━ 𝐈𝐈: Ecos del pasado

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Lisboa, Portugal

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Lisboa, Portugal. Año actual.

LA CASA ESTÁ SUMIDA EN UN SILENCIO MATUTINO, quebrado únicamente por el ocasional crujido de las viejas tablas del piso que luchan contra el frío húmedo del invierno. Afuera, el mundo está envuelto en una oscura tierra húmeda por la reciente lluvia que se aprecia a través de las empañadas ventanas. El aire es pesado y helado, impregnado con el aroma tenue de la madera y la ceniza de la chimenea apagada.

La sala principal está desordenada; restos de un Año Nuevo solitario y sombrío se esparcen por doquier. Copas con vino sin terminar se mezclan con programas del funeral, recordatorios implacables de la dualidad del día anterior: una bienvenida al nuevo año teñida de despedida.

Sissel se encuentra en la cocina, el único lugar que parece aún tener un mínimo de vida. Está arropada en una gruesa manta de lana, sus movimientos lentos, casi mecánicos, mientras prepara una taza de café. Sus manos tiemblan, ya sea por el frío implacable o por las emociones crudas que todavía pugnan por encontrar una salida. Los ojos rojos e hinchados revelan una noche sin descanso, plagada de recuerdos dolidos y lágrimas silenciosas con litros de alcohol de por medio.

La cafetera emite un silbido leve, provocando un dolor de migraña intensificado por la resaca. El olor del café recién hecho parece traer un efímero consuelo, un calor momentáneo en medio de la frialdad. Sissel se sienta en una silla de la cocina, sosteniendo la taza caliente con ambas manos, como si fuera su única fuente de calor y estabilidad en ese mundo desierto y congelado.

Las paredes de la casa, desnudas y frías, parecen cerrarse sobre ella, haciéndola consciente de la inmensidad del vacío. Cada rincón parece murmurar historias de una época mejor, la risa de su madre resonando como un eco lejano, ahora únicamente existente en su memoria.

Sissel cierra los ojos con fuerza y respira profundamente, el vapor caliente del café rozando su rostro, el único testigo de una soledad abrumadora y de un dolor que todavía no encuentra su voz. Afuera, el viento aúlla suavemente, como un lamento, uniéndose al frío implacable de esa mañana de enero, y reforzando la sensación de desolación que envuelve la casa y su corazón.

El sonido del timbre la hizo salir de su ensimismamiento, provocando un pequeño salto en su lugar... Por un momento dudó si realmente no había sido su imaginación, pero cuándo después de unos segundos de silencio el timbre volvió a sonar, esta vez con insistencia, no pudo evitar fruncir su ceño con confusión.

¿Quién podría estar al otro lado de su puerta un primero de enero, en esa mañana tan fría?

El crujido de sus pasos resuenan por los pasillos desiertos y sombríos, al llegar a la puerta principal la abrió con la curiosidad reflejada en sus ojos esmeraldas. Al principio, Sissel sintió una oleada de incredulidad y asombro al reconocer a la persona que le devolvía la mirada al otro lado de la puerta.

-Hola, Sissy, soy Aundrey.

Aundrey posee una expresión serena y amable. La observa a través de unos ojos color miel que reflejan calidez y nerviosismo. Tiene el cabello antes pelirrojo, ahora oscurecido con el tiempo, aunque conserva destellos rojizos cuando la débil luz solar incide sobre él. Su piel es clara y a diferencia de Sissel, no tiene pecas dispersas por su rostro. A pesar de los cambios que el tiempo ha traído a su aspecto, su belleza natural sigue siendo innegable.

Plegarias vindictas © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora