━ 𝐈𝐗: Tormenta interior

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SISSEL SE SENTÓ EN LA ORILLA DE LA LAGUNA CONGELADA, el frío del hielo amenazaba con filtrarse en su pantalón impermeable, pero no le importaba

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SISSEL SE SENTÓ EN LA ORILLA DE LA LAGUNA CONGELADA, el frío del hielo amenazaba con filtrarse en su pantalón impermeable, pero no le importaba. Su mirada estaba fija en los nuevos patines que reposaban a su lado, brillantes y relucientes, como si aún guardaran el eco de la sorpresa que había sentido esa mañana. Sonrió ampliamente, recordando con claridad cómo había comenzado su día.

El sol apenas asomaba por el horizonte, tiñendo el cielo escandinavo de suaves tonos anaranjados y rosados, cuando Aundrey irrumpió en su habitación con una sonrisa desbordante.

—¡Sorpresa! —exclamó, sosteniendo una caja de regalo blanca envuelta con una cinta de raso carmesí, atada en un lazo grande en la parte superior. Se la entregó a su hermana menor, como si fuera un tesoro.

Sissel parpadeó, sintiendo un nudo en la garganta.

—¿Para mí? —logró articular, asombrada y un poco somnolienta.

Deshizo el moño delicadamente, nunca había sido una persona que recibiera regalos. Leyó la pequeña nota que reposaba sobre la bolsa de lino que resguardaba los patines:

«Para nuestra querida Sissy, sabemos cuánto amas patinar. Esperamos que estos te ayuden a crear recuerdos inolvidables. ¡Disfrútalos y diviértete! (pero no te rompas un tobillo cómo tu hermana).

Con cariño, Aundrey y Nate.»

Rió suavemente con la penúltima aclaración, el gesto de su hermana y su mejor amigo la había conmocionado profundamente

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Rió suavemente con la penúltima aclaración, el gesto de su hermana y su mejor amigo la había conmocionado profundamente. La idea de que alguien hubiera pensado en ella, que hubiera invertido tiempo y dinero en algo que sabía que le gustaría, era una sensación nueva y abrumadora.

Una ola de gratitud la invadió. Aquella mañana no solo recibió un regalo; era como si Aundrey y Nathan hubieran visto más allá de su timidez habitual y decidieran hacerla sentir especial.

Mientras contemplaba los patines, el suave acabado del cuero sintético invitaba a ser tocado, y las letras doradas que llevaban grabado su nombre: "Sissel", resaltaban con elegancia, recordándole que eran solo para ella. Eran tan preciosos, que incluso llegar a usarlos se sentía como un crimen.

Plegarias vindictas © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora