05. Ser consciente

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En cuando Juanjo escuchó como uno de los guardias acaparaba el mérito de haberlo encontrado sintió demasiada rabia por todo su cuerpo, más al recordar que cuando él fue corriendo hacia el príncipe para pararle los pies los dos guardias estaban riendo y tonteando con dos chicas jóvenes del servicio del palacio. Lo miró con la cara seria, algo común en él, y cruzó sus brazos para luego posar sus ojos encima del príncipe, el cual estaba pálido observando la cara de enfado de la reina.

Juanjo podía sentir la sensación que había en aquel momento y quiso huir para no tener que ver la escena que estaba apunto de montar la madre del príncipe, sus ojos estaban clavados completamente en su hijo esperando una respuesta por su parte. Miró a los guardias con algo de asco y pudo observar como sus caras desprendían burla hacia el joven príncipe, como si hubieran aprovechado el momento para joderlo. En ese momento incluso Juanjo sintió pena por aquel joven y se arrepintió un poco de haberlo parado, pero sabía que hubiera pasado si se iba.

—¿Podéis dejarme a solas con él? —Soltó la reina después de haber estado unos minutos tensos observando al principe, como si quisiera decirle todo lo que quería por telepatía.

Ambos guardias asintieron ante sus palabras y se marcharon de allí tan rápido como pudieron, habían conseguido joder a ese chico y ya no querían saber nada más del asunto. Pero en cuando el sirviente movió una de sus piernas e hizo el amago de salir la reina lo paró llamándolo por su nombre. Juanjo la miró con algo de susto, nunca había visto a la reina enfadada y nunca le había llamado la atención.

—Tú te quedas.

—¿Está segura, majestad? Puedo dejarlos a solas y esperar al príncipe fuera. —Quiso que lo dejara irse, no quería tener que soportar gritos de una madre hacia su hijo, iba a ser una escena muy incómoda.

—He dicho que te quedes.

Y Juanjo notó como todo su cuerpo se tensó ante la voz monótona de la reina. Siempre la había escuchado algo alegre, queriendo parecer una mujer buena. Pero él sabía que en el fondo no era así, que todo eran apariencias para hacer ver que la familia real era lo mejor que tenía Francia.

Tragó saliva torpemente y asistió mientras la miraba. Luego miró disimuladamente al principe, quien no había dejado de estar ni un momento pálido y con la mirada fija en su madre, era casi como si ella pudiera controlar sus acciones y lo tuviera mirando hacia ella en todo momento para no tener ninguna distracción.

La situación no era para nada agradable, ni para Martin ni para Juanjo. Menos aún cuando la reina se acercó a su hijo y le giró la cabeza del guantazo que le dió, haciendo que él también se tambaleara en su sitio. El pequeño se quedó con la cara cruzada mirando hacia Juanjo, con los ojos llorosos y muy abiertos mientras la piel de su mejilla comenzó a arder como nunca. Sentía una presión en el pecho aún más fuerte y su cuerpo comenzó a estar pesado.

Juanjo se sorprendió y tuvo la necesidad de caminar hacia ellos y llevarse al príncipe lejos de allí, pero no supo porqué y tampoco iba a hacerlo porque sino igual la ostia se la llevaba él, y tampoco es que le importase el príncipe como para arriesgarse así de aquella manera por él.

La reina agarró la cara de su hijo por el mentón apretando sus mejillas y haciendo que sus labios se arrugaran, giró su cabeza de una manera brusca e hizo que la mirara a los ojos.

—¿Eres consciente de lo que has hecho?

Pero el pequeño no respondió, estaba muerto de miedo y la presencia de su sirviente no ayudaba, no entendía porqué había hecho que se quedara ahí. Seguramente su único objetivo era humillarlo ante alguien nuevo, ante alguien que se suponía que debía de tenerle respeto.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora