Aquella noche, Alondra llegó a casa después de una divertida salida con sus nuevos amigos. Abrió la puerta con su llave y entró en el acogedor salón, donde una suave melodía de jazz se mezclaba con el aroma de las velas aromáticas. Sus padres estaban acurrucados en el sofá, envueltos en una manta. Su madre se había quedado dormida sobre el pecho de su padre, quien le acariciaba el cabello con ternura. Alondra se acercó sigilosamente y les dio un beso a ambos en la mejilla.
—¿Cómo te fue, mi amor? —preguntó su padre con una sonrisa, sin dejar de abrazar a su esposa.
—Bien, papá. Los chicos son muy amables, lo cual es difícil de encontrar. He encajado bien en el grupo, me siento bien, me gusta —respondió Alondra con sinceridad, feliz de haber encontrado un lugar donde pertenecer.
—Me alegro mucho por ti, cariño. Eso me hace muy feliz. Lo que necesites, solo dímelo —le dijo su padre con cariño, orgulloso de su hija.
—Claro, papá. Bueno, voy a dormir. Hasta mañana, te quiero —se acercó y le dio un beso en la frente—. ¿Se van a quedar aquí?
—No, mi amor. Ya mismo llevo a tu madre a la cama —se levantó con mucho cuidado, la tomó en sus brazos como si fuera una pluma y con pasos suaves se dirigió a su habitación—. Hasta mañana, descansa —le deseó con una mirada cómplice.
Alondra sonrió con ternura al ver esa manifestación de cariño y cómo su padre cuidaba de su madre, lo que la hacía creer en el amor. Sabía que algún día encontraría a su alma gemela, alguien que la quisiera y la respetara como sus padres se querían y se respetaban. Suspiró y se fue a su habitación, se cambió de ropa y dejó el collar que le había prestado Kelly junto al resto de los accesorios en la cómoda. Se puso un pijama de franela y se metió en la cama, abrazando a su osito de peluche. Se quedó dormida enseguida, soñando con un futuro lleno de amor.
Esa noche, tuvo sueños extraños donde Luke la tomaba de la mano y la hacía girar al ritmo de una música suave y misteriosa. Bailaban con gracia y armonía junto a la fogata, que iluminaba sus rostros con un brillo anaranjado. Ella se sentía feliz y segura en sus brazos, pero también tenía la extraña sensación de que alguien los observaba desde la oscuridad del bosque. De repente, se encontraron en el mismo lugar de su pesadilla, un páramo desolado y frío, donde el viento aullaba con furia. Luke le ataba las manos a la espalda con una cuerda áspera. Esta vez, al levantar el rostro, vio al profesor Ohlson correr hacia ellos con el semblante angustiado y la mirada suplicante. Gritaba el nombre de Siriana con una voz ronca y desesperada. Ella sintió algo frío y metálico en su cuello y se despertó asustada y jadeando. De nuevo tenía esa pesadilla recurrente, pero había cambiado, ahora podía ver el rostro del hombre que gritaba el nombre que tantas veces había escuchado en sus sueños y que aún no tenía sentido para ella. Aunque le resultaba más irónico que su profesor apareciera en la pesadilla.
—¿Cómo llegó esto aquí? —se preguntó al ver el colgante que Kelly le había prestado, lo tenía encima, en su cuello. Se lo quitó con cuidado y lo dejó sobre la mesita de noche—. ¡Seguro fuiste tú, Siriana, eres una pequeña traviesa! —le dijo a su gata, que estaba acurrucada a su lado. Siriana era una siamesa de ojos azules que se había ganado su corazón desde que la había encontrado abandonada a su suerte en un basurero siendo apenas una bebé. Comenzó a acariciar su suave pelaje mientras la gata ronroneaba a junto a ella.
Brynjar despertó de nuevo sudando y gritando. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. Dos veces en una misma semana no podía ser una coincidencia. Definitivamente, ella estaba cerca y él necesitaba idear un plan para acercarse a las chicas y estar cien por ciento seguro de quién era su alma gemela, si Alondra o Lena.
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Almas Gemelas: El Despertar.
RomanceÉl es un inmortal, atrapado en un ciclo interminable de vida y pérdida. La maldición lo condena a vagar por los siglos, llevando consigo el dolor de haber perdido a su alma gemela. Pero él se niega a aceptar su destino. Emprende una búsqueda desespe...