8. Jeno

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Tres horas más tarde, Jeno volvió a sentirse él mismo. Su pierna se habíacalmado hasta convertirse en un dolor punzante en lugar de calambres con cada movimiento, y sus sentimientos heridos se habían aliviado. Como Johnny había señalado en voz baja cuando se unió a él en el jacuzzi, Jaemin no había dicho que tenía un problema con su pierna. No creía que pudiera protegerlo, pero… ¿Esa era una sorpresa tan grande? Durante un tiempo después de la lesión, Jeno no se había sentido tan diferente al respecto. Había necesitado tiempo, distancia y darse cuenta de que no solo era una nueva normalidad, sino que no era tan malo como había
pensado.

Por los sonidos, Jaemin estaba pasando las horas jugando videojuegos y hablando basura con Doyoung. Era lindo, de una manera extraña. Jeno nunca había sido el típico adolescente, jugando videojuegos y comiendo comida chatarra. Consiguió un trabajo cuando tenía catorce años, porque su abuelo le había dicho que era hora de empezar a pagar sus gastos. Claro, el anciano tenía mucho encima y le habían dado su custodia a los doce años cuando el cáncer se había llevado a su madre, pero le había recordado a Jeno en cada momento posible que no había aprobado la elección de marido de su madre. Jeno nunca había conocido a su padre; había muerto en un accidente industrial antes de que naciera. Pero algunas veces, cuando de niño deseaba que su abuelo lo amara, maldecía la existencia de su
propio padre.

Hacía tiempo que el cielo se había oscurecido cuando vio a Jaemin salir a la terraza trasera. Tomó asiento en una de sus sillas Adirondack acolchadas y miró hacia el cielo. Jeno conocía la sensación. Unas semanas antes, se había sentido
abrumado cuando llegaron a Yangju. El cielo era de un negro más oscuro que en cualquier otro lugar en el que había vivido, y las estrellas eran más brillantes, más cercanas, casi parecía que podía estirar la mano y tocarlas. Jaemin tenía la misma mirada de asombro, los ojos muy abiertos que se imaginó tener cuando se sentó por primera vez en el balcón de su habitación de hotel la noche en que llegaron a Gyeonggi. No era algo tan magnifico como ver las majestuosas montañas cubiertas de nieve. Era normal, algo que un chico veía todas las noches con solo mirar hacia arriba.

Pero algo acerca de estar en las montañas lo volvía extraordinario. Incluso sin el dinero, la casa y todas las cosas lujosas que habían podido pagar, estaba en Yangju. Era una vida ordinaria, solo un soldado, herido y abandonado por el ejército, viviendo con amigos que había hecho en su unidad. Pero no era solo un soldado herido; era un maldito hombre lobo. Y sus amigos no eran solo amigos; eran sus hermanos. Era más de lo que podía haber imaginado de niño. Agarró una manta de la parte superior del sofá, una cosa de felpilla ridículamente suave, y la arrojó sobre su hombro antes de salir a la terraza.  Cuando salió, cubrió a Jaemin con la manta, sobresaltándolo momentáneamente.

— ¿Esto realmente es normal para mayo? —preguntó Jaemin, volviéndose hacia Jeno, todavía temblando a pesar de la chaqueta y ahora de
la manta.

Jeno vestía una camiseta negra sin mangas y no llevaba chaqueta, pero se había criado en un clima más frío que el del sur de Gyeonggi.

— Me dicen que hace más calor en junio, pero nunca será tan cálido como estás acostumbrado. Y en invierno… — se interrumpió, sentándose
lentamente en la silla más cercana a Jaemin y luego señalando hacia la montaña detrás de la casa — Estamos a dos kilómetros de una estación de esquí. Va a haber nieve. Mucha nieve.

Jaemin miró hacia los árboles, con el ceño fruncido como si algo le molestara — ¿Por qué se mudaron aquí? Quiero decir, dime que no es de mi incumbencia o lo que sea, pero ninguno de ustedes es de aquí, ¿verdad?

Jeno negó con la cabeza — Doyoung es de Busan, como tú. Johnny es de Daegu. Nací en Seúl.

— No me digas que este es el lugar intermedio —  Jaemin frunció los labios y se volvió para mirar a Jeno.

Interlude; Oasis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora