XXI

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Odiaba no cerrar las cortinas de mi cuarto de forma adecuada, eso provocaba que ahora tuviera que levantarme con los odiosos rayos del sol que estaban intensificando el dolor punzante en mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear la luz y el mareo que me invadía. Sentía la boca seca y un sabor amargo que me recordaba demasiado bien la cantidad de alcohol que había consumido la noche anterior.

Con un esfuerzo considerable, me incorporé en la cama. Todo mi cuerpo protestaba, pero sabía que tenía que levantarme. Mi mente estaba nublada, llena de fragmentos de recuerdos desordenados, y el remordimiento comenzaba a asentarse en mi pecho. Necesitaba despejarme, y lo único que se me ocurrió fue tomar una ducha.

Con pasos tambaleantes, llegué al baño. Abrí la llave de la ducha y dejé que el agua caliente corriera antes de meterme. El vapor llenó rápidamente el pequeño espacio, y al sentir el agua golpear mi piel, comencé a relajarme. Cerré los ojos, apoyando la frente contra la pared de azulejos mientras el agua lavaba el cansancio y la confusión de la noche anterior. Pero no podía lavar la culpa que sentía. El dolor de cabeza seguía ahí, pero al menos el agua ayudaba a calmarlo un poco.

Cuando salí del baño el aroma del café recién hecho llenaba el apartamento, tomé un conjunto deportivo para estar cómoda no sabía que habían visto mis amigos o quienes se habían quedado dormir, así que tomar rumbo a la cocina era la mejor manera para aliviar mis dudas.

Encontré a Isa, Diana, Marco y Ramón en el comedor, estaban sentados alrededor de la mesa, sus expresiones eran de cansancio pero eso no les impedía charlar de manera relajada. Todos se giraron hacia mí, y aunque noté un toque de preocupación en sus miradas, la atmósfera no se sentía tan tensa como había esperado.

—¡Buenos días, dormilona! —bromeó Marco, levantando su taza de café en un gesto amistoso.

—Buenos días —respondí con una sonrisa débil, sintiéndome un poco más tranquila al ver que no estaban demasiado serios.

Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas vacías. Tomé una taza de café, agradeciendo que el ambiente fuera más ligero de lo que había temido.

—¿Qué tal la cabeza? —preguntó Ramón, inclinándose hacia atrás en su silla con una expresión despreocupada, claramente sin intención de presionarme.

—Podría estar mejor, pero el café ayuda —respondí, levantando la taza antes de darle un sorbo.

—La noche de ayer fue... interesante —dijo Isa con una sonrisa, tratando de mantener el tono ligero—. Pero oye, todos hemos tenido nuestras noches locas.

—Totalmente —agregó Diana—. A veces, necesitamos soltarnos un poco.

—Bueno fue mucha soltura para mi no creo que vuelva a pasar en un tiempo.- suspiré sonoramente

—Y ¿Quieres hablar sobre anoche?.- me preguntó Isa tranquilamente, otra vez todos mirándome intensamente

—Daré contexto para Marco y Diana porque ellos no sé si sepan todo.- cada uno se relajó en su asiento para que yo pudiera comenzar a relatar, al terminar Marco y Ramón se miraron

—¿Qué? ¿Qué fueron esas miradas?.- mis alarmas se prendieron

—No es nada, sólo que en el tiempo que yo conozco a Lucas nunca lo había visto tan insistente por nadie, soy con quien ha tenido una relación más larga de amistad.- me explicó

—Ajá.- insté a que me platicaran más sobre él

—Yo nunca confíe demasiado en él, no éramos amigos.- Ramón se rió

—No te quieras escudar por haberlo echado de cabeza cariño.- dijo Diana mientras se acercaba a él para poner su cabeza en su brazo

—¿Nos concentramos?.- reiteré para que Marco me contara más, había algo que me causaba intriga

Sin Señal - Pablo TorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora