V.

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La casa de Pablo estaba situada en una tranquila calle residencial, rodeada de árboles frondosos que proporcionaban una agradable sombra en el cálido verano. Cuando llegué, me sentí nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada por verlo y poder estar ahí para él.

Toqué el timbre y esperé. En cuestión de segundos, la puerta se abrió revelando a Pablo. Al verme, una sonrisa apareció en su rostro, aunque sus ojos delataban la tensión que llevaba por dentro.

—Hola Nicole —dijo apartándose para dejarme pasar.

—Hola Pablo, traje algunas cosas para tratar de animarte —respondí, levantando la bolsa llena de dulces mexicanos que había traído conmigo.

—¿Qué es eso? —preguntó con curiosidad, mientras cerraba la puerta tras de mí.

—Dulces, pensé que podrían gustarte. Sé que no puedes romper la dieta, así que son pequeños, solo para probar —respondí, sacando algunos de los dulces y mostrándoselos.

Nos dirigimos a la sala de estar, donde nos acomodamos en el sofá. La casa de Pablo era acogedora y estaba decorada con un estilo moderno, pero con toques personales que la hacían sentir como un hogar. Comencé a contarle lo que fue el regreso para distraerlo.

Pronto también comencé a explicarle sobre cada uno de los dulces.

—Y este es un mazapán, es muy típico allá —dije, extendiéndole un pequeño disco de dulce. Pablo lo tomó con curiosidad y lo probó un poco, asintiendo con aprobación.

—Esto está delicioso —comentó, mientras seguíamos probando diferentes dulces.

La tarde pasó volando entre risas, historias y dulces. Eventualmente, decidimos ver una película. Mientras avanzaba, Pablo comenzó a acurrucarse a mi lado. Al principio me sentí un poco nerviosa, pero con los minutos me fui relajando, disfrutando de la cercanía a tal punto que le empecé a hacer cariñitos en el cabello.

Durante la película, hablamos en voz baja, comentando las escenas y riendo juntos. Poco a poco, la tensión en el rostro de Pablo fue disminuyendo.

—¿Sabes? Me encantan estos momentos tranquilos —dijo en un susurro mientras una escena tranquila llenaba la pantalla.

—A mí también —respondí, sonriendo.

Cuando terminó la primera película, Pablo se sentó y me miró con seriedad.

—Nicole, antes de poner la siguiente película, quiero hablar de lo que está pasando. Lo de la cesión al Girona.

Asentí, dándole mi completa atención.

—Claro, Pablo. ¿Qué está pasando? ¿Cómo te sientes con todo esto?

—No te imaginas lo frustrante que es. He estado trabajando tan duro en la pretemporada, tratando de demostrar que merezco estar en el primer equipo del Barça. Pero ahora, me dicen que me van a ceder al Girona. Es como si todo mi esfuerzo no hubiera valido la pena —dijo, su voz cargada de emociones.

Tomé su mano, queriendo ofrecerle algo de consuelo.

—Pablo, entiendo que te sientas así, pero esto no significa que no seas lo suficientemente bueno. Las cesiones pueden ser una oportunidad increíble. Puedes ganar más experiencia, jugar más minutos y demostrar lo que vales. Y quién sabe, tal vez esto sea justo lo que necesitas para regresar al Barça con más fuerza.

Pablo suspiró, apretando suavemente mi mano.

—Lo sé, tienes razón. Pero no puedo evitar sentir que estoy fallando. Que no estoy cumpliendo con las expectativas.

Sin Señal - Pablo TorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora