━ 𝐈𝐈𝐈: Dos caras de un mismo destino

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EL SONIDO DE UN DISPARO rompió el silencio de la noche; el son del combate resonaba en sus oídos y mente, como un eco ensordecedor, junto al crujir de la metralleta al impactar contra vehículos a lo lejos

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EL SONIDO DE UN DISPARO rompió el silencio de la noche; el son del combate resonaba en sus oídos y mente, como un eco ensordecedor, junto al crujir de la metralleta al impactar contra vehículos a lo lejos. El estruendo de una explosión cercana sacudió el suelo bajo sus pies; la sensación de adrenalina y miedo fusionadas en su sangre se mezclaban con su respiración jadeante.

El olor a pólvora era asfixiante mientras se aferraba al acero de su rifle al mismo tiempo que visualizaba rostros desconocidos retorciéndose de dolor. Aquellos a quienes había apuntado sin dudar le devolvían una mirada vacía después de que la muerte se adueñara de sus almas. Cada disparo que había efectuado resonaba en su mente con un susurro de culpa. Sus compañeros lucían cansados y desgastados; hombres y mujeres que compartían su lucha caían a su lado sin él poder hacer algo para salvarlos.

Lehiv Zhadanov se agitó en su cama, empapado en sudor frío, luchando contra los recuerdos que lo atormentaban y perseguían incluso en sus sueños.

Recordaba de forma vívida y desgarradora los momentos de soledad en medio del conflicto, las noches interminables en vela, la constante alerta y la necesidad de mantenerse firme ante un enemigo sin rostro definido pero con una crueldad humana sin límites.

Con un sobresalto, abrió los ojos. La lámpara de noche junto a su cama, con su luz cálida y tenue, de repente se convertía en un pequeño faro que apenas lograba disipar las sombras y parecía un escudo frágil, pero valioso; contra las pesadillas que amenazaban con consumirlo al enfrentarlo, cada noche, con el tormento de revivir los horrores del pasado.

El corazón latía desbocado en su pecho. Se quitó su remera ahora húmeda y se incorporó lentamente, sintiendo el peso de cada una de sus cicatrices a lo largo y ancho de su torso, como así también las emocionales.

Se quedó un momento tomando aire con calma, llenando y vaciando sus pulmones con lentitud en busca de recuperar el aliento. La luna se alzaba majestuosa, siendo una testigo silenciosa de su tormento interior, mientras él luchaba por encontrar la poca paz que parecía escurrirse entre sus dedos.

Consultó la hora en el reloj de su muñeca; el dispositivo le devolvió la imagen de las cinco y media de la madrugada. Suspiró con pesar. Al parecer su cuerpo ya se había adaptado a despertarse media hora antes de la alarma programada, sin falta. Se encaminó hacia su baño para darse una ducha reparadora. El mármol pulido y los acabados de alta gama resplandecían a la luz tenue de las elegantes lámparas que adornaban el espacio.

Al abrir la puerta de cristal de la ducha, el agua caliente comenzó a caer en cascada sobre su fuerte cuerpo, envolviéndolo en una sensación reconfortante que contrastaba con la crudeza de sus recuerdos. Cerró los ojos, permitiendo que aquella calidez le ayudara a relajar los músculos tensos y a despejar la mente de pensamientos perturbadores, mientras el vapor se elevaba en el aire, creando un velo translúcido alrededor suyo. El aroma sutil del jabón de lujo y los productos de cuidado personal exquisitos llenaban el ambiente y después de unos minutos que parecieron eternos, salió de la ducha.

Plegarias vindictas © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora