Capítulo 7

38 3 0
                                    


Solté un gran suspiro, el día en el trabajo estaba siendo completamente aburrido. Hoy no tuvimos tantos clientes como era habitual, Esteban lo llamaba "el día muerto de la semana" generalmente dos de nosotras podían irse temprano o simplemente nos quedábamos haciendo chorradas sin sentido hasta terminar todos muertos de la risa. Aina no debía venir hoy, así que estábamos todos más que agradecidos ya que esto sería la gota que colmaría el vaso para la poca paciencia que Esteban parece tener hoy. Se encontraba de muy mal humor, así que nosotras hacíamos lo que sea que dijera sin discutir.

–¿Qué diablos le pasa al Ken hoy? –Intente no reír. Fracasando totalmente.

–Sinceramente, no tengo ni la más mínima idea.

–Desde la mañana esta así. –Exclamo Mery, que fue la primera de nosotras en llegar en la mañana.

–Estuvimos hablando antes de que comenzara nuestro turno y entro a reclamar que porque estábamos perdiendo el tiempo. –Mencionó irritada. Esteban nunca era así, por eso nos sentíamos fuera de nuestra zona de confort.

–¿Por qué no dejan de hacer nada y me ayudan aquí? –Protestó claramente molesto de vernos hacer "nada" cuando en realidad no había nada que hacer.

Vi como Mery estaba a punto de abrir la boca, pero le hice un ademan para que supiera que yo me encargo. Ella no se caracterizaba por tener la palabra "sutil" en su vocablo.

–Esteban, ¿podemos hablar? –Sus ojos color miel conectaron con los míos, pude ver como un leve destello aparecía en ellos, pero desapareció de inmediato, volviendo a esa mirada fría que tenía desde que llego.

–Podemos hablarlo en otro momento.

–Es algo urgente. –Intentó esquivar mi insistente mirada.

–Tenemos algunas cosas del trabajo que son más urgentes. –Ahora sí que tenía mi paciencia en el límite. Respira Kei, respira.

–Esteban, la clínica está vacía. –Vi como arrugaba con las manos los papeles que sostenía, como si intentara controlarse. No lo pensé dos veces y lo abrace con fuerza, como si sintiera que eso podría aliviar el estrés que había estado acumulando sin razón aparente. Por lo visto funcionó, pude sentir como comenzaba a relajar sus músculos a pesar de que no correspondía a mi abrazo. Algunos segundos después Jullie y Mery se unieron algo desconfiadas.

–Vale, ustedes ganan. –Las tres lo soltamos y lo miramos con una sonrisa, aunque el seguía con su semblante serio, se le notaba más relajado y sin menos ganas de destruir el mundo–. Lamento haberme comportado como un idiota.

–Y vaya que si. –Le di un codazo a Jullie y esta soltó un quejido mientras pasaba su mano por el área afectada intentando disipar el dolor.

– Jullie, Mery, pueden irse a casa. Aún quedan un par de horas, pero no creo que sea necesario tenerlas a todas. –Ellas sonrieron mientras asentían y se despedían de forma alegre. Voltee mi mirada hacia Esteban que me observaba curioso y con la mejillas.. ¿sonrojadas?

–¿Qué te pasa? –Quizás frente a Jullie y Mery no lo diría, pero a mi si me dirá que diablos le sucede, aunque quisiera negarlo algunas veces sabía que nuestra relación era más estrecha que la que tenía con las chicas. Y eso me aterraba un poco.

–No te preocupes, es solo algo personal. –Desvió la mirada, evitándome.

–Esta bien, pero nosotras no tenemos la culpa de tu mal humor de ogro. –Una pequeña sonrisa salió de sus labios y eso relajo el ambiente.

–Tienes razón, lo siento.

–Te conozco lo suficiente como para saber que no eres así sin razón aparente. – Pase por su lado hasta tomar los papeles que había dejado caer cuando las tres lo abrazamos–. Ten. –Se los tendí una vez me encontraba frente a su figura, demasiado cerca diría yo, pero él solo me miraba de forma fija, como si estuviera teniendo un debate mental respecto a su próximo movimiento.

Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora