30- Déjala en paz.

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Pego mi frente a la puerta, la espera me provoca angustia. Vuelvo a caminar de un lado a otro esperando a que Luciano regrese. Me detengo frente a la puerta y cuento hasta diez esperando a que la puerta se abra, pero no pasa nada.

—No puedes estar así Romina, vas a volverte loca. —me digo a mí misma.

Doy media vuelta y voy a mi escritorio, tomo mi celular y marco al cliente que iba atender Romane.

—Romina —me saluda alegre. —lamento mucho no haber podido llegar ayer, me surgió una emergencia.

—No te preocupes, lo entiendo. Solo llamaba para agendar una nueva cita, cuando estes de regreso.

—Estoy de regreso, mejor dicho, nunca me fui. ¿Has desayunado ya? —no y no creo hacerlo, no tengo apetito.

—Estaba por desayunar —miento.

—Dame veinte minutos y paso por ti, vamos a desayunar y así podemos aclarar dudas.

—Yo, no —me callo, debo pensarlo mejor, este proyecto es importante y aunque no tenga los ánimos de convivir con la gente, debo pensar profesionalmente —está bien, pero te veo allá, debo arreglar unos asuntos.

—Perfecto, te mando la dirección. Te espero Romina, estoy ansioso por conocerte.

—Ahí estaré. —corto la llamada, miro hacia la puerta y sigue sin abrirse.

Mi celular vibra, tengo un mensaje de él con la dirección del restaurante, es a tres cuadras de la empresa por lo que puedo ir caminando. Tomo mi Tablet y el contrato, camino de prisa hacia la puerta, la abro y no hay nadie, ni Tania, ni Camila.

Estoy tentada en entrar al despacho de Romane, pero me detengo al dar tres pasos hacia la puerta.

Entro al ascensor sin despegar la vista de esa enorme puerta, se abre y sale Camila tan alegre, que me provoca nauseas, me odio por envidiarla, ¿porque ella puede ser feliz y yo me estoy desangrando por dentro?

Al llegar a la calle me detengo como siempre para esperar a Luca y Alyn, pero ellos no están. Comienzo a caminar mientras las lágrimas resbalan por mi mejilla, la Romane que decía quererme no me hubiera dejado sola, no me duele que ya no estén, si no el que puede ser que ella tenga razón y nunca me quiso.

Cada tres pasos tengo que limpiar mis lágrimas, respiro profundo y me digo mil cosas para tranquilizarme, pero los recuerdos están ahí, los paso una y otra vez por mi cabeza tratando de encontrar algo que me haga saber que si mentía, pero todo parecía tan real.

Cuando menos lo espero llego al restaurante, limpio mis lágrimas y miro mi rostro en la Tablet, le sonrió a la pantalla, pero mi sonrisa se ve muy falsa.

—¿Romina? —me volteo y me encuentro con un hombre que me sonríe —por fin puedo conocerte.

—Hola. ¿Adal? —él extiende su mano para que la tome, acepto su saludo.

—Ese soy yo. No sabes cuantas ganas tenia de conocerte, pero al parecer a ti no te ha dado tanto gusto.

—Claro que me da gusto conocerte —intento sonreír —solo —¿qué le diré? ¿qué tengo el corazón roto?

—¿Mala noche?

—Si. Algo así.

—No hay nada que un café cargado no pueda solucionar ¿entramos?

—Si, claro.

Ojalá un buen café me ayudara a olvidarla.

Me detengo frente a la mesa que nos corresponde, el toma la silla y me invita a sentarme, tengo que forzarme a sonreír.

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⏰ Última actualización: Nov 18 ⏰

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