12. Evitar su contacto

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Llegaron al establo del palacio más rápido de lo que pensaban, y es que tal vez Juanjo le había metido un poco más de prisa al pobre animal para llegar cuanto antes. La chica se guardó la botella y Juanjo le indicó que fuera a su habitación rápidamente, que iba a buscar a Martin y volvía.

Y de un momento a otro, el chico se dirigía hacia la habitación del príncipe. No como se había acostumbrado a hacer, pensando en que le esperaba un largo día estando atento al menor, sino para invitarlo a pasar un buen rato con él y con sus amigas. Era algo surrealista, un mes atrás Juanjo no se lo hubiera imaginado. No se habría imaginado nunca que iba a estar camino a la habitación del príncipe para invitarle a beber una botella de vino que ni siquiera era suya.

Tampoco sabía cómo estaba el príncipe de humor, si estaba enfadado por lo de la biblioteca o si se le había olvidado. Pero intentó no pensar mucho en eso y dejarse llevar.

Al tocar a la puerta del principe este le abrió casi inmediatamente, como si estuviera esperándolo. Y cuando lo vio le abrió más la puerta para que pudiera entrar, pero al ver que el sirviente no entraba ladeó la cabeza y se quedó quieto.

—Tengo una propuesta para ti.

Martin se había pasado toda la mañana solo y aburrido. Justo había acabado de comer, así que se disponía a dormir un rato antes de que el mayor hubiera tocado a la puerta. Había echado en falta un poco la presencia del castaño, pero solo un poco. Porque, aunque muchas veces lo sacaba de sus casillas, era el único que conseguía que su vida fuera un poco más interesante.

—Dime.

Le había parecido divertida la forma en la que Juanjo le había dicho aquella frase. Como si estuvieran apunto de jugar a algo, como si Juanjo hubiera cambiado su forma de ser y quisiera que Martin se lo pasara bien un rato.

—Pero es un secreto.

—No diré nada, dime qué es ya.

Martin estaba algo desesperado en saber de qué se trataba y quería saber porque Juanjo le ponía tanto misterio. ¿Le iba a contar un secreto? Le parecía increíble, le parecía la persona más cerrada del mundo, una persona que no contaba nada que fuera secreto a nadie.

—No vas a decir nada, ¿no?

—Que no, pesado.

—Bueno.

El pequeño frunció el ceño cansado de que pareciera que el mayor se estaba riendo en su cara, como si no tuviera nada que decir y solo quería ver la cara que ponía. Eso fue así hasta que Juanjo se dignó a decir lo que estaba pensando.

—Almudena y yo hemos conseguido una botella de vino. ¿Quieres venir y la compartimos con ella y Ruslana?

Pero Martin quitó cualquier mueca de emoción que estaba dejando escapar y lo miró con la cabeza ladeada, como si estuviera confundido. Y Juanjo no entendió a que vino esa cara, pensó que había sido totalmente claro.

—¿Vino? ¿Qué es eso?

El más alto abrió sus ojos al comprender que tal vez el príncipe no conocía las mismas cosas que él. Pero no pensó en ningún momento que era tonto o intentó humillarlo por no saber aquello. En cambio, fue muy comprensivo y trató de explicarle lo mejor que pudo al menor lo que era el vino. Comprendió también que habían muchas cosas que el chico no sabía, cosas que tal vez eran normales para él pero que para Martin no. Y entendía que era porque su madre no le había enseñado ciertas cosas, cosas que no eran propias de un príncipe o de un chico joven. Apostaba lo que fuera a que tampoco sabía lo que era el sexo, o las personas homosexuales, seguramente tampoco sabía lo que era un burdel y entonces Álvaro hubiera quedado como un completo idiota intentando explicarle que era un sitio donde las personas practicaban sexo, cosa que seguramente le hubiera tenido que explicar también. Igual se había preocupado demasiado por todo innecesariamente.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora