XXXIV

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Narra Pablo

El avión despegaba lentamente mientras veía a través de la pequeña ventana cómo la isla de Mallorca se iba quedando atrás. Aún podía sentir la calidez en el pecho, esa mezcla de gratitud y paz que me había dejado la despedida con la familia de Nicole. Nunca pensé que encajaría tan bien con ellos; sus padres me hicieron sentir como en casa desde el primer momento, y la cercanía que desarrollé con sus hermanos fue casi instantánea. Nicole se veía radiante, como si vernos juntos, riendo y compartiendo con su familia, le hubiera dado una especie de felicidad profunda. La miré, dormida en su asiento a mi lado, con su cabeza apoyada ligeramente en mi hombro. No pude evitar sonreír mientras pensaba en lo afortunado que era.

Pero había algo que me inquietaba, algo que no podía sacarme de la cabeza por completo. Nos dirigíamos a Santander para pasar el Año Nuevo con mi familia, algo que también me hacía mucha ilusión. Sabía que adoraban a Nicole, que estaban emocionados de tenernos allí, pero una sombra se cernía sobre toda esa alegría: Lucía. Había estado viviendo en mi casa desde hacía un tiempo, y aunque Nicole lo sabía, parecía haberse olvidado temporalmente. O tal vez era que ambos estábamos evitando pensar en ello, en cómo esa situación podría hacerla sentir incómoda. En cualquier caso, no quería ser yo quien lo mencionara primero.

El aterrizaje fue suave, y apenas salimos del avión, el aire frío de Santander nos dio la bienvenida. Al llegar al área de recogida de equipajes, divisé a Marta, mi hermana, que nos esperaba con una enorme sonrisa junto a su pareja, Iván. Lo primero que me sorprendió fue la forma en que Nicole y ella se abrazaron, con una familiaridad y calidez que no había anticipado.

—¿Desde cuándo tan amigas ustedes?.-pregunté, dejando que mi tono curioso asomara un poco más de lo que pretendía. Lo dije casi sin pensarlo, pero la escena me había desconcertado.

Marta me lanzó una mirada rápida, como si la respuesta fuera obvia, y sonrió.-Nicole y yo hablamos todas las semanas, somos muy amigas.-respondió con naturalidad, como si fuese lo más normal del mundo.

No tenía idea de que habían estado en contacto tan frecuente. Me quedé callado un momento, procesando la información, mientras Nicole también saludaba a Iván con entusiasmo.

—Ay, ya quería conocerte en persona.- le dijo Nicole con una sonrisa cálida. Iván la recibió con una sonrisa simpática, y ambos se dieron un abrazo breve.

Yo, aún un poco desconcertado, me mantuve en segundo plano mientras observaba las interacciones. Ya en el camino hacia el coche, tomé la iniciativa de acercarme a Nicole por detrás y la rodeé con mis brazos.

—Así que muy amigas, ¿eh?.-susurré en su oído, con un toque juguetón.

Nicole se dio vuelta entre risas, con esa sonrisa pícara que tanto me gustaba.-Sí, bastante amigas, te digo ya.- respondió mientras se giraba por completo para envolverme en un abrazo rápido.

Nos miramos un instante, pero entonces vi una pequeña sombra de duda pasar por su expresión. Se separó apenas un poco y me miró directamente a los ojos. -¿Te molesta? Porque no es que me cuente tus más oscuros secretos o algo así, hablamos de cosas nuestras, ¿sabes?

Su preocupación era genuina, y eso hizo que una suave ternura se apoderara de mí. La forma en que ella siempre pensaba en cómo me afectaban las cosas, incluso cuando no tenía por qué preocuparse, me conmovía.

—No, preciosa, me alegra que te lleves bien con mi hermana.- le aseguré con una sonrisa tranquila, queriendo disipar cualquier duda en su mente. Le di un beso suave en la frente, ese pequeño gesto que siempre nos reconfortaba a ambos.

Antes de que pudiéramos continuar con la conversación o compartir otro momento, la voz de Marta nos alcanzó desde el coche.
—¡Venga, chicos, que no tenemos todo el día!.-nos llamó con una sonrisa divertida, apresurándonos.

Sin Señal - Pablo TorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora