XXXVIII

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La cesión de Pablo en Girona había llegado a su fin, y con ello, el cierre de un capítulo lleno de emociones. Había dado todo de sí en las celebraciones finales, y aunque el futuro seguía siendo incierto, sabía que lo siguiente para él sería volver a Barcelona. Xavi ya no estaba, y había rumores cada vez más fuertes sobre la llegada de Hansi Flick, lo que, según la opinión de papá, era una gran señal. "Es un buen augurio", había dicho con su habitual confianza en las decisiones del club.

Mientras Pablo se preparaba para esa nueva fase, la vida me llevaba a un momento igualmente crucial: mi graduación. Todo estaba listo en Alicante para la ceremonia. Mi familia ya había llegado, y Pablo también estaba ahí, a mi lado, apoyándome como siempre. La idea de terminar la universidad se sentía surreal. Tanto esfuerzo, tantas noches sin dormir, y ahora estaba aquí, a solo horas de celebrar ese logro que había estado persiguiendo durante años.

La mañana de la graduación fue caótica pero emocionante. Mi madre y mis hermanos corrían de un lado a otro en el apartamento, ajustando detalles, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Mientras tanto, yo me miraba en el espejo, ajustando el vestido que había elegido con tanto cuidado, sería cubierto momentáneamente por la toga pero estaba bien, era elegante, sencillo, pero con un toque especial que me hacía sentir segura de mí misma. Sabía que esta era mi noche, mi momento, y quería disfrutarlo al máximo.

Pablo estaba en la sala, vestido impecablemente con una camisa blanca y unos pantalones oscuros. A pesar de la calma que siempre proyectaba, podía sentir la energía nerviosa en su forma de moverse, de observarme a ratos mientras me preparaba. Sabía lo que significaba este momento para mí, y verlo tan involucrado y presente me hacía sentir más afortunada de lo que podía expresar con palabras.

Cuando terminé de prepararme, salí de la habitación y lo vi de pie junto a la ventana. Al verme, sus ojos se iluminaron, y se acercó a mí, esa sonrisa cálida que tanto me encantaba adornando su rostro.

—Estás impresionante —dijo en voz baja, acercándose para darme un beso suave en la frente—. Estoy tan orgulloso de ti, Nicole. Lo has logrado.

Sus palabras me tocaron profundamente. No era solo lo que decía, sino la forma en que lo decía. Pablo había sido un apoyo, mi refugio en los momentos más difíciles, y saber que estaba orgulloso de mí en este día tan importante hacía que todo valiera aún más la pena.

—Gracias Pablo —susurré, sintiendo cómo se me hacía un nudo en la garganta de la emoción.

En ese momento, él se apartó ligeramente y me ofreció algo que adornaba frondosamente el mueble detrás de él, un enorme ramo de tulipanes blancos. Al verlo, me quedé sin palabras. Los tulipanes siempre habían sido mis flores favoritas, pero ver ese ramo tan grande y perfecto, tan lleno de vida, me dejó completamente conmovida.

—No sabía si esto era lo que esperabas, pero... sé que te gustan —dijo con una sonrisa tímida, como si no estuviera seguro de haber acertado.

Tomé el ramo con cuidado, admirando cada detalle, cada flor. Era hermoso. Pero lo que más me emocionaba no era solo su belleza. Mientras sostenía esos tulipanes en mis manos, no podía evitar pensar en lo que representaban.

El significado profundo de esas flores era el amor en su estado más puro y desinteresado. Un amor que no busca nada a cambio, que simplemente es. Eso era lo que él me estaba dando con este gesto, y aunque tal vez no fuera consciente de ello, me había tocado en lo más profundo. Me conmovía hasta el alma saber que, sin siquiera intentarlo, Pablo había capturado lo que sentía por mí en un simple ramo de flores.

—Son perfectos, Pablo. —Le sonreí, tratando de no llorar, porque no quería estropear el maquillaje—. No tienes idea de lo mucho que esto significa para mí.

Sin Señal - Pablo TorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora