열다섯 (pt.1): no tan malo

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Caminaba por las frescas calle de su ciudad, directo al café que, a escondidas de Tzuyu, había quedado con él. Le emocionaba volver a verlo, volver a escucharlo y charlar como en los viejos tiempos. Seguía totalmente enamorado del chico; extrañaba la cálida sensación que sentía en su estómago al tomar su mano, siendo perfecto ese estado para la baja temperatura del día.

Cuando vio su destino, los nervios florecieron en sus mejillas, poniéndose un poco más rosadas, acompañando el color de su nariz. Inhaló el suficiente aire para llenar sus pulmones a su límite, vaciándolos casi al instante. Se relajó en un intento de enjaular sus ganas de llorar por los nervios.

Se encaminó a la puerta de vidrio e ingresó al lugar; flores de distintos colores decoraban este. Se sintió cálido en ese lugar, el frío en su cuerpo desaparecía poco a poco. Mas, sin embargo, seguía con los nervios de pie aún cuando intentó de todo para calmarse. Pero era de esperarse, los ejercicios de relajación que hizo duraron máximo tres segundos en lo que caminaba.

Recorrió con la mirada, buscando a su cita por algún lugar. Habían tantas personas, bulla relajante y un gran mostrador, pero no veía a Riki en ninguna parte. Se sintió un poco decepcionado; tal vez debió hacerle caso a Tzuyu.

Sus lágrimas daban aviso de aparecer, pero el sonido de la puerta golpear con la campana del café lo esperanzó. Volteó, curioso por quien ingresó ahí, esperando ver la alta silueta de él, y poder oler su rico aroma.

Se encontró con unos ojos marrones, los cuales convinaban perfecto con el olor a café del lugar. No eran los de Riki, pero pudo reconocerlos de inmediato: era Jaeyun.

Se decepcionó un poco, viendo como cada paso que daba era dirigido hasta él. Cuando el mayor lo alcanzó, sus lágrimas ya hacían brillar sus ojos, llenos de tristeza. Aquellos mismos miraron al chico, dándole una señal de atención.

Jake siempre le demostró desaprobación, nunca quiso que él y su amigo fueran más que salidas casuales; se oponía a cualquier interacción que tenía con Riki. No era de esperar que no se venía venir para nada lo que de su boca salió.

─Riki está afuera, un perro lo revolcó. Tú esperalo aquí ─una pizca gigante de felicidad invadió a Sunoo por la noticia, aunque claro que se le escapó una risa por el inconveniente; a Riki siempre debía pasarle algo.

Le pareció extraño que eso venga también de parte de Jake. Al parecer, después de todo, no era tan malo como lo había visto.

Él se fue, dejándolo clavado en el piso, sin poder moverse por culpa de su emoción. Su sonrisa era gigante, el calor de los nervios se marchitó por un momento ante la situación en la que se encontraba su cabeza.

Buscó una mesa para dos, dispuesto a esperar todo lo necesario; después de todo, él estaba ahí.

Luego de pocos minutos ─que se sintieron como una eternidad─ Riki había entrado. Estaba un poco desarreglado, su mochila se veía sucia y en su mano sostenía una sola rosa. Se emocionó al imaginarla tan bonita en su mano; esbozó una sonrisa.

Sus miradas se encontraron y, avergonzado, Riki avanzó directo a Sunoo. Agachó su cabeza al sentirse empalagado con los ojos del mayor, ignorando la linda sensación que sentía al reencontrarse.

Al llegar, el ambiente se tornó nervioso, mas no incómodo. El alto tomó asiento, conectando de nuevo sus ojos con las dos estrellas que tenía en frente suyo; pero no lo miraban a él, sino a la rosa solitaria entre sus dedos. Con vergüenza se la extendió, siendo aceptada con delicadeza.

─Era un ramo completo, pero el perro las necesitaba más que yo ─bromeó aún con nervios. Su voz se trababa, obligandolo a tartamudear. Aun así, en esa situación, Sunoo le agradeció amorosamente, disparando directo en su corazón.

Era hora de pedir disculpas.

𝙲𝚘𝚗 𝚜𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚢 𝚞𝚗 𝚑𝚎𝚕𝚊𝚍𝚘 〔sunki〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora