09. Una disculpa

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Juanjo abrazó al rizado sin muchas ganas de hacerlo, queriendo que se fuera cuanto antes para poder seguir disfrutando de su momento a solas, aquel que había sido arrebatado de un momento a otro cuando más lo necesitaba.

Se separaron y ambos se miraron el uno al otro esperando a que el contrario dijera algo, pero el castaño solo quería estar solo, quería pensar en sus cosas y volver a relajarse como hacía un momento lo había hecho.

Álvaro solamente le sonrió y llevó una mano lentamente a la mejilla del contrario, la acarició con suavidad esperando un gesto bonito por parte de Juanjo, pero este solamente apartó la cara a los dos segundos de que el rizado le hubiera tocado.

—Gracias. —Rompió el silencio Álvaro sin dejar de sonreír. —Te voy a mostrar que vale la pena enamorarse de mi.

Y Juanjo solamente asintió para que se callara, para que Álvaro se quedara contento. Y no dijo nada más, no quería hablar más con él. Después de saber qué estaba enamorado de él no sabía si iba a poder volver a verle al burdel o ser su amigo. Se lo había dicho, sí, pero no estaba en sus planes hacerlo, seguramente le daría largas cada vez que lo viera. Ni siquiera sabía por qué le había dicho que iría a verlo, supongo que para que no hiciera nada raro.

—¿Puedo quedarme un rato contigo?

Y cuando Álvaro hizo esa pregunta Juanjo casi rodó los ojos queriendo que se fuera de una vez al poblado, no iba a aguantar más estar con él.

—Es mejor que te vayas, yo tengo cosas que hacer en el palacio. —Mintió, pero eso Álvaro no lo sabía.

—Oh... entonces me voy, no quiero que te digan algo por estar aquí fuera. —Se quedó pensando un momento. —Entonces, ¿por qué estabas tumbado en el césped cuando he llegado?

—Tenía unos minutos de descanso, pero bueno, ya los he gastado hablando contigo. —Juanjo tenía una mente muy ágil para poner excusas, pues llevaba toda su vida teniendo que ponerlas.

El rizado asintió y se despidió de él con un beso en la mejilla. Después de eso, se subió al caballo con ayuda del castaño y se marchó, aliviando a Juanjo.

El chico se quedó allí, en medio del bosque, solo, pensando en lo que acababa de pasar. Un chico le acababa de confesar sus sentimientos y a él no le había hecho ninguna ilusión. De hecho, no le había removido nada por dentro. Y en realidad odiaba esa sensación, esa sensación de no sentir absolutamente nada por nadie. Ni por Álvaro ni por otros chicos con los que se había acostado. Nunca se había enamorado, ni había tenido una relación. Tampoco es que pudiera, iba a sentirse más encerrado de lo que ya se sentía y no iba a poder expresar su amor públicamente, así que prefería no sentir nada nunca.

Caminó de vuelta al palacio y cuando llegó al inicio del jardín pudo observar a su amiga Ruslana hablando en la puerta con uno de los guardias de Martin, aquel chico alto y moreno que se llamaba Omar. Levantó una ceja al ver la cercanía que tenían ambos y se acercó con los brazos cruzados. Suponía que todo estaba bien porque creía que a su amiga le gustaba aquel chico, pero era muy mayor para ella y Juanjo era un poco sobreprotector con sus amigas.

Cuando el moreno vio de reojo como una figura se acercaba a ellos, giró la cabeza para ver de quién se trataba y al ver a Juanjo rodó los ojos. Le dijo un par de cosas a la pelinegra y se marchó de allí antes de que Juanjo llegara. Ruslana vio como se iba y giró su cabeza para ver a Juanjo, sonrió muchísimo y se acercó a él para abrazarlo.

—¿Hablando con el chico que te gusta? —Se separó del abrazo para mirarla.

La pequeña frunció el ceño y se cruzó de brazos, le daba mucha rabia que no se diera cuenta de las cosas pero no le iba a decir nada.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora