Capítulo 2

35 6 0
                                    

Maratón 2/5

Vancouver

–Venga ya, Scoisa no puedes salir corriendo cada vez que un maldito armiño corre delante de nosotros. –Solté una risa al ver como movía su peluda cola emocionada prestando una nula atención a mi comentario.

Exhale con fuerza y continuamos subiendo, desde que ambos nos mudamos a Reine tomamos al menos un fin de semana al mes para subir la montaña y quedarnos en la pequeña cabaña que compre hace algunos años. Aunque el estudio de fotografía ha mejorado con el tiempo, no va de maravilla, claro está, pero puedo vivir y darme uno que otro lujo. Y he de admitir que después de la tremenda borrachera y toda la situación que pase ayer.. esto es mas que merecido.

Continuamos subiendo para hacer una parada frente a un abandonado mirador, las tablas estaban algo sueltas así que decido quedarme un poco al margen para evitar que Scoisa se adentre más de lo debido.

  –Eh, bonita –sus ojos oscuros observan los míos– ¿Quieres una? –Saco de mi mochila una pequeña bolsa con sus premios favoritos y observo como se pone en plan juguetona antes de comenzar a dar vueltas a mi alrededor–. Siéntate. –Le doy el comando e inmediatamente lo obedece, ganándose uno de los cuatro premios que llevaba.

Acaricie su cabeza y me detuve a observar las vistas, escuche el sonido de las hojas cerca de donde me encontraba así que supuse que Scoisa debía estar olfateando algo, no le di importancia. Observe las grandes montañas que se tiñen de blanco en sus inicios, el gran lago que tiene el pueblo en su orilla y los techos naranjas y grises que decoran casi todas las casas y locales del pueblo.

Saque mi cámara de la mochila e hice algunas fotos del lago y las montañas, voltee hacia Scoisa y la observe jugar con las hojas secas mientras las revolvía para sacarle unas cuantas fotos. Todavía recuerdo cuando llego a mi vida esa bola de pelos saltarina, era solo una pequeña cachorrita de dos meses, y yo, un chico de veinticinco años buscando compañía. Tan pronto me mude al pueblo me dijeron que la clínica local tenía unos cachorros en adopción.

Debo admitir que me esperaba los típicos perros que las personas desprecian solo por no ser de raza, pero era todo lo contrario, y aunque no me hubiera molestado tener un perro que no fuera de raza, cuando vi a esa pequeña de pelos color negro y blanco me robo el corazón. Así que ese mismo día se fue a casa conmigo para convertirse en mi compañera de aventuras, y hoy, dos años después, aquí sigue.

Scoisa seguía jugando, saltando y rebuscando entre las hojas, pero de repente, un chillido de dolor me saco de la burbuja de felicidad en la que ambos estábamos metidos. Mierda, mierda y más mierda.

–¡Scoisa! –Grité esperando que volviera ante mi llamado, pero no tuve respuesta. Corrí lo más rápido que pude hacia el último lugar donde había visto esas orejas saltonas y ahí estaba, haciendo el ademan por caminar cuando claramente una de sus patas traseras le fallaba.

Intente observar que pudo haberlo causado, pero no había nada cerca capaz de hacerle daño, una piedra donde tropezar, un tronco sobre el cual saltar, un lugar alto de donde lanzarse, nada, no había absolutamente nada y eso era lo más preocupante. Guarde rápido mis cosas y la tome en brazos para comenzar a bajar la colina, me importaba una mierda que estuviéramos a solo diez minutos caminando de la cabaña, nada podía pasarle jamás.

–Tranquila si, todo estará bien. –Observe sus ojos oscuros mirarme con dolor, pero a la vez con duda. Claro, era un perro, no entendía la mitad de las palabras que le decía al día salvo "Scoisa, ven, bonita, siéntate, pata y comida" en eso se resumía su vocabulario.

Tardamos aproximadamente 35 minutos en bajar al pie de la montaña –porque he de decir que, aunque mi cuerpo esta trabajado, correr con 85 kilos en los brazos tampoco era una tarea muy fácil– me detengo un momento para respirar y cerciorarme de que todo siga –relativamente– en orden. Una vez lo compruebo me encargue de llamar a la clínica para comunicarle que me encontraba de camino y asi avisaran a Esteban.

Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora