Capítulo 19

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Desde que abrí los ojos para tomar el vuelo que me llevaría de vuelta a casa un dolor de cabeza insoportable me había envuelto, seguido de un dolor en las piernas infernal. Al principio pensé que había tomado un resfriado, pero al ir a darme una ducha rápida y ver unas manchas rojas en mi ropa interior, y confirmarlo con mi calendario, llegué a la conclusión de que tenía mi periodo. No suelo ser una persona que experimente muchos cólicos o dolores insufribles durante esos días, generalmente era muy emocionalmente inestable y me ponía muy caprichosa. Cosa que no fue ausente en mi primer día, al llegar a casa de Vancouver y verlo bajar del auto, me entraron muchísimas ganas de quedarme a dormir en su casa. Así que baje tras él e inmediatamente le pregunte si podíamos quedarnos aquí, además de que el cansancio me estaba ganando y necesitaba dormir de forma urgente. Claramente no me lo negó, me dio rápidamente una de sus grandes camisetas y me fui a los brazos de Morfeo unas horas.

Cuando volví a abrir los ojos, un delicioso olor a carne y tomate inundo mis fosas nasales, me puse de pie rápidamente y al llegar a la cocina Vancouver se encontraba de espaldas a mí, cocinando alegremente mientras Scoisa observaba atenta lo que mezclaba.

–Huele delicioso.. –Comenté mientras pasaba mis brazos por su torso y pegaba mi frente a su espalda, inhalando inmediatamente su rico aroma.

–Ve a sentarte copito, te lo llevare enseguida. –Di media vuelta y me acomode en la barra sin rechistar, observe de forma rápida la estancia y seguía igual que como la recordaba. Le faltaban algunos toques que hicieran que se vea menos.. de revista y más de su estilo. Voltee la vista rápidamente cuando lo sentí colocar un plato frente a mí, este hombre definitivamente era increíble.

–Acaso tú..

–Digamos que presto bastante atención a lo que dices. –Me mostro una de sus irresistibles sonrisas y tomo asiento junto a mí, comenzando a comer despreocupado mientras que yo sentía mi corazón latir con fuerza contra mi pecho.

Las albóndigas estaban exquisitas, la carne tenía un sabor asombroso y la salsa junto al queso parmesano estaban para chuparse los dedos. Aun no entiendo como este hombre puede cocinar tan jodidamente bien.

–Por cierto, –dejó de comer y centro sus ojos azules en mi–, te compre un medicamento para los cólicos. En la farmacia dijeron que era el más efectivo, pero si no te resulta podemos buscar en otro lugar.

–Pero no hacia falta que salieras a eso.. ya con la comida era más que suficiente. –Me sentía totalmente apenada de que tuviera que haber salido solo a eso.

–Ah no te preocupes, no salí solamente a eso. –Se puso de pie y camino hasta la sala, trayendo con el una bolsa de plástico que se veía bastante llena. ¿Qué demonios había comprado?–. No sabía cuáles eran las mejores así que traje varias. –Y de repente, comenzó a sacar varios paquetes de compresas. Y cuando digo varios, son varios. Con alas, sin alas, de mayor absorción, para la noche y extra largas. Esto debía ser una broma..

–Vancouver.. ¿estás diciendo que saliste a la farmacia solo para comprarme medicamento para los cólicos y compresas? –Me dio una mirada como si lo que hizo fuese lo más normal del mundo.

–Pues claro, y también compre una bolsa de esas que echas agua caliente para ponerte en el vientre. La dependiente dijo que eran buenas así que la compre también. Quiero cuidarte lo mejor que pueda y pensé que esto era lo ideal.

Una sonrisa cargada de sentimientos se dibujó en mis labios antes de que llegara a él y le plantase un beso en los labios.

En definitiva, este hombre era increíble.

En definitiva, este hombre era increíble

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Lo que me faltaba por conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora