Capítulo 4

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El saludo entre Lucas y yo es algo incómodo. Al primer intento, yo le extendí la mano mientras él intentó darme un beso en la mejilla. Cuando nos dimos cuenta de la confusión, cambiamos al saludo del otro, para finalmente limitarnos a decirnos "hola" con la mano y una sonrisa. ¿Por qué me pongo nerviosa con un beso en la mejilla si anoche hicimos cosas más grandes que eso?

— ¿Dónde andabas que te perdiste la boda de tu hermana menor? —pregunta Clara sin rodeos, como es su costumbre.

— Clara —le digo en voz baja, tratando de que se modere.

— De vacaciones —contesta Lucas con una sonrisa que revela un hoyuelo en su mejilla izquierda—. Trabajo durante todo el año, estoy aquí todo el tiempo, pero Emma decidió que la boda fuera cuando estaba de vacaciones y los vuelos se atrasaron.

— Eso fue tu culpa por no venir antes —le responde Emma—. Hubieras podido llegar si no te hubieras venido el día antes de mi boda.

Río y sonrío, algo fingidamente, notando las miradas que Lucas me lanza de vez en cuando. Ahora que lo observo con la luz del día, me doy cuenta de que es bastante guapo. Es más alto que yo, tiene el cabello marrón claro y ojos del mismo color, con algo de barba en su rostro que lo hace ver más maduro. La conversación continúa fluyendo a nuestro alrededor, pero no puedo evitar sentirme un poco incómoda bajo las miradas furtivas de Lucas. Trato de concentrarme en lo que dicen Clara y Emma, aunque mi mente sigue volviendo a los eventos de anoche.

— Pasen a la mesa —nos dice la madre de Emma, con una sonrisa que me recuerda a la de su hijo.

Nos dirigimos hacia la mesa larga, donde la comida está dispuesta con esmero. Me siento entre Clara y Henry, tratando de mantener la compostura mientras Lucas se sienta frente a mí. Durante el almuerzo, me esfuerzo por participar en las conversaciones, aunque de vez en cuando cruzo miradas con Lucas, quien también parece distraído.

La comida es deliciosa y el ambiente es relajado. Las risas y las anécdotas sobre la boda llenan el aire. A medida que pasa el tiempo, me voy sintiendo más cómoda, aunque no puedo evitar pensar en cómo será interactuar con Lucas a partir de ahora, ya que es el hermano de la esposa de mi mejor amigo, quien hace todo con nosotros.

— Noviembre, qué nombre curioso —comenta el papá de Emma—. ¿Cómo iniciaste en todo esto de la organización de eventos?

— Cuando estábamos en la universidad los cuatro, yo estaba en el club de eventos —respondo, dejando mi copa sobre la mesa—. Organizábamos las bienvenidas y todo eso. Me gustó y, como tengo un título en administración y economía, me pareció buena idea incursionar en este campo.

— ¿Y cuánto tiempo llevas? —pregunta ahora la madre de Emma.

— Salí de la universidad a los 23 años y ahora tengo 26, así que llevo 3 años organizando bodas principalmente.

Todos asienten y, una vez más, noto la mirada de Lucas, que denota sorpresa. La conversación fluye hacia otros temas y, aunque trato de participar, no lo logro del todo. Después de un rato, Emma y Mateo se levantan para dar un pequeño discurso de agradecimiento a todos los presentes. Aprovecho para escaparme un momento hacia un rincón más tranquilo del jardín, necesitando un respiro de la tensión.

— ¿Estás bien? —escucho detrás de mí.

— Mateo —digo, sorprendida de verlo aquí—. Estaba algo abrumada, recuerda que aún puedo estar ebria —intento reír.

— ¿Segura? —me abraza—. Lucías algo distraída en la comida, pero estabas tan lejos que no me veías.

Me quedo un poco más en sus brazos, disfrutando de su olor, sus brazos alrededor mío y su respiración en mi nuca. El abrazo se acaba y lo miro con una sonrisa enternecida. Quién diría que este niño de doce años, como siempre lo llama Lena, sería el primero en casarse de nosotros.

— ¿Qué pasa? —me dice dándome un pequeño golpe en el hombro.

— Te miro y no puedo creer que estés casado —le digo con una sonrisa—. Además, el primero en casarse del grupo.

— Les estoy enseñando a ustedes, niños, para que aprendan —dice, levantando los hombros e inflando el pecho.

Lo empujo y me río de sus gestos, gestos que ya no podré ver tan seguido como me gustaría, ya que desde ahora una nueva vida inicia para él, una en la cual no necesariamente yo estoy incluida.

— Prométeme que al menos nuestros cumpleaños continuarán como siempre —le digo, dándole un abrazo nuevamente.

— No lo dudes, Novi —me responde con firmeza.

El abrazo de Mateo me reconforta y me da la energía que necesito para regresar al grupo. Caminamos juntos de vuelta a la mesa, donde las risas y las conversaciones siguen fluyendo. Emma nos mira y sonríe, aliviada de vernos de buen humor.

— ¡Ahí están! —dice Emma, extendiendo los brazos para darnos un abrazo a ambos—. ¿Todo bien?

— Todo bien —responde Mateo—. Solo necesitábamos un momento para ponernos al día.

Nos sentamos y continuamos disfrutando de la sobremesa que se ha generado. A medida que la tarde avanza, las conversaciones se vuelven más relajadas. Me encuentro riendo y bromeando con Clara y Henry, mientras que Lucas se mantiene cerca, participando ocasionalmente en nuestras charlas.

Llega un momento en el que los recién casados se preparan para irse de luna de miel. Como si esto se tratara de una serie, todos los despedimos en la casa de los padres de Emma, viendo cómo se alejan en un auto conducido por el padre de Emma y el padre de Mateo.

Después de verlos partir, Clara, Henry y yo estábamos listos para irnos a nuestra casa, pero la madre de Emma insistió en que nos quedáramos un poco más para despedirnos de su esposo. Le había caído bien Henry, y a nosotras dos también, por lo que aceptamos.

— Vamos a ver una colección de no sé qué que la madre de Emma quiere mostrarnos. ¿Vienes? —me dice Clara.

— Paso, estoy hablando con Sophia —le digo, señalando mi teléfono.

Salgo nuevamente al jardín, hacia la pequeña terraza, que no es tan pequeña. Me siento en uno de los sofás y respondo a los mensajes de Sophia y Dylan en nuestro grupo de chat.

— Hola —escucho desde el gran ventanal que divide el jardín de la casa.

— Hola —me sorprendo al ver a Lucas.

— ¿Puedo sentarme? —pregunta, señalando el sofá junto a mí.

— Claro —digo, haciéndome a un lado para darle espacio.

Se sienta y hay un momento de silencio incómodo. Ambos miramos el jardín, la tarde va cayendo y las sombras se alargan.

— No esperaba encontrarte aquí hoy —digo finalmente, rompiendo el silencio.

— Yo tampoco, no sabía que eras amiga de Mateo —contesta con una sonrisa.

— Y yo no sabía que eras el hermano de Emma —digo con una risa—. Para que sepas, yo no hago esto nunca.

— Para que sepas, yo tampoco —dice riendo—. Fue culpa de la barra libre.

— Digo lo mismo.

Nos volvemos a quedar en silencio y los minutos pasan, pero esta vez no es tan incómodo. Esta paz es interrumpida por Clara y Henry, quienes me avisan que llegó el padre de Emma y que debemos despedirnos, ya que mañana ambos deben ir a trabajar.

— Nos vemos —me despido de Lucas con un gesto de mano.

— Adiós, Noviembre —se despide, imitando mi gesto.

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Capítulo 4 de la historia de Noviembre.

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