Capítulo 17

28 3 0
                                    

Menudos días más aburridos.

Últimamente todo habían sido un desastre, primero cortaron la electricidad en el edificio para poder realizar unas reparaciones que terminaron causando daños en la calefacción y el calefactor de agua. Vancouver y yo estuvimos pasando frio y ocupando cuatro abrigos y tres pares de calcetines incluso para dormir. Aunque no me malinterpreten, tenerlo a mi lado hizo que todo fuera menos estresante, utilizamos de excusa el frio para que yo durmiera sobre él cada noche y nos pasáramos las tardes besándonos mientras veíamos alguna película sin sentido en el sofa. Luego tuvimos que ir al mercado a comprar unas cosas para la despensa y a la hora de volver al auto nos dimos cuenta de que una señora había aparcado demasiado cerca de nosotros y no había forma de salir. Así que tuvimos que esperar cuarenta y cinco horrorosos minutos a que la –para nada– amable mujer decidiera salir.

Mi mano había mejorado muchísimo, justo se acaba de cumplir la semana y media en la que debía guardar reposo y ya solo debía tener un leve vendaje para cuidar la herida, pero podía realizar mis cosas diarias con mayor comodidad, aunque Vancouver seguía intentando hacerlo todo.

–Copito, mañana tengo dos sesiones temprano en la mañana y una en la tarde. ¿Quieres venir conmigo o prefieres quedarte en casa? Puedo dejarte a Scoisa para que junto a Sofie te hagan compañía. –Este tipo de pequeñas acciones eran las que habían hecho mis días mejores, Vancouver siempre buscaba hacerme sentir cómoda e incluida. Cada vez que debía salir me avisaba y me dejaba un beso tierno en la frente antes de irse, me enviaba un mensaje cuando ya estaba de regreso y a veces me enviaba una que otra foto de lo que estaba haciendo. Siento que volví a mis diecises años y que es mi primer novio, somos como adolescentes enamorados.

Aunque debo admitir que también me asusta, siento que vamos muy rápido en este poco tiempo que ha transcurrido y no me gusta ese sentimiento. Dicen que las cosas que rápido empiezan rápido acaban, porque no fueron las cosas suaves y solo nos dejamos llevar por la belleza del momento y las hormonas. Debemos hablar, sobre todo en general, pero me asusta demasiado.

–¿Dejaras que vea tu estudio de edición? –Su cuerpo se tensó un poco. Hacia unos días habíamos hablado sobre su trabajo y me conto que su estudio era su espacio sagrado, nada ni nadie a excepción de Scoisa entraba ahí con el.

–Cariño ya hemos hablado de eso.. –Y no mentía, cada momento en el cual había tenido la oportunidad de preguntar recibía la misma respuesta.

–No te preocupes por mí, creo que puedo hablar con Esteban para volver mañana de nuevo al trabajo. –Comenté cambiando el tema de forma drástica. Sus nudillos se pusieron algo pálidos cuando su mano se aferró un poco más al volante. No le gustaba la idea.

–¿Estas segura? ¿Y si mejor pides unos días más?

–A ver guapo, llevo una semana entera en reposo, a penas los últimos días me has dejado hacer una que otra cosa. ¿Qué más quieres que descanse? Mis cuentas no se pagan solas. –Exclame con sarcasmo mientras reprimía una risa.

–Podemos recaudar dinero vendiendo pasteles, así hacia mi abuela cuando era niño. Bueno, no, olvídalo. Serías capaz de comprar pasteles ya hechos y venderlos como tuyos. –Un sonido de sorpresa salió de mis labios mientras llevaba una mano a mi pecho falsamente ofendida.

–¿Acabas de insinuar eso solo porque nunca me has visto cocinar algo y piensas que solo vivo de cosas precocidas? –Volteó la mirada hacia mi levente.

–En efecto. –Puse los ojos en blanco y volteé la vista hacia la carretera. Iba a continuar nuestra falsa discusión cuando el tono de mi teléfono nos tomó por sorpresa, era una llamada de mi madre.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora