Elevo mi vista hacia el imponente rascacielos que se alza frente a mí, el reflejo del sol en los ventanales parece desafiante. Mi estómago se retuerce y no puedo evitar pasar una mano por mi cabello, intentando acomodarlo mientras ajusto mi chaqueta. No estoy segura de lo que hago aquí, pero tras casi nueve días sin hablar con Lucas, decidí que ya era suficiente. Estoy cansada de la incertidumbre, de la confusión que me inunda cada vez que pienso en él, y en nosotros. No sé en qué piso trabaja, ni siquiera sé el nombre exacto de la empresa. Todo lo que tengo es la dirección del edificio, un dato que Lucas mencionó casualmente la última vez que salimos a comer juntos.
Miro a mi alrededor y noto que todos los hombres y mujeres que entran y salen lucen impecables, vestidos con trajes elegantes que me hacen dudar de mi propia elección de ropa. Me había esforzado esta mañana en escoger algo bonito, algo que me hiciera sentir segura, pero ahora, mientras comparo mi vestimenta con la de las personas a mi alrededor, me siento fuera de lugar. Los tacones que elegí resuenan en el suelo de mármol, sumándose al ritmo de otros tantos que me rodean. Tomo aire profundamente y, con un suspiro, atravieso la puerta giratoria del edificio.
El interior es aún más intimidante de lo que había imaginado. La música de fondo, suave y elegante, contrasta con la rápida actividad de la gente que se mueve a mi alrededor. Hay un murmullo constante de conversaciones y teléfonos, y siento que mi presencia pasa inadvertida en este mar de ejecutivos. Me acerco a la recepción con paso vacilante, y una de las tres personas que atienden me dedica una sonrisa educada.
— Busco a Lucas Castillo, jefe del departamento de publicidad —digo, mientras mi mirada se pierde en los alrededores, observando los detalles—. Me llamo Noviembre Ortega, soy... una amiga, vine a entregarle unas cosas.
Levanto una pequeña bolsa en la que, irónicamente, solo llevo una caja vacía. Me siento tonta, pero sé que necesitaba una excusa para estar aquí. La recepcionista asiente con una sonrisa neutral y hace una llamada rápida antes de entregarme una tarjeta que dice "Visitante".
— Puede pasar. El ascensor está al fondo, suba al piso 19.
Asiento en agradecimiento, aunque mi nerviosismo crece a medida que camino hacia los torniquetes. Al pasar la tarjeta y escuchar el pequeño "bip" que me permite continuar, mi corazón late con más fuerza. Miro la tarjeta entre mis manos, y en un gesto automático, toco mi vientre. Mi pequeña barriga ha crecido más de lo que había imaginado. Clara me comentó que, según la aplicación que ella descargó, el bebé ya tiene el tamaño de un limón. Me pregunto si Lucas pensará en eso. ¿Habrá pensado en mí durante estos días?
— ¿A qué piso vas? —me pregunta una chica que se une a mí en el ascensor.
— Piso 19 —le respondo, tratando de sonreír, pero apenas consigo un gesto nervioso.
Ella presiona el botón por mí, y en cuestión de segundos llegamos a nuestro destino. Mientras las puertas del ascensor se abren, siento cómo mis piernas empiezan a temblar. No es el miedo a los tacones lo que me afecta, sino la ansiedad de lo que estoy a punto de hacer. No sé cómo reaccionará Lucas al verme aquí, ni si debería haber venido sin avisar.
Camino por el pasillo y me encuentro con otra recepción, esta vez con el nombre de la empresa en letras doradas que parecen flotar sobre la pared. El chico que atiende me mira con curiosidad mientras me acerco.
— Hola, me llamo Noviembre Ortega —saludo, tratando de sonar casual—. Vengo a dejarle esto a Lucas Castillo.
Estiro la bolsa hacia él, pero el chico, con gesto profesional, extiende las manos para tomarla.
— Puedo entregársela yo.
— Preferiría hacerlo yo misma —insisto, forzando una sonrisa—. Son cosas que él me pidió que le entregara personalmente.
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Planificando Sentimientos
RomanceNoviembre Ortega tiene bien definido su camino, como organizadora de bodas, su habilidad para mantener todo bajo control es su mayor fortaleza. Sin embargo, tras el dolor de un amor no correspondido, encuentra consuelo en los brazos de un desconocid...