Luego de la reconciliación en su oficina, Lucas toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos como si temiera que me desvaneciera. Mientras caminamos por los pasillos, siento algunas miradas curiosas sobre nosotros, pero me concentro en la sensación cálida de su mano y en el latido acelerado de mi propio corazón. Nos detenemos en otra oficina donde está Tomás, su amigo y compañero de trabajo. Al vernos de la mano, Tomás suelta una pequeña risa.
— Voy a cobrar uno de mis favores —dice Lucas con una sonrisa— ¿Me cubres para salir temprano?
Tomás nos mira con una mezcla de sorpresa y diversión, y sin dudarlo, acepta.
— Por supuesto —dice, asintiendo con una sonrisa cómplice—, pero te lo cobraré luego. Una salida a beber, ¿no?
Lucas se despide de su amigo con un apretón de manos y una risa suave, y yo me despido con una inclinación de cabeza. Volvemos a su oficina para recoger sus cosas y luego bajamos al estacionamiento subterráneo. Es en el auto, por primera vez desde que salimos de su oficina, que soltamos nuestras manos, solo para que Lucas pueda ayudarme a subir. Me abrocha el cinturón con un cuidado inesperado y noto la cercanía de su rostro, sus ojos fijos en los míos. Suave, casi como una caricia, sus labios se posan sobre los míos en un beso breve, que me hace sentir una mezcla de vergüenza y emoción antes de cerrar la puerta.
— ¿A dónde quieres ir? —me pregunta al subir al auto y encender el motor— Elige cualquier lugar.
— A un lugar tranquilo —le digo, mirándolo con una sonrisa tímida— ¿Podría ser tu casa?
Sus mejillas se sonrojan un poco, pero asiente sin dudar. Durante el trayecto, la atmósfera es ligera y alegre. De vez en cuando, Lucas toma mi mano y la besa, y noto cómo me observa de reojo, como si quisiera asegurarse de que no soy un sueño. Sus sonrisas son cada vez más amplias, casi como si estuviera contagiándome de una felicidad que había estado esperando durante mucho tiempo.
Llegamos a su departamento, un espacio que ya conozco, pero que hoy se siente diferente. Esta vez no soy solo una invitada pasajera; siento que estoy aquí para compartir algo más que una simple visita. Lucas abre la puerta y me invita a pasar.
— ¿Te ofrezco algo de beber o de comer? —me pregunta mientras se dirige a la cocina.
— Claro, lo que tengas —respondo, tomando asiento en una silla cerca de él, y observando cómo abre el refrigerador solo para cerrarlo con una sonrisa algo apenada.
— Creo que no tengo nada —admite, rascándose la nuca— Han sido días de mucho trabajo. Puedo pedir algo para nosotros.
— Eso está bien —le respondo con una sonrisa traviesa—. Pero deberías cuidar más tu alimentación. No puedo permitir que el padre de mi bebé y mi... novio, sea alguien débil.
Me sonrojo apenas termino de decirlo. Las palabras se escucharon bien en mi cabeza, pero al decirlas en voz alta siento una ligera vergüenza. Lucas se queda en silencio, y cuando levanto la vista, veo la intensidad en sus ojos. Sin decir nada, se acerca, y antes de que pueda reaccionar, sus brazos me rodean y me encuentro envuelta en un abrazo cálido y firme. Sus labios buscan los míos en un beso suave, profundo, cargado de una emoción que llena cada rincón de mi pecho. Me siento segura, como si en este instante él y yo fuéramos el único refugio que necesitamos.
Cuando nos separamos, sus manos descienden lentamente hasta mi vientre, posándose sobre él con un gesto casi reverente, como si sostuviera algo frágil y sagrado.
— Nunca me habías llamado así —murmura, con un brillo en sus ojos que no había visto antes— El padre de tu bebé... y tu novio.
Susurra las palabras, saboreándolas como si fueran nuevas para él, como si no pudiera creer que fueran reales. Me mira y se inclina un poco más hasta que nuestras frentes se tocan. La vergüenza empieza a invadirme cuando me doy cuenta de lo cerca que estamos, con su frente apoyada contra la mía y sus manos cálidas descansando en mi vientre. Siento que el rubor en mis mejillas es inevitable, y con una risa ligera, trato de apartarme un poco de esta nueva intimidad.
— Tengo hambre... creo que quiero una hamburguesa —le digo, tratando de cambiar de tema mientras me separo unos pasos.
Lucas me observa con una expresión divertida y algo traviesa, notando con rapidez la causa de mi repentino distanciamiento. Al parecer, disfruta al verme incómoda en el mejor sentido, como si fuera un nuevo detalle que descubrir en mí. Sin hacerme esperar mucho, saca su teléfono y pide un par de hamburguesas. Lo escucho hablando con el tono despreocupado y relajado que tanto me gusta, y aprovecho para distraerme mirando alrededor del departamento.
Mis ojos se posan en una pared llena de fotografías enmarcadas, que la última vez apenas pude mirar con atención, pero ahora la observo con calma. La calidez de esos recuerdos atrapados en imágenes me hace sonreír, y me acerco para verlas más de cerca. Estar frente a esas fotos me hace sentir como si estuviera compartiendo una parte íntima de Lucas, una parte de su vida que, hasta hoy, él había guardado solo para sí mismo.
Él se acerca en silencio mientras sigo observando las fotos. Siento su presencia detrás de mí y su abrazo suave alrededor de mi cintura. Se inclina para susurrarme al oído.
— ¿Te gusta? —me pregunta, su voz un tanto más suave.
— Sí, me gusta ver fotografías familiares de otras personas —le digo con una sonrisa—. No sé por qué, pero me hacen sentir feliz, como si compartiera un poquito de esas historias.
Lucas parece reflexionar un momento mientras mira la pared conmigo, y luego agrega en un susurro:
— Creo que falta una foto más aquí.
Lo miro intrigada, tratando de entender a quién se refiere.
— ¿Quién falta? —pregunto, girándome un poco hacia él.
Sin soltarme, Lucas me rodea con sus brazos y posa su barbilla en mi hombro.
— Tú —responde en voz baja—. Falta alguien muy importante en esta pared... tú. La pared necesita una foto tuya.
Mis mejillas se calientan al oír sus palabras, y una mezcla de emoción y sorpresa se agita en mi interior. Nunca imaginé que Lucas quisiera incluirme en algo tan significativo, en un espacio tan personal. Estar en su pared de recuerdos, junto a las personas que han formado parte de su vida, me hace sentir más conectada con él de lo que jamás pensé posible. Mis labios se entreabren, pero justo cuando voy a responderle, su teléfono comienza a sonar.
El sonido rompe el momento, y ambos nos apartamos con una pequeña risa. Lucas busca el teléfono en su bolsillo, y al verlo, noto que su expresión cambia. Frunce el ceño ligeramente, sus ojos se clavan en la pantalla, y sin querer, alcanzo a ver el nombre que parpadea en el dispositivo: "Andrea ❤️".
Mi sonrisa vacila un poco al observarlo, intentando entender por qué alguien con un nombre que incluye un corazón lo está llamando. Lucas parece dudar unos segundos, su dedo tamborilea sobre la pantalla, y levanta la mirada hacia mí, notando mi reacción.
En el aire queda una tensión, un algo no dicho, mientras ambos intentamos recomponer el momento. Pero la llamada sigue sonando, llenando el silencio de la habitación.
¿Quién es Andrea?
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Chan CHan CHAn CHAN!!!
¿Quién será Andrea?
Regresé después de meses; la universidad me tenía atrapada y no me soltaba. Aunque el semestre aún no ha terminado, por fin encontré tiempo para escribir, ¡y eso me hace feliz!
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Planificando Sentimientos
Lãng mạnNoviembre Ortega tiene bien definido su camino, como organizadora de bodas, su habilidad para mantener todo bajo control es su mayor fortaleza. Sin embargo, tras el dolor de un amor no correspondido, encuentra consuelo en los brazos de un desconocid...