14. Pieza de ajedrez

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El día siguiente comenzó con normalidad, como ya estaban acostumbrados todos. Martin fue despertado por su sirviente, de una manera delicada, acariciando su cuerpo por encima de las mantas. Cómo estaba tapado, no era lo mismo que acariciarlo directamente a él. Y aquellas caricias lo despertaron.

El príncipe se encontraba muchísimo mejor, ya no estaba mareado ni le dolía el estómago, así que el mayor lo acompañó a desayunar.

Antes de bajar juntos al comedor el sirviente le preparó las prendas de ropa para ese día, unas algo más abrigadas porque esa mañana hacía más frío de lo normal. Y es que parecía que el frío comenzaba a disminuir, pero por alguna extraña razón había aumentado en una sola noche. Tanto que incluso con la manta que había cubierto el cuerpo de Martin por la noche se había colado un poco el helor.

-Que frío hace hoy. -Dijo Martin mientras se abrazaba a si mismo y bajaban por las escaleras del castillo para dirigirse al comedor, donde lo estarían esperando sus padres.

-Hoy sí, por eso te he preparado ropa más caliente, igual que yo.

Dirigió su mirada a la ropa de Juanjo y asintió. A pesar de que debía de llevar el mismo uniforme que siempre, tenían varias prendas más calientes o más frescas por el cambio de temperatura.

Al rato llegaron al comedor y todo fue igual que siempre. Juanjo se quedó en una esquina de la sala mientras observaba como Martin se sentaba en su respectivo asiento mientras sus padres le daban los buenos días. Y, como era común, su madre no prestaba mucha atención en como estuviera su hijo, tampoco le preguntó cómo se encontraba después de creer que había estado enfermo del estómago. Sin embargo, el rey si que se dignó a preguntar y a preocuparse por la salud de su hijo.

-¿Cómo estás hoy? Salma vino a decirnos que habías vomitado.

Y ahí la reina levantó la mirada de su plato de comida y miró a su hijo, como si se hubiera acordado de que, supuestamente, había estado enfermo.

-Después del desayuno vamos a ir a ver al médico para que vea como estás. -Decidió Manon por si misma, poniendo de repente mucha atención en el príncipe.

-Pero estoy mejor Mamá, de verdad.

-Bueno pero tendrás que ir al médico, no sabemos lo que te ha pasado.

A Martin no le gustaba ir al médico porque le hacían cosas desagradables, como mirarle la boca y meterle artilugios que sabían fatal en esta hasta la garganta. Cosas muy feas que no le gustaba recordar.

Suspiró y comenzó a comer sin rechistar. Sus padres comenzaron a hablar entre ellos y Martin aprovechó para girar su cabeza y buscar consuelo en la mirada de su sirviente, porque últimamente era el único con el que estaba agusto. Le había estado cuidando la última noche y se había quedado con él hasta caer dormido. Hizo una mueca de desagrado y negó con la cabeza indicando que no quería ir al médico, parecía un niño pequeño.

Y la reacción de Juanjo fue encogerse de hombros, queriendo decirle que era lo que había y que debía de ir. Y es que no podía hacer nada, porque si por el fuera se lo llevaría lejos de allí y lo metería en un cajón bajo llave para que nadie le hiciera daño. Pero solo era ir al médico, no iban a hacerle nada malo.

Cuando terminaron de desayunar, Manon fue con el príncipe a la consulta del médico real, el cual estaba solamente a disposición de los miembros de la familia real, nadie más podía ser atendido por él. Era el mejor médico de toda Francia, y evidentemente tenía que estar en el castillo.

Juanjo salió del comedor rumbo a cualquier lado, la verdad es que sin Martin no sabía muy bien que hacer, pues se había acostumbrado a pasar tiempo con él y a organizar su tiempo para servirle. Así que comenzó a caminar por los pasillos, observando todos los retratos que había en las paredes de familiares de Martin, o del mismo príncipe. Se paró a ver uno donde salía agarrando un pequeño perro, y se preguntó donde estaba ese animal.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora