La agonía de tu sueño

21 3 0
                                    


12 de Enero, 2016.

Apenas me despierto, pero estoy ansioso por seguir escribiendo sobre lo nuestro. Temo que si aplazo mucho la tarea voy a olvidar ciertos detalles o voy a acabar por escribir diálogos tergiversados, voy a acabar por entreverar unos recuerdos con otros, fallando entonces a mi promesa de ser lo más fiel a lo que sucedió que pudiese.

Luego de nuestra primera noche juntos no tardé en darme cuenta de que, quizá los chicos habían planeado esto contigo para ayudarnos a pasar un tiempo a solas. En cuanto abrí los ojos ese día, estabas haciendo el desayuno en la pequeña cocina en la esquina de la cabaña. Te veías precioso con tu bóxer y mi camiseta, aunque no te quedara más grande que la tuya, para mí era suficiente saber que la usabas porque querías mi olor sobre tu piel.

Volteaste a verme, como si hubieras sentido mi mirada, entonces me sonreíste.

— Buenos días Minie... Los chicos salieron, creo que volverán tarde — dijiste con la voz ligeramente enronquecida. Te sonreí de vuelta antes de pararme de la cama y acercarme para ayudarte con lo que sea que estuvieses preparando. Tenía sólo mis interiores puestos, vi como te sonrojabas ante eso, aunque ya conocieras bien cada parte de mi cuerpo. No puedo culparte, creo que los recuerdos de la noche anterior siempre me acecharán también con esa intensidad.

Sonreí ladino.

— ¿Te gusta lo que ves, Yoon? — sonreí para molestarte, me tu camisa también, te reíste con el sonrojo más intenso que antes. Entonces te abracé rodeando tu cintura con mis brazos y escondiendo mi rostro en tu cuello antes de rozar mi nariz allí.

— ¡Ya! ¡Me estás haciendo cosquillas Minie! — tu risa era otra razón más para amarte tanto, me contagié de ella con facilidad mientras te mecía entre mis brazos, obligándote con ello a que dejarás el cuchillo junto a las fresas que habías estado picando en el mesón. Besé tu mejilla repetidas veces hasta que te giraste entre mis brazos para besarme, te besé de vuelta, de mi inexperiencia cada vez quedaba menos y cuando fui a darme cuenta ya te tenía bajo mi cuerpo en el colchón de nuevo, el desayuno se convirtió en nuestro almuerzo.

Ese día creo que apenas te dejé escapar de mis brazos; apenas te dejé respirar entre besos, mordidas, jadeos, gemidos... No tenía suficiente. Te tuve en la cama, en el suelo, en la ducha, contra el mesón.

Cada que tu cuerpo exigió descanso yo te lo negué, te convencí con un par de besos; desesperado por obtener más del sentimiento, en la línea entre el cielo y el infierno.

Lo bueno es que entre los dos tú eras el más sensato.

Para mí, no existía el hambre ni la sed cuando estaba contigo, porque lo todo lo que anhelaba era devorarte a ti, completamente. En una sola noche te habías convertido en mi manjar favorito, en el fruto más prohibido en el paraíso y lentamente me disponía a ser expulsado de él si era por ti.

Ojo a esta última analogía, porque cuando Adán y Eva mordieron esa manzana se les abrió un mundo completamente distinto al que ya conocían; experimentaron entonces vergüenza, conciencia, finitud, deseo. Algo similar me pasaba a mí cada que me empujaba dentro de ti y conseguía escuchar tus dulces gemidos: descubría una faceta que no conocía de mí mismo. Me convertía en un ser egoísta, intenso, necesitado.

Salía a relucir todo aquello que había reprimido en mi interior durante diecinueve años de existencia.

Te quería sólo para mí y me complacía saber que sentías lo mismo que yo.

El recuerdo todavía me sonroja, porque nunca imaginé que una persona tendría tanto poder sobre mí como el que tú tenías. Sí, aunque pareciera que era yo el que dominaba tu cuerpo a través de caricias, cuando era yo el que exigía más de ti, eras tú el que me tenía cautivo bajo un hechizo de amor.

In the end | JimSuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora