Capítulo 20

43 2 0
                                    

Vancouver

No se porque dije que sabía manejar el periodo de las mujeres. Hace dos días cuando deje a Kaia en el trabajo luego de la noche tan.. intensa, que compartimos. Ha sido una montaña rusa de emociones y situaciones, no le ha ido bien en el trabajo porque esta irritada, ha tenido varios encontronazos con clientes porque le cuesta controlar su temperamento y lleva varios días paranoica y ansiosa. Me estoy comenzando a estresar y eso solo le va a traer más malestar a ella.

–Entonces, la señora dijo que no tenía ganas de seguir escuchando mi palabrería. –Argumento furiosa mientras caminábamos hasta su departamento–. ¿Puedes creer que no le intereso que le dijera la forma correcta de administrarle los medicamento a su gato?

–Si cariño ya lo creo. –Voltee la mirada hacia ella levemente, su ceño fruncido y sus mejillas rosadas la hacían ver adorable cuando estaba molesta. De repente se detuvo en seco, sus ojos se abrieron como platos y juraría que su piel se volvió más pálida. Seguí su mirada y no había nada fuera de lo común delante de nosotros–. ¿Estas bien? –Pregunte preocupado mientras me colocaba frente a ella y acariciaba levemente sus hombros.

–Y-Yo.. juraría haber visto a alguien.

–No hay nadie copito, estas demasiado agobiada. ¿Qué te parece si vamos a comer algo? ¿O prefieres tomar un chocolate? –Nada funcionó, seguía en su trance sin decir nada más, su mirada era.. indescriptible. Había miedo, mucho miedo, pero sobre todo podía ver angustia y asombro. Comenzaba a preocuparme, así que la zarandeé un poco para intentar que reaccionara, acción que fue totalmente en vano–. ¡Kaia! –Eso aprecio traerla de vuelta a la realidad.

–Llévame a casa.. por favor.

Al cruzar el umbral de la puerta, Kaia entro directamente a su habitación. Espere algunos minutos, pero al ver que no salía decidí ver que sucedía, toque varias veces, pero ella no respondía y la puerta se encontraba cerrada. La agonía comenzaba a desesperarme, intente de todas las formas posibles abrir la puerta.. y créanme.. todas. Intenté utilizar un destornillador, todas las llaves que encontré en su llavero, hice palanca con una espátula de cocina y nada parecía querer abrir la puerta de los cojones.

–Preciosa.. cariño.. –Una risa algo sínica salió de mis labios–. Necesito que abras la puerta, porque creo que si no lo haces subiré a casa de tu vecino y me aventare desde su ventana hasta llegar a la tuya. –Precisamente esa idea que acababa de mencionar era la única que no había intentado. ¿Qué podía morir en el intento? Quizás ¿Qué tenía otra opción más realista en la mente? Para nada. Me encamine hasta la entrada cuando escuche el cerrojo y la puerta de la habitación abrirse.

Me va a dar un infarto.

—¿Cariño? —Sus ojos encontraron los míos y mi corazón se rompió en mil pedazos. Tenía marcas de lágrimas en todo su rostro y su pequeña nariz estaba roja. Un llama se encendió en mi interior al pensar lo mal que lo estaba pasando y que decidiera encerarse en lugar de venir an mis brazos.

Lo dejé pasar y fui yo el que tomó acción, me acerqué an ella y la envolví en un abrazo fuerte y reconfortante. Cuando sus brazos se aferraron a mi cintura, un sollozo salió de sus labios.

—Lo siento. —Dijo entre sollozos. Dejé un beso en su cabeza y acaricie su cabello.

—No te disculpes, siempre que necesites tu espacio te lo daré. Pero llevas muy agobiada todo el día y eso me preocupa nena.. —Suspire cuando la sentí aferrase más a mí.

Nos mantuvimos en esa posición unos largos minutos, ella aferrada a mí, yo aferrado a ella. Porque sin darme cuenta era algo que yo también necesitaba, así que cuando nos separamos, no dudé dos veces en hablar.

Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora