1. Jaemin

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Jaemin iba a encontrar su destino en Yangju. No de una manera romántica, lo cual era una lástima, dada la reputación de la ciudad como destino de luna de miel. Aún tenía que encontrar al hombre que pudiera manejarlo, y ya era demasiado tarde para eso. Su suerte se había acabado, y esta nunca se había extendido a encontrar al hermoso hombre de sus sueños. No, el final estaba en manos de los dos matones que su antiguo alfa había enviado tras él. Ellos aún no sabían que lo iban a matar. Sus órdenes eran capturarlo y devolverlo a Busán, no lo dudaba, pero eso no iba a suceder. Jaemin los obligaría a matarlo antes de regresar y tener que jugar a la concubina del hombre que había asesinado a su padre.

— ¿Estás seguro de que estás bien, chico? — preguntó el camionero que lo había llevado hasta Yangju, sorprendentemente preocupado para ser un viejo cascarrabias — Luces enfermo.

Estaban detenidos en el estacionamiento de una gasolinera donde el camionero había parado para repostar. Él iba a tomar hacia el norte, hacia Seúl, y Jaemin no quería ir por ese camino. Trató de sonreírle, pero se sentía demasiado incómodo para que pareciera real.

— Estaré bien — no lo estaría, pero no había nada que el camionero pudiera hacer al respecto. Pedir algo más que un aventón sería exigirle al hombre que se involucrara en problemas que no eran suyos — Sólo ha sido un largo viaje.

El anciano asintió y volvió a colocar la vieja gorra de béisbol en su cabeza — No es fácil cruzar el país sin un vehículo. ¿Seguro que no quieres ir a
Seúl?

— Gracias, pero tengo que ir más al este — aseguró él, mirando a su alrededor como si tratara de orientarse. No necesitaba hacerlo. Era obvio en qué dirección estaba el este: la dirección opuesta a todos sus vínculos de manada cada vez más débiles.

Estaba demasiado lejos para reconocer demasiado aparte del extraño fantasma proveniente de emociones particularmente fuertes como el miedo o la ira, pero aún estaba demasiado cerca como para sentirse cómodo. Eventualmente, con el tiempo y la distancia emocional, se desvanecerían. Deseaba que sucediera más rápido; no quería saber cuántos de ellos estaban preocupados por él. Irse hubiera sido más fácil si hubiera podido odiarlos a todos.

— Buena suerte — le deseó el viejo camionero, agarrándose el borde de la gorra (bastante formalmente, pensó Jaemin) y agachando la cabeza antes de regresar a su camión.

Jaemin se giró y gritó — Gracias — tras él. Fue entonces cuando los vio.

Los dos vínculos cercanos a la manada que habían estado haciendo cosquillas en su conciencia toda la mañana, cerca, pero fuera de la vista. Estaban sentados en un automóvil al otro lado de la calle, observándolo. Uno de ellos le indicó que se acercara, como si hubiera una posibilidad de que él regresara voluntariamente. Puso los ojos en blanco y miró a su alrededor en busca de su próximo movimiento.

Estaban en una gasolinera en las afueras de la ciudad, pero ubicados a solo unas pocas cuadras de un área que parecía estar llena de tráfico peatonal. Kismet era sorprendentemente pequeño para un lugar con una reputación tan grande. Muchos turistas y no tantos lugareños, supuso. Eso iba a hacer que fuera difícil correr. Prácticamente imposible, la verdad. Y no había dónde esconderse. Aun así, no se los iba a poner fácil. No había llegado tan lejos solo para rendirse sin luchar, incluso si no veía la manera de ganar.

Con la menor advertencia posible, salió corriendo en dirección a la masa de personas que podía ver. Sintonizando sus oídos hacia los matones de la
manada, escuchó a uno de ellos maldecir por lo bajo y al otro murmurar un divertido: — Te lo dije.

Jaemin sonrió. Incluso entre la gente a la que una vez llamó manada, tenía fama de ser difícil. El tipo que le había hecho señas era nuevo, contratado por Minho cuando ascendió a la posición de alfa. Un beta leal, dispuesto a hacer lo que su alfa sociópata exigiera de él. Seguro era del tipo que esperaba que un omega como Jaemin fuera dócil y sigiloso. Como si el que huyera para empezar hubiera tenido que ver con que fuera una especie de lánguida florecita.

Interlude; Oasis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora