El balanceo del automóvil me indica que hemos llegado a nuestro destino. Rápidamente, mi vista se dirige hacia la ventana a mi derecha, donde observo la imponente estructura de la iglesia. He estado aquí los últimos 5 meses, pero ahora, el sentimiento con el que la contemplo la hace lucir más intimidante e incluso más grande de lo que recuerdo. A pesar de eso, no puedo negar que la elegancia de sus paredes de piedra se fusiona con la naturaleza que la rodea, recordándome por qué elegimos este lugar. Su mera presencia parece sacada de un cuento de hadas.
La puerta a mi costado se abre, revelando la mano extendida de papá. Tomo su mano sin dudarlo, con cierto nerviosismo. Una vez abajo del auto, observo cómo este se aleja, dejándome sin una posible vía de escape.
— Tranquila —dice papá, dándome unas palmadas reconfortantes en mi mano que sostiene con gentileza— estaré aquí. Si te sientes nerviosa, solo búscame entre la multitud.
Asiento agradecida y avanzamos hacia la puerta principal. Una vez frente a las enormes puertas, ajusto mi vestido, preocupada de tropezar frente a todos los presentes debido a su extensión, lo cual me hace pensar que quizás debí elegir un vestido más corto. Las puertas se abren con suavidad, revelando el interior iluminado de la iglesia. Está adornada con flores blancas que decoran las bancas de los invitados y se entrelazan en los pilares que sostienen la majestuosa estructura. Los invitados, ya sentados, se giran para mirarme, intercambiando comentarios en susurros que aumentan mi ansiedad. Un apretón en mi mano me devuelve a la realidad, y comenzamos a caminar por el pasillo hacia el altar, donde seis grandes velas arden, resaltando aún más las flores blancas.
Parado casi como una estatua se encuentra Mateo Rivera, mi mejor amigo desde los 15 años y de quien estoy enamorada desde hace ocho años. Él luce un traje negro que le queda a la perfección y no tengo ninguna duda, a pesar de que nos esté dando la espalda. Una vez más cerca, mi padre, para llamar su atención, hace un pequeño sonido con su garganta, haciendo que Mateo se gire rápidamente y nos ilumine con su sonrisa.
— Señor Ortega —dice feliz de ver a mi padre, pese a que lo vio el día de ayer— se ve muy bien.
— Lo sé, siempre me veo bien —dice papá, haciendo que las carcajadas salgan de ambos— y tú no te ves nada mal.
La relación que tienen ambos siempre me ha dado gusto, ya que pese a que en un principio a papá no le agradaba mucho Mateo, conforme nuestra amistad se fue consolidando, aprendió a quererlo.
— Hola —me dice Mateo, poniendo su mirada encima de mí, haciendo que mi nerviosismo aumente— te ves muy linda, Noviembre. Sin duda, el verde es tu color.
— Gracias —le contesto algo torpe, pero logro superarlo— ¿Cómo te sientes?
— Estoy nervioso —dice, mirando tanto a mi papá como a mí— pero estoy muy feliz.
— ¿Y cómo no estarlo? Te vas a casar —le digo, dándole un pequeño golpe en el hombro, lo cual me deja ver mi reloj en la muñeca—. Me debo ir... tengo que trabajar.
Papá, antes de que me vaya, me da un beso en la mejilla, y Mateo también, haciendo que mi caminata por el pasillo sea algo torpe. Llego a las puertas principales de la iglesia y junto a ellas hay una pequeña habitación que estamos utilizando con mi equipo para ver los últimos detalles de esta boda, que sin duda alguna ha sido una de las más difíciles de organizar, no solo porque quiero que mi mejor amigo tenga todo, sino también porque lo estoy viendo casarse con alguien más.
— Las flores se ven increíbles —digo al entrar a la sala, donde están Sophia y Dylan, mis asistentes— ¿Los arreglos de la entrada? Creo que ya deben ubicarlos. Los invitados están llegando y es cuestión de minutos antes de que llegue la novia.
— Les envié un mensaje a los chicos para que los ubiquen —me responde Sophia.
— Yo iré a supervisar —me dice Dylan con una sonrisa, antes de salir.
— ¿Algo que reportar?
— El florista llegó tarde y me gritó, pero le grité de regreso como me enseñaste —me comenta Sophia, mientras me entrega el audífono para comunicarnos y la pequeña radio de color negro—, y lo envié a la recepción donde está Lucrecia y, por lo que me dijo, ya está casi todo listo.
Mientras reviso los últimos detalles, envío unos mensajes y realizo algunas llamadas, no puedo evitar pensar en lo mucho que debo a mis asistentes y trabajadores, ya que el ser una organizadora de bodas, no es nada sencillo. Sin su dedicación y profesionalismo, nada de esto habría salido tan bien. Admito que, debido a mis sentimientos, he estado algo distraída últimamente, olvidando citas a las que Sophia o Dylan han asistido sin problemas, entre otras cosas.
Cuando termino de revisar el boceto de cómo se sentarán los invitados en la recepción, escucho por mi oído la voz de Dylan indicándome que el auto de la novia ha llegado. Al salir de la habitación con Sophia, vemos cómo todo el equipo, vestido de negro, comienza a ubicar a los invitados que están parados. Les dan un último arreglo a las flores y guían al pianista a su puesto. Antes de que las puertas se cierren para que Mateo no vea a su prometida, camino bastante rápido hacia él.
— Sonríe y disfruta de tu día —le digo, arreglando su corbata— te quiero mucho.
— Yo también, Novi. Gracias por todo.
Regreso a las puertas, donde ya se encuentran las damas de honor con sus parejas, entre las cuales están Clara y Henry, amigos de la universidad de Mateo y míos, y Lena, mi hermana menor, quien me reemplaza ya que yo no pude aceptar ser una dama debido a mi labor como organizadora. A estos los saludo con un movimiento de mano y unos pulgares arriba, para decirles que se ven estupendos.
Debo decir que me encanta los colores principales de esta boda, los cuales son el celeste junto con el blanco. Es por lo que todas las damas de honor, pese a tener distintos diseños de vestido, son de tono celeste, los cuales hacen juego con las corbatas de los amigos del novio y con los vestidos de las pequeñas niñas de las flores.
— Hola, Emma, Dios ... te ves muy bien —saludo a la prometida de Mateo, quien tiene un vestido blanco estilo bohemio que cae delicadamente por su cuerpo, haciéndola lucir como un hada, mientras que su cabello rubio está recogido dejando sueltos algunos cabellitos que le dan un toque de libertad a su look— ¿Cómo estás?
— Hola, Noviembre —me saluda con cierto nerviosismo— Mateo tenía razón, el verde es tu color —intenta sonreír— estoy muy nerviosa, creo que incluso podría vomitar.
— Emma, querida —le comento— esta es una pregunta que siempre hago antes de cualquier boda que organizo, ¿está bien? ¿Aún... te quieres casar?
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Primer capítulo.
Debo decir que hace tiempo que no hacia esto de escribir una nota, espero que les guste mucho y que apoyen esta nueva novela, tanto como lo hicieron con Duquesa Vinsonneau.
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Planificando Sentimientos
Lãng mạnNoviembre Ortega tiene bien definido su camino, como organizadora de bodas, su habilidad para mantener todo bajo control es su mayor fortaleza. Sin embargo, tras el dolor de un amor no correspondido, encuentra consuelo en los brazos de un desconocid...