Capitulo 6

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Vancouver

Abrí el armario buscando que rayos iba a ponerme. No, no era una cita. Era un encuentro casual –quizás no tan casual– de dos amigos –sinceramente no creo que seamos tan amigos– que van a ir a comer algo –no me extrañaría que ni siquiera se aparezca–. Opte por una camisa sencilla color negro, me coloque encima un suéter cuello de tortuga y un pantalón del mismo color. Arregle mi cabello hacia atrás y me coloque un poco de perfume antes de salir, no sin antes tomar un abrigo color piel y una bufanda para no morir de frio. Bringen estaba a unos veinte minutos a pie del estudio y, por ende, a treinta de mi casa. Asi que camine a paso rápido por el horrible frio que calaba en mis entrañas, me negaba a sacar el coche solo para ir hasta allá.

Al llegar entre rápidamente y pedí una mesa para dos y un café. Coloque las manos de forma que rodearan la taza y un suspiro de satisfacción salió de mis labios cuando el calor comenzó a pasarse a mis manos. Observé la hora, tres y cuarenta y cinco, comencé a beber mi café mientras observaba las vistas. Bringen se encontraba en medio de la zona norte de Reine, así que estaba rodeado de grandes montañas y de los característicos edificios de paredes rojas y techos grises. El olor a café y canela inundaba la estancia, era un local sencillo. Paredes y suelo de madera oscura, mientras que el techo, las sillas y las mesas estaban decoradas de un color blanco que ayudaba a realzar la luz que entraba por el gran ventanal de cristal.

Colocado de forma estratégica he de decir, ya que daba directo a la gran vitrina decorada con diversos postres; rollos de canela, tartas de zanahoria, chocolate y queso, croissant, donuts rellenos, tarta de moras, brownies con caramelo y nueces, en fin, un paraíso de sabores varios. La campanilla de la puerta me saco de mis pensamientos, un olor a coco inundo mis fosas nasales y por un momento me sentí hipnotizado. Sacudí la cabeza y levanté la mirada hacia ella. Tenía un suéter color gris claro bajo el gran abrigo color piel que le llegaba debajo de la rodilla, sus piernas estaban cubiertas por unos pantalones quizás un tono más oscuro que su suéter y tenía unas botas altas a juego con su abrigo que se veían en perfecta sintonía con su cabello. Se acerco a paso rápido.

–¿Tú acaso no sabes lo que significa la palabra no? –Negue con una sonrisa y ella pareció enfurecer.

–Estas aquí. –Exclame con obviedad–. Eso me hace ver que tú tampoco sabes lo que significa.

La observe con una sonrisa y le hice una seña para que tomara asiento, ella respondió con un suspiro mientras tomaba asiento.

–Y bien ¿Cómo estás?

–¿Qué es lo que quieres? Porque permíteme decirte que no tengo ni la más mínima idea de que estamos haciendo aquí. –Se cruzó de brazos y evito de una forma bastante descarada mi mirada.

–Disculpa, ¿podría traernos un chocolate caliente y otro café con leche por favor? –El chico asintió sonriente.

–Vancouver te estoy hablando. –Pude notar como levanto la voz, al igual que varias personas a nuestro alrededor.

–Eh, tranquila.

–Por aquí las bebidas ¿Puedo ofrecerles algo más? –El chico nos miró atento, solté una leve risa al ver como ella miraba embobada el líquido color café.

–Un rollo de canela y tarta de moras por favor. –Terminé la taza de café que había pedido antes de que ella llegara y comencé a tomar la nueva, definitivamente necesitaba algo de calor si quería comenzar a hablar de forma coherente–. Y, ¿cómo estás? –Pregunte nuevamente, ella pareció dudar un poco antes de dar una respuesta.

–¿Cómo sabes que no me gusta el café? –¿Acaso tenía algo en contra de decirle a alguien como estaba?

–Siempre que teníamos algunas sesiones y Esteban ofrecía comprar café, notaba que había un vaso particular que siempre te dejaban a ti. Hasta que un día descubrí que era porque no te gustaba el café y te compraba un chocolate caliente, todo es cuestión de observar los pequeños detalles para ir con éxito en situaciones como estas. –Y de esuchar conversaciones ajenas, pero eso no tenia porque saberlo. Le lance un guiño y ella me miro con los ojos entrecerrados, el mesero se acercó en ese mismo instante a dejar los postres sobre la mesa mientras se retiraba luego de decir que le notificáramos si necesitábamos algo más–. Se que te gustan los rollos de canela, así que definitivamente vas a amarlo.

Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora