16. Reconocer lo que siento

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Se tiró rápidamente de rodillas en la nieve justo al lado del cuerpo inconsciente de Martin. Empezó a quitar todo el exceso de nieve que tenía encima y cuando su cuerpo estaba totalmente descubierto le dió la vuelta con todo el cuidado posible. No sabía nada, ni si estaba grave o no. Tenía miedo de que le hubiera pasado algo.

En cuándo pudo tener al príncipe boca arriba encima de la blanca nieve vio lo destrozada que tenía la cara. Había más sangre que cara, ambos ojos estaban morados e hinchados al igual que su nariz, esta y el labio tenían sangre seca. Estaba tan mal que incluso Juanjo sintió como se le removía el estómago al verlo así. Y pudo notar cómo toda la rabia que podía tener dentro le recorría las venas. Apretó sus labios y comenzó a colocar con delicadeza a Martin en sus brazos.

Agarró su cabeza y luego colocó su brazo en su cuello. Con el otro brazo agarró sus piernas. Lo sujetó de una manera segura para él, para que su cabeza no se moviera demasiado y no le hiciera más daño del que ya le habían hecho. Por como estaba era evidente que alguien le había hecho eso, y no era una simple caída.

Mientras caminaba torpemente por la nieve intentando no tropezarse, miraba de vez en cuando al chico que tenía en sus brazos. Estaba helado, y aunque estuviera inconsciente su cuerpo temblaba. No sabía cuando tiempo había estado sepultado bajo la nieve, pero temía que lo suficiente como para que pudiera morir. Ya conocía muchas muertes por el frío y no quería que Martin fuera el siguiente.

De vez en cuando lo llamaba por su nombre por si acaso reaccionaba y abría los ojos, pero no había manera. Y de pronto un miedo irremediable se apoderó de su cuerpo. Tuvo mucho miedo de que realmente le pasara algo grave. De qué muriera o de que se quedara dormido para siempre.

-Aguanta Martin, por favor... -Su voz temblaba de la rabia y el miedo.

Y, después de tantas dificultades, logró llegar hasta la puerta del castillo. En ese momento, ambos guardias colocaron sus miradas sobre el cuerpo de Martin y se acercaron preocupados. Y a Juanjo le faltó un segundo para gruñirles, como si se estuvieran acercando a lo que era suyo.

-¿Qué ha pasado? ¿Está muerto? -Preguntó Omar.

Pero Juanjo chirrió los dientes y paró de caminar en seco. Los miró de una manera tan amenazante que incluso logró intimidarlos.

-¿¡Que qué ha pasado!? Qué sois unos hijos de puta... ¡Eso pasa! Qué no sois capaces de hacer bien vuestro trabajo ni una sola maldita vez, que solo tenéis que ir detrás del principe cuando está fuera, solamente vigilarlo de lejos. Pero ni eso, os pasáis el día hablando de vuestra mierda de vida en vez de estar centraros en lo que tenéis que estar. Y por vuestra culpa un inocente ha estado a punto de morir, ¡joder! -Se quedó unos segundos mirándolos con la respiración agitada y con la cara roja de la rabia que llevaba acumulada. -Me voy a encargar yo mismo de que os arrepientais de esto... de no haber cuidado de un pobre chico que solo quería disfrutar de la nieve. ¡Mirad cómo ha acabado! Qué asco dais.

Y, después de soltar todo aquello, se adentró en el castillo en busca de ayuda. No sabía bien a donde ir, no sabía si avisar a los padres o llevarlo directamente a la consulta del médico.

Pero en el momento que Juanjo caminaba de una manera rápida mientras llevaba a Martin en brazos, este comenzó a notar como el calor que trasmitían los brazos del sirviente lo iba despertando poco a poco. Iba entrando en consciencia al notar el contacto del castaño, e inconscientemente se acurrucó más en sus brazos, buscando cobijo y entrar más en calor. Se sentía a salvo en sus brazos, como si fuera lo único que necesitaba en ese momento para estar bien, para recuperarse de lo que le acababa de pasar.

Y cuando abrió un poco sus ojos notó como si una luz lo deslumbrara, como si quien tuviera delante fuera un ángel. Y al darse cuenta de que quien lo tenía en brazos era Juanjo, su corazón comenzó a latir con mucha rapidez. De repente, todo empezó a ir a cámara lenta, pareció como si el tiempo se estuviera deteniendo lentamente.

El deseo de ser tu príncipe || JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora