Mientras estoy sentada en el sofá de la casa, mi mente se llena de pensamientos debido al profundo silencio que reina aquí, ahora que Clara y Henry están fuera en una cita. Ayer, después de que Lucas se fue, no he podido pensar en nada más que en el beso, o mejor dicho, en los muchos besos que compartimos. La confusión que siento en este momento no hace más que complicar las cosas. Lucas es amable, atento y encantador conmigo, pero, por otro lado, no puedo evitar pensar en Mateo, a pesar de que él ya esté casado.
La complejidad de todo lo que estoy viviendo me inunda poco a poco, y para aumentar el estrés, hoy es el día en que le contaré a mi padre sobre el embarazo e intentaré explicar mi situación con Lucas. Espero que no lo tome a mal, pero la verdad es que los nervios se extienden por todo mi cuerpo.
De repente, el sonido del timbre interrumpe mi reflexión. Me levanto del sofá con el corazón acelerado y me dirijo hacia la puerta. Al abrirla, veo a Lucas, que está vestido de manera casual pero adecuada para conocer a mi padre. Luce tranquilo, aunque puedo notar un leve destello de nerviosismo en sus ojos. Lo dejo entrar, y observo cómo su mirada se detiene brevemente en el sofá donde anoche nos besamos, lo que me hace sonrojar ligeramente.
— Yo... —empiezo a decir, pero él me interrumpe.
— Sobre ayer... —comenta Lucas, iniciando la misma conversación al mismo tiempo que yo.
Nos miramos y ambos soltamos una risita nerviosa debido a la situación. Hago un gesto para que continúe.
— Sobre ayer —retoma Lucas—, me dejé llevar.
— Tranquilo, los besos son de dos —le respondo, dándole a entender que no fue solo su culpa.
— ¿Estamos bien? —pregunta Lucas con una sonrisa esperanzada.
Asiento con la cabeza y, cuando es mi turno de hablar, le digo a Lucas que debemos irnos ya, o de lo contrario, llegaremos tarde a la casa de mi padre. Con una sonrisa comprensiva, él se ofrece a conducir y subimos al auto. Mientras avanzamos por las calles, observo cómo la ciudad se queda atrás. Los altos edificios de concreto y cristal se van transformando en casas más pequeñas, rodeadas de jardines verdes.
— ¿Qué le dijiste a tu padre para que aceptara comer juntos hoy? —me pregunta Lucas, mientras el semáforo en rojo nos da un momento de pausa.
— Lo llamé —le explico, tratando de mantener la calma— y le pregunté si estaba libre hoy. Me dijo que sí, así que agendé la cita. Le mencioné que iría con alguien más y luego corté antes de que pudiera hacer más preguntas.
La risa suave de Lucas llena el coche, y me hace sentir un poco más relajada, aunque la ansiedad persiste. A medida que nos acercamos a la casa de mi padre, mi nerviosismo aumenta con cada kilómetro que avanzamos. La familiaridad del vecindario no hace más que intensificar el cosquilleo en mi estómago.
Finalmente, el auto se detiene frente a la casa de mi padre. Mi corazón late con fuerza en el pecho, y el silencio en el coche es casi palpable. Me preparo para salir, pero antes de que pueda dar el primer paso, Lucas toma mi mano con una ternura que me calma. Su abrazo es reconfortante, un refugio en medio de la tormenta emocional que siento.
— Todo va a estar bien —me susurra, con una voz suave y tranquilizadora que se siente como un bálsamo para mi ansiedad.
Con el corazón acelerado, me acerco a la puerta de la casa de mi padre y toco el timbre. El sonido resonante parece amplificado por la tensión que siento. Después de unos momentos, escucho pasos acercándose y finalmente veo a mi padre aparecer en la entrada.
Su rostro se ilumina con una sonrisa cálida al verme, pero la expresión cambia inmediatamente al notar a Lucas a mi lado, a quien claramente no reconoce. La sorpresa y la curiosidad se reflejan en sus ojos.
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Planificando Sentimientos
RomanceNoviembre Ortega tiene bien definido su camino, como organizadora de bodas, su habilidad para mantener todo bajo control es su mayor fortaleza. Sin embargo, tras el dolor de un amor no correspondido, encuentra consuelo en los brazos de un desconocid...