientras se estiraba en su cama.

— ¿Amaneció con la tanga cruzada?—inquirí con seriedad pero los chicos reían.

— Y si wacho, todo porque estas en el mismo hotel que Maia, la puta madre.—suspiró irritado.

Me lamenté internamente por aquello y perdoné a Dios por reírme de Mauro. Ya entendía la situación, en cambio los chicos seguían cagados de risa.

Las horas pasaron tan rápido que ni siquiera me percaté de que estábamos sentados en un restaurante todos, a excepción de Maia, quien no tenía idea de dónde estaba. Y si me atrevía a preguntar, posiblemente Emilia me tirara su tacón por la cabeza.

Miré a Milo alentándolo a que preguntará y este sonriendo divertido y a su vez negando con la cabeza levemente, habló.

— Che, ¿y dónde esta la luz dorada?—inquirió el pelinegro mirando a Emilia.

— Salió de compras por ahí.—dijo sin preámbulos.

Me limité a suspirar a lo bajo por no tener más respuesta que esa. Comimos hasta finalmente terminar e ir de vuelta al hotel para dirigirnos a la playa.

Vi como Milo y Tiago pegaban su oreja directamente a la pared para oír las conversaciones de las féminas. Reí internamente mientras terminaba de vestirme.

— ¿Qué dicen?—pregunté.

— Gordis, ¿qué pollera uso?—imitó Tiago haciéndonos reír.

— Yo opino que la rosita, o esa que te hace más culo.—siguió Milo.

— Esa cuenta de polleras hace canje, boluda. ¡Mal!—mencionó Duki provocando que carcajeáramos.

— Qué pelotudos.—reí negando.

Terminamos de burlarnos y de vestirnos para dirigirnos al lugar en donde nos encontraríamos. Fuimos todos a la van y vi como Maia llevaba un conjunto de bikini y un kimono a juego. El bikini tenía un diseño de estampado paisley en tonos naranja y blanco, que se complementa con el kimono de manga larga del mismo estampado. Su cabello rubio suelto cayendo en ondas por su espalda. Que mina más linda.

Meddle About, TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora