━ 𝐗𝐈𝐕: En el eterno invierno (parte II)

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EL DÍA CONTINUÓ GRIS Y SOMBRÍO, en el que el cielo parecía derramarse en un manto de nubes plomizas que cubrían la ciudad

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EL DÍA CONTINUÓ GRIS Y SOMBRÍO, en el que el cielo parecía derramarse en un manto de nubes plomizas que cubrían la ciudad. La nieve caía suavemente, como una lluvia de plumas blancas que se posaban sobre las lápidas del Geilo Gravlund, cubriendo los nombres grabados en piedra con un velo glaciar. Cada copo que tocaba el suelo parecía un susurro del pasado, recordando las vidas que una vez habitaron aquel lugar.

Los hermanos Zhadanov se encontraban allí, inmóviles entre las sombras de los mausoleos y tumbas.

Lehiv, con su abrigo negro largo y sus manos refugiadas bajo el cuero de sus guantes, se mantenía erguido, una figura austera en medio del dolor. Su mirada azulada era distante, perdida entre recuerdos y promesas no cumplidas, mientras la nieve se acumulaba en su hombro sin que él pareciera notarlo. La rabia se mezclaba con la tristeza en su pecho. A pesar del dolor que sentía por la pérdida, había un destello de admiración por la valentía de Ruslan al resistir hasta el final. El menor del clan cerró los ojos por un momento, recordando todas las veces que habían compartido consejos y conversaciones en los viajes largos; ahora esas memorias se volvían agridulces.

Vladislav, a su lado, tenía los puños cerrados y la mandíbula apretada; su rostro reflejaba la rabia contenida. A diferencia de su hermano, él no podía ignorar el frío; se frotaba las manos con nerviosismo, buscando calidez en medio del helado ambiente. Su mirada verdosa se deslizaba hacia las lápidas cercanas, como si buscara respuestas en cada nombre inscrito.

Lysander estaba un poco más adelante, con los ojos fijos en el suelo cubierto de nieve. Sus rasgos eran serios y su expresión mostraba una mezcla de tristeza y frustración. A menudo había sido el más tranquilo de los hermanos, pero en ese momento se sentía vulnerable. Recordaba a Ruslan como un amigo leal y un sabio mentor, la ausencia del chófer resonaba profundamente en su corazón. Una lágrima solitaria se deslizaba por su mejilla, congelándose casi al instante en el aire helado.

Zina estaba un paso detrás de ellos, envuelta en un abrigo gris que parecía absorber la tristeza del lugar. Su expresión era serena pero cargada de melancolía; los ojos brillantes bajo el ala de su boina reflejaban aún un poco de sorpresa.

Alrededor de ellos, los demás miembros del Jamstvo también habían hecho acto de presencia; algunos murmuraban entre ellos, compartiendo sus posiciones a través de los auriculares inalámbricos, manteniéndose alertas de su alrededor y en voz baja para no interrumpir el solemne silencio del cementerio. Otros miraban hacia abajo con pesar, sintiendo el peso del frío y la pérdida. La nieve seguía cayendo sin compasión, cubriendo cada rincón y haciendo del cementerio un lugar aún más sombrío.

El ambiente era pesado; el silencio solo era interrumpido por el sonido suave del viento y el crujir de la nieve bajo las botas de aquellos que rondaban por el perímetro, protegiendo a quiénes habían ido a rendir homenaje a un amigo caído.

En ese día gris y nevado, todos sabían que habían perdido más que a un chófer; habían perdido a un miembro de su familia elegida. Cada uno sentía la ausencia de Ruslan como una herida abierta en sus corazones.

Plegarias vindictas © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora