━ 𝐕: La Santa Trinidad de Geilo (parte I)

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AUNDREY BERNSTEN DISFRUTABA SU VIDA SOCIAL y el ser alguien a quien le gustaban mucho las fiestas, en su adolescencia

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AUNDREY BERNSTEN DISFRUTABA SU VIDA SOCIAL y el ser alguien a quien le gustaban mucho las fiestas, en su adolescencia. Sin embargo, después de aquella pelea con su madre, que resultó en la partida de esta a Portugal junto a su hermanita Sissy de ocho años, Aundrey se vió obligada a depender de sí misma a sus dieciocho años.

A pesar de las dificultades, y de extrañar su vida anterior llena de diversión, decidió tomar las riendas de su vida y forjar su propio camino. Se enfocó en su futuro y en construir una base sólida para sí misma. De modo que, al finalizar sus estudios en la secundaria, tomó la decisión de ingresar a la Universidad de Oslo para estudiar Medicina.

Durante seis años se dedicó con pasión y esfuerzo a sus estudios, culminando con éxito su carrera universitaria. Pero su sed de conocimientos y deseo de ayudar a los demás, la llevaron a especializarse en oncología durante dos años más. Durante todo ese tiempo, la ausencia de su familia y la falta de comunicación con ellas, le provocaba un profundo vacío emocional, sobre todo al recordar a su querida hermanita Sissy, a quien extrañaba enormemente.

Actualmente, a sus treinta y dos años, Aundrey trabajaba en el hospital regional como oncóloga, brindando cuidados y tratamientos a pacientes que luchaban contra el cáncer. Había encontrado en esa especialidad una vocación que la llenaba de satisfacción y le permitía poner en práctica sus conocimientos para hacer una diferencia positiva en la vida de quienes lo necesitaban.

—Es por ello que, deseo profundamente que la familia Zhadanov apruebe mi proyecto —comentó con anhelo, para luego beber de su café.

La mesa contenía variedades abundantes de tostadas, mermelada, huevos revueltos y paltas. También algunas masitas dulces y granola. El ambiente estaba impregnado del rico aroma del desayuno matutino.

Nathaniel había optado por su yogurt natural con frutas, ocasionalmente acompañado con granola. La misma opción cada vez que desayunaba con su amiga Aundrey, religiosamente todas las mañanas, antes de partir a sus trabajos juntos.

A su lado, Sissel bebía té negro y se preparaba la tercera tostada cargada de queso crema y huevo revuelto.

—¿Y por qué no presentaste el proyecto directamente al hospital? ¿No podrían encargarse ellos? —preguntó dirigiéndose hacia su hermana, acabando con su tostada en tres simples bocados.

Aundrey y Nathan la miraron como si le hubiesen salido tres cabezas. Se preguntó si la razón se debía a lo que acababa de decir o el hecho de que estuviese comiendo como si no lo hubiera hecho en años. Su hermana mayor rió con cariño ante su inocente pregunta, y respondió:

—El hospital no suele invertir en este tipo de eventos. Siempre se excusan con que no cuentan con el suficiente dinero y mil mierdas más —rodó sus ojos, notablemente fastidiada—. Pero los Zhadanov son diferentes.

Sissel la miró con curiosidad, intrigada en saber que podrían tener de diferente el par de hermanos que las habían visitado el día anterior. Los veía bastantes normales, sofisticados incluso, sobre todo vistiendo esos trajes, que ningún lugareño usaría aunque la ocasión fuese para recibir el premio mundial al mejor bacalao.

Plegarias vindictas © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora