lección ocho³.

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—¿Quieres llevarte a JiMin todo el día? —exclamó Jihyo sorprendida, mirándolos a ambos.

El mayor se rascó la nuca, sin saber muy bien cómo excusar eso.

TaeHyung, por su parte, solo sonrió y siguió ofreciéndole el dinero a Jihyo, como si no fuera nada.

—Noona, acéptelo, por favor —pidió el chico.

Jihyo frunció el ceño y miró a JiMin como preguntándole "¿y éste qué?", pero él solo se encogió de hombros con una sonrisa.

—¿Por qué quieres llevarte a JiMin todo el día? —cuestionó.

—Creo que eso es confidencial —dijo Park por Tae, cuando notó que este hacía un puchero molesto—. No veo por qué no aceptas el dinero y ya, Jihyo.

—Es que eres al que más solicitan, entonces...

—¿No da lo mismo? Estoy pagando por un día completo —objetó el menor.

—Bueno, supongo que sí —concedió soltando un suspiro—. Así le damos oportunidad a los demás. Adelante, llévatelo —dijo, tomando el dinero antes de que Kim jalara al mayor hasta afuera del gimnasio. JiMin miró por encima de su hombro a Jihyo, que los miró hasta el último momento con confusión.

—Bien, pequeño. ¿Qué quieres hacer primero?

Decidió por preguntar cuando ya habían salido hacia la cancha. Habían varios de sus compañeros sentados con chicas en las bancas conversando o comiendo, y otros enseñaban a chicos a jugar cualquier deporte. Era una imagen muy agradable a percepción de JiMin, porque en su mayoría, ellos no socializaban con alumnos de primer o segundo año, ya que los menores se dejaban impresionar hasta el punto de darles miedo acercarse –por el hecho que eran más grandes, o ellos estaban muy ocupados estudiando en los recesos y horas extras como para intentar fijarse en niños recién ingresados. Park no era de esos porque él, cómo ya se dijo, era muy bueno en los estudios, y sabía administrar su tiempo. Razones por las cuales ahora era el tutor del adorable niño que en ese momento miraba alrededor en busca de algo qué hacer.

—No sé, hyung —dijo Tae con otro de esos adorables pucheros.

—Vamos a sentarnos primero, ¿sí? Las gradas están vacías.

TaeHyung aceptó y lo siguió hasta el sitio indicado. Tomaron asiento en la primera, y JiMin se permitió medio tumbarse en ella porque, a decir verdad, seguía un poco cansado. Suspiró mientras se sobaba el cuello con una mano, sintiendo esa zona tensa. Era muy desagradable.

—¿Te duele, hyung? —consultó Kim al notar lo que hacía.

—Ehm, algo así. Estoy agotado —farfulló.

Sintió que su mano era apartada de su nuca, y pronto era una más pequeña y suave la que empezó a presionar ahí, apretando los dedos suavemente y masajeando con la palma.

JiMin miró al menor con ternura, mientras Tae se veía bastante concentrado en su tarea.

¡Es tan lindo! Chilló una voz en su cabeza, y JiMin estuvo completamente de acuerdo con ella.

—No es necesario, ¿sabes? —comentó, incluso si ese masaje se sentía de maravillas. Tanto, que sólo quería quedarse dormido mientras lo recibía todo.

El masaje.

—No se preocupe, hyung —dijo TaeHyung regalándole una sonrisa—. Me gusta hacerle sentir bien, así que esto no es nada —Las palabras salieron con tanta naturalidad de la boca del menor, que JiMin al principio no pensó nada sobre ello, hasta que claramente su mente cochina desvió el sentido a uno completamente antónimo al que el chico seguramente quería. No obstante, esta vez consiguió mantener la boca cerrada y no responder con algo que podía dañar ese lindo ambiente entre ellos.

lecciones y mamadas › pjm & kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora