Durante el camino de regreso a mi casa, Lucas y yo mantenemos un silencio cómodo. Lo único que rompe la quietud es la radio, que suena con las canciones de moda, muchas de las cuales reconozco por haberlas escuchado en bodas recientes. Me sorprendo tarareando algunas sin darme cuenta.
— ¿Cuál es tu color favorito? —pregunta Lucas de repente, rompiendo el silencio.
Lo miro, un poco sorprendida por la inesperada pregunta.
— ¿Por qué me preguntas eso? —respondo, intentando esconder mi desconcierto.
— Si vamos a tener un hijo juntos, al menos deberíamos conocernos un poco más, ¿no crees? —dice con una sonrisa, mientras detiene el auto en un semáforo— Entonces, ¿cuál es tu color favorito?
— Me gusta el verde —le contesto, decidiendo seguirle la corriente— ¿Y el tuyo?
— El rojo —responde, mirándome de reojo—. El verde te queda bien, lo recuerdo de la boda.
Siento cómo el rubor se extiende por mis mejillas, suavemente oculto bajo el maquillaje. Sus palabras me toman por sorpresa. Lucas sigue conduciendo, pero noto que me observa de reojo, mientras yo intento recomponerme.
— ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —le pregunto, ajustando el cinturón de seguridad para distraerme.
— Ir a la playa —responde con un tono relajado—. El sonido del mar me da tranquilidad, paz.
— Pero eso no está precisamente cerca —comento, recordando que la playa más cercana está a casi tres horas en coche.
— Son pequeños sacrificios que uno hace —dice con una sonrisa—. ¿Y tú, Noviembre? ¿Qué te gusta hacer?
— Cocinar —le digo—. Desde pequeña me ha gustado preparar cosas. No soy una experta, pero lo intento.
Seguimos conversando durante todo el trayecto a mi casa, conociéndonos un poco más. Descubro que Lucas tiene un departamento en la playa, un lugar en el que viviría de no ser por su trabajo en publicidad, que lo mantiene en la ciudad. Es jefe de su departamento y está trabajando en una campaña para una gran compañía de tecnología, aunque no puede revelarme más detalles. Vive en el centro, cerca de su oficina, aunque casi todos los fines de semana visita a sus padres. Me confiesa que no se considera una persona muy sociable, y que en el trabajo prefieren mantener cierta distancia con él, excepto su mejor amigo, con quien trabaja en la misma compañía.
El resto del camino es muy sereno, nos contamos cosas como si nos conociéramos de toda la vida y cuando finalmente llegamos a mi casa, la conversación se desvanece gradualmente. Mientras Lucas estaciona el auto, mi mente sigue dando vueltas en lo que acabamos de hablar. No puedo evitar sentirme un poco más cercana a él, aunque aún me resulta difícil procesar todo lo que está pasando.
Cuando apaga el motor, me giro para agradecerle, pero antes de que pueda decir algo, noto una figura familiar esperando en la entrada de mi casa. Mi corazón se detiene un segundo al reconocer a Mateo, quien esta con una expresión bastante seria y con su brazo lastimado en un cabestrillo.
— ¿Mateo? —murmuro, sintiendo una mezcla de sorpresa y culpa que se apodera de mí, mientras salgo del auto.
Probablemente esos 200 mensajes que no respondí lo sobrepasaron, y decidió venir a verme en persona. Desde que nos conocemos, nunca habíamos llegado a ignorarnos de esta manera. Siempre resolvíamos cualquier discusión en cuestión de segundos. Pero, con todo lo que ha sucedido, no podía enfrentarlo. ¿Cómo le digo a Mateo, el hombre por quien lloré al verlo casarse con otra hace menos de dos meses, que estoy embarazada de su cuñado? Solo de pensarlo me parece algo imposible de contar. Aun así, me duele ver la preocupación reflejada en su rostro.
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Planificando Sentimientos
RomanceNoviembre Ortega tiene bien definido su camino, como organizadora de bodas, su habilidad para mantener todo bajo control es su mayor fortaleza. Sin embargo, tras el dolor de un amor no correspondido, encuentra consuelo en los brazos de un desconocid...