♾️ Capítulo 25 ♾️

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"Brynjar, Amor de mi Vida. Confío en que las palabras de Eberth hayan sido suficiente prueba para ti y que entiendas que todo fue un malentendido. Te amo y quiero estar a tu lado, así que acepto tu propuesta. Me marcho contigo. Estaré esperando por ti en las afueras del lado sur de la muralla antes del amanecer. Te amo Brynjar. Siempre seré tuya en esta y en cualquier otra vida. Con Amor, Siriana."

Una vez que terminó la carta, se la entregó a Eberth, quien se marchó con la promesa de entregarla y solucionar todo el problema que había ocasionado. Al bajar las escaleras y llegar al gran salón, encontró a Markkus sentado junto al fuego.

—¿Cómo se encuentra la señorita Siriana? —preguntó Markkus, llamando la atención de Eberth.

—Está mejor, señor, ya está descansando. Con su permiso —dijo Eberth, dando la vuelta para marcharse, pero nuevamente Markkus lo llamó.

—¿No deberías estar vigilando la habitación de la señorita Siriana? —preguntó Markkus con fingida preocupación.

—Oh, sí. Por supuesto, señor. Solo bajé un momento por necesidad, pero ya regreso a mi puesto. No tiene de qué preocuparse, el castillo está bien custodiado —respondió Eberth y se marchó de inmediato.

Markkus no se había tragado el cuento, por lo que envió a uno de sus lacayos a seguirlo. Eberth tomó su caballo y fue hasta la posada donde encontró a Brynjar sentado en una de las mesas, tomando alcohol de una jarra.

—¿Qué demonios haces aquí? —Brynjar se levantó con furia, derramando un poco de su cerveza al ver que se acercaba Eberth—, ¿acaso vienes a restregarme en la cara tu hazaña? —Brynjar se abalanzó sobre Eberth y lo tomó desprevenido por el cuello, sin llegar a pegarle porque Axel le sujetó el brazo en el aire.

—Estoy aquí por el cariño que le tengo a Siriana y no me gusta verla sufrir, pero estás colmando mi paciencia —habló Eberth mientras alejaba con fuerza la mano que Brynjar tenía sobre él—, tú no la mereces. ¿Cómo te atreves a dudar de ella? —escupió sus palabras y observó cómo Brynjar se retorcía en los brazos de su amigo intentando liberarse.

—¡No sabes nada de ella! ¿Quién te crees para venir a hablarme de esta manera?

—Te equivocas, la conozco mejor que tú —dijo Eberth tomando asiento y pidiendo una cerveza.

—¡Basta ya Brynjar! —exigió Axel—, debes controlarte, al menos escucha lo que tiene que decir, luego le partes la cara si quieres —dijo soltando su agarre cuando sintió que se relajaba.

—Siriana y yo crecimos juntos, mis padres trabajaron en el castillo toda su vida. Ella y yo fuimos muy cercanos, hasta que decidí formar parte de la guardia y tuve que poner distancia entre nosotros. Ella era muy sobre protectora y no quería que estuviera peleando al frente, así que decidí alejarme —Eberth dio un largo trago a su cerveza y prosiguió—, la quiero como a una hermana y no me gusta verla sufrir, ese hombre, Markkus, no me gusta para nada.

—En algo estamos de acuerdo, tampoco quiero a Markkus cerca de Siriana —reconoció Brynjar.

—Siriana te envió esto —dijo sacando un sobre de su chaqueta, entregó la carta y observó mientras la leía.

—Ha decidido escaparse, lo hará está misma noche —anunció Brynjar.

—Iré con ustedes —ofreció Eberth.

Después de planificar la estrategia, Eberth regresó al castillo sin darse cuenta de que en todo momento estaba siendo vigilado. Al llegar, dejó su caballo en el establo y subió a la habitación de Siriana. Al tocar la puerta, entró y se encontró con una terrible escena: ella estaba amarrada y amordazada en una silla, mientras Markkus sonreía con suficiencia al ver la sorpresa en el rostro de Eberth.

Almas Gemelas: El Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora