02. El poblado

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El joven príncipe notó como toda la luz del día pegaba directa en su cara después de que alguien corriera las cortinas. Sin abrir los ojos, se cubrió la cara con la manta y soltó un bufido, él quería seguir durmiendo.

-Buenos días alteza, es la hora de desayunar. -De nuevo, Juanjo estaba ahí, metido en la habitación del príncipe. Se encontraba de pie justo al lado de su cama, mirándolo fijamente con aquella mueca seria. Al ver que el menor no daba respuesta tuvo que volver a intervenir. -Los reyes están esperándole acompañados de su tía y su prima.

Se removió en la cama y abrió los ojos para mirarlo. Aquella mirada apagada por parte del más alto se clavaba en sus ojos creándole una sensación de incomodidad. No hizo falta que le dijera nada más, pues abrió las mantas para poder salir de la cama rápidamente, no quería aguantar esos ojos marrones claros sobre él pidiéndole que se levantara ni un segundo más.

El más mayor observó el desastre que tenía en el pelo, mechones en todas las direcciones y todo su pelo hacia arriba, realmente le hizo un poco de gracia como se veía el principe cuando se había acostumbrado a verlo bien arreglado siempre.

Cogió la ropa que debía de ponerse y se la dejó bien estirada en la cama. Lo volvió a mirar y pudo ver cómo el príncipe le pedía con la mirada si podía salir o al menos darse la vuelta. La respuesta de Juanjo fue rodar los ojos y girar sobre su propio eje mientras cruzaba los brazos.

Ambos chicos salieron de la habitación una vez que el principe estaba listo para bajar a desayunar, caminando el mayor detrás del menor. Observaba su nuca y su espalda, se fijó en lo fina que era su cintura y como volvía a ensancharse levemente cuando llegaba a la parte de las caderas y los glúteos. Básicamente le había hecho un buen repaso con la mirada y al darse cuenta la apartó rápidamente casi sonrojado. Debía de admitir que el príncipe tenía una buena figura, no era la primera vez que miraba su cuerpo, solo que antes debía de hacerlo de lejos y ahora, al tenerlo delante, podía fijarse mucho más. Aunque no era algo que le fuera a quitar el sueño, claro, le daba igual como se viera ese estúpido príncipe.

Llegaron a la gran mesa y la prima del príncipe lo recibió con una gran sonrisa. Se sentó junto a ella y empezaron a desayunar. De mientras, los adultos hablaban sobre cosas que no tenían mucha importancia para los más jóvenes.

Una vez que terminaron de desayunar, Martin y Chiara se pudieron escapar un momento para hablar a solas, sin tener que aguantar la presencia del sirviente nuevo.

-No puedo de verdad, esto me supera. -Se quejó una vez que se dejó caer sobre el sillón aterciopelado.

-A mi la verdad es que sí que me gustaría tener a alguien para que me hiciera todas esas cosas. -Dijo entre risas la inglesa para luego recibir una mirada terrible de su primo.

-No sabes lo que dices de verdad. -Pasó sus manos por su cara y suspiró. -Ayer tuve que aguantar como estaba ahí mientras yo me bañaba... si es que parece que tenga diez años.

-¿Pero qué más da?

-¿Cómo que qué más da? Que necesito intimidad, ¿no? -Martin la miró extrañado.

-Ya bueno, pero no veo que pusieras problemas cuando eran las sirvientas las que estaban a cargo de ti.

Y el principe puso aún más cara de confusión, no sabía a lo que quería llegar la peli negra.

-No te estoy entendiendo.

Chiara rodó los ojos ante la desesperación de que su primo no entendiera lo que estaba queriendo decir. Ni siquiera es que quisiera decirle algo, solamente hablaba y comentaba.

-A ver... al fin y al cabo no pasaría nada si un chico de casi tu edad te ve desnudo, ¿no? Él está ahí por trabajo y, bueno, debajo de la ropa el tiene lo mismo que tú, ya sabes. -Soltó una pequeña risa la chica al decir eso para luego seguir hablando. -En cambio, las sirvientas son mujeres... te tendría que incomodar más que te viera una mujer a que te viera un chico, o es lo que pienso yo. -Se encogió de hombros.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora