19. ¿Pillados?

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El tiempo se detuvo un par de segundos, el alcohol estaba haciendo de las suyas y Juanjo y Martin de estaban jugando el cuello al poder ser sorprendidos por alguien. Lo que estaban haciendo, a ojos de la sociedad, estaba mal. Dos chicos besándose, juntando sus labios. Juanjo seguía con los ojos abiertos, y Martin parecía disfrutar aquel pequeño beso que le había robado al mayor, sonreía tiernamente y había hecho el amago de llevar una de sus manos a la mejilla del castaño.

-Ruslana, no tienes razón.

Se escuchó la voz de Almudena salir por la puerta principal, aquella puerta que tenían a un escaso metro de distancia.

-¡Sí que la tengo! -Gritó la pelinegra en respuesta de su hermana.

Y aquello bastó para que el príncipe no pudiera posar su delicada mano en la sonrojada mejilla del sirviente. Porque este se separó tan rápido como pudo al escuchar las voces de sus amigas. Tenía la respiración agitada, los nervios a flor de piel y su cara estaba completamente sonrosada. Solamente había sido un besito, pero aquello había bastantado para crear ese efecto en el más alto. Algo que nunca había sentido.

Pero algo que también le puso taquicardico fue saber que habían estado apunto de ser pillados por Ruslana y Almudena dándose un beso. Algo que llevaba desde pequeño ocultando a la gente había estado en peligro por culpa del príncipe, por actuar sin antes pensar.

Y podría ser que en otra situación no lo hubiera apartado, podría ser que en otra ocasión hubiera colado sus grandes manos por la ropa del menor. También podria ser que si no hubieran estado en el exterior hubiera sido Juanjo el que hubiera intensificado aquel beso tonto y juguetón que le había dado el príncipe. Pero ¿era tan tonto como él creía? ¿Debía de restarle importancia? No era algo con lo que le gustaba jugar.

Agarró al príncipe por los hombros y miró detrás de él para comprobar que no los habían visto. Y para su suerte, ambas chicas se habían quedado en la puerta de la entrada contemplando el paisaje desde ahí. Suspiró aliviado y se levantó del banco con cuidado de no hacer mucho ruido, luego agarró la mano del menor para levantarlo también del banco. Se fijó en que este estaba algo paralizado, ya no sonreía y parecía tener una mueca triste.

-Vamos. -Susurró al mismo tiempo que se alejaban del banco y caminaba en dirección contraria a Almudena y Ruslana para dar la vuelta al castillo.

Pero la rubia lo escuchó, y cuando giró su cabeza hacia el sonido lo único que pudo ver fue al príncipe salir corriendo de allí. Lo que la extrañó fue ver que alguien agarraba su mano, una mano bastante familiar para ella y que para nada era de una chica.

Juanjo siguió agarrando la mano de Martin mientras caminaba apurado hacia otra entrada más secreta que tenía el palacio. Pero la mente del pequeño no estaba en lo que tenía que estar. Estaba triste, y aunque el no sabía lo que era estar triste lo estaba. Sentía aquella presión en el pecho que tanto odiaba, esa sensación de cuando pasaba algo que no le gustaba. Pero, ¿cómo iba a poder describir algo que no sabía que existía? Él simplemente sabía que cuando su pecho se comprimía era que algo no estaba bien, era que él no estaba bien. Y ver cómo aquel chico agarraba su mano mientras casi corría le apretó el pecho un poco más. ¿Por qué huía? ¿Por qué lo hacía con él? Tal vez no tendría que haber besado a su sirviente, pero era lo que su cuerpo le había pedido, era lo que su corazón le había pedido hacer. Porque tenía tantas ganas de besarlo, tenía tantas ganas de abrazarlo y que Juanjo lo abrazara. Y es que su corazón estaba empezando a ser suyo, en realidad todo su ser comenzaba a ser parte del sirviente. Y le daba igual pensar eso, le daba igual que él supiera que Martin era suyo. Pero, ¿por qué parecía que no quisiera que fuera de él? Sabía que no podía amar a las mujeres. ¿Y los hombres? No respondió aquello hacía un rato atrás. Él estaba seguro de que no era una mujer. Si a Juanjo le gustaban los hombres él podía querer que Martin fuera suyo, porque Martin estaba dispuesto a entregarse en cuerpo y alma. Y tal vez era algo extremo, porque hacía unos días que Martin acababa de descubrir que deseaba a Juanjo. Pero tal vez, y solo tal vez, aquellos sentimientos estaban desde hace más tiempo.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora