13. Sincero con el príncipe

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Cuando el sirviente lo escuchó decir aquello no pudo evitar que toda su cara se tiñera de color rojizo, esta comenzó a arder al igual que sus orejas. Se había dado cuenta de que desde que conocía al príncipe y hablaba con él se sonrojaba más de lo normal y era algo que no solía hacer porque nada le daba vergüenza ni le ponía nervioso.

Pero es que no entendía por qué le ocurría aquello. Porque notaba todo ese nerviosismo por todo su cuerpo algunas veces que hablaba con Martin, o cuando se sonrojaba por aquello mismo. Le extraba tanto que incluso le daba miedo. Le daba miedo porque no podía ponerse nervioso con el príncipe, era algo que estaba prohibido inconscientemente para él, era algo impensable, además de que no lo soportaba. No soportaba esa sonrisilla o esa suave voz que ponía a veces, o esas largas pestañas, o esa delicadeza con la que actuaba, o ese cuerpo esculpido por los ángeles, o ese buen olor que desprendía y que había notado cuando había estado algo más cerca de lo normal de él. No soportaba nada de eso, o igual no lo soportaba porque no soportaba la idea de no poder odiarlo.

-En realidad quería darte las gracias de verdad, Juanjo. -Comenzó diciendo.

-¿Las gracias?

-Sí, porque desde que pasamos tiempo juntos la verdad es que has hecho cosas por mi que me han hecho muy feliz. -Dijo mientras se le formaba una gran sonrisa en la cara, una sonrisa que hacía que sus ojos se cerraran levemente y los laterales de estos se arrugaran.

El castaño lo escuchaba con nerviosismo mientras lo observaba en su cama, arropado por él y algo más liberado, porque Salma había apretado demasiado las mantas contra su delicado cuerpo. Aquel cuerpo que le parecía a Juanjo que podía romperse si lo tocaba un poco.

-Me has presentado a tus amigas sabiendo que nunca he tenido de eso, y me has permitido conocerlas y tener una pequeña posibilidad de que también sean mis amigas.

Juanjo seguía mirándolo atentamente y sin mover ni un solo músculo de su cara o cuerpo mientras lo escuchaba. Estaba algo paralizado, quería escucharlo a la perfección. No quería interrumpirlo hasta que hubiera acabado, y es que escuchar los agradecimientos del príncipe hacia él lo hacía sentir demasiado bien y orgulloso de si mismo. Porque no había sido consciente hasta ese momento de lo mucho que había ayudado a una persona, y que fuera el mismísimo príncipe al que tanto había ayudado lo hacía sentir aún mejor.

-También has arriesgado tu propio trabajo llevándome al poblado para que pudiera conocerlo mejor y facilitarme el saber que es lo que pasa allí, a parte de permitirme conocer el mundo exterior, que sabes que es algo que ansiaba por hacer. -El menor solo se removía debajo de las mantas para acurrucarse mejor mientras hablaba.

Pudo notar cómo la mirada atenta de su sirviente estaba clavada en el, y comenzó a sentirse casi indefenso viendo cómo lo miraba el mayor. Con esa mirada fija, casi sin pestañear, viendo cómo sus ojos recorrían todo su rostro. Miraba sus labios para verlo hablar, luego sus ojos. Todo eso pudo notarlo Martin y fue lo que hizo que esa vez se pusiera nervioso él. Jugó con sus manos, con nerviosismo, se pellizcaba el pellejo de los nudillos sin dejar de hablar pero sin dejar de estar concentrado también en la mirada de aquel chico que estaba casi encima de él.

-Y esto último que has hecho por mi, invitarme a beber con tus amigas y dejarme que me lo pase así de bien. Has conseguido que me olvide de mis problemas, pero no por el alcohol, sino por lo bien que me lo he pasado. Gracias.

Y aquello último fue lo que hizo que Juanjo sonriera también. No era una sonrisa tan grande como la que no había podido dejar de poner Martin, sino que era una mueca más que otra cosa. Sus labios apretados y las comisuras de estos mirando levemente hacia arriba. Una sonrisa sincera, una sonrisa que le había salido sin querer.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora