03. Puedes mirar

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La cara de Martin exponía el enfado que tenía por culpa de la impuntualidad de su sirviente. Había cruzado sus brazos, lo miraba con los ojos entrecerrados y los labios apretados. El contrario solo podía mirarlo sin decir nada, sabía que no tenía excusa y que no tenía derecho a reprocharle nada.

—¿En serio? Te dije que antes de cenar estuvieras aquí.

El castaño suspiró y asintió. —Lo siento alteza, no volveré a tener un despiste así.

Pero el príncipe solo pudo fruncir más el ceño de lo que ya lo tenía. —¿Despide? He tenido que mentirles a mis padres sobre donde estabas, casi me pillan mintiendo y encima te hubieran echado a la calle, eso no es un pequeño despiste.

Pero el orgullo de Juanjo valía más y no sé podía quedar callado a pesar de saber que el contrario tenía razón.

—Perdone pero fuiste usted quien me pidió que saliera y me tomara el día libre.

—Agh deja de hablarme así como si fuera un señor de cuarenta años, lo odio. —Levantó las manos al aire y se dió la vuelta para empezar a caminar.

Juanjo solo lo siguió y cerró la puerta detrás de él.

—No puedes excusarte, te dije que podías salir y que volvieras antes de la cena. —Siguió hablando mientras gesticulaba con las manos de una manera exagerada, caminaba a un par de metros de distancia del castaño, quién lo miraba empezando a apretar sus labios.

—Ni que me hubiera pasado la noche fuera.

El más bajo paró en seco y giró sobre su propio eje para mirar al alto, con una cara de estar aún más cabreado.

—Me da igual cuanto te hayas atrasado Juan José, en esta casa el tiempo es oro y los padres que me han tocado son demasiado estrictos, ni siquiera te debí de haber dejado salir.

—Pues no me hubieras dicho que podía salir.

Martin soltó un bufido, le estaba dando tantísima rabia sus contestaciones que le daban ganas de saltar sobre él y matarlo. No estaba entendiendo lo que le quería decir y eso le daba mucha rabia.

—Olvídalo, ¿vale?

Decidió acabar con aquella conversación porque sabía que no iba a ninguna parte, solo quería que fuera consciente del cargo que tenía y que cualquier paso en falso podía arruinar su vida, trabajar para un miembro de la realeza en concreto era más complicado de lo que él creía.

Caminaron hacia la habitación del principe sin soltar una sola palabra, debían de soportar ese ambiente incómodo que habían formado entre los dos. El mayor solo podía pensar en lo insoportable que era el principe y Martin en lo cabezota que era el contrario, le iba a costar tanto tener que aguantarlo tantas horas al día.

—¿Le has dicho algo a los reyes?

Martin giró su cabeza para mirarlo por encima del hombro mientras disminuía la velocidad de sus pasos, de aquella forma dejó que el más alto se colocara a su misma altura y dejara de caminar tras él.

—¿Sobre qué?

—Pues sobre qué he llegado tarde y que he estado casi todo el día por ahí sin estar pendiente de ti.

Pudo notar cómo el castaño parecía algo nervioso y angustiado con el tema. Pero él no era de los que querían joder a otras personas por un error. Sabía lo mucho que se había estado esforzando el sirviente a lo largo de esos años para que, por algo en lo que había fallado por primera vez, lo pudieran echar.

—Sí. —Dijo falsamente el príncipe para asustar al mayor.

La reacción de Juanjo fue abrir los ojos y agarrar del brazo a Martin para hacer que parase de caminar.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora