—. Gran Bretaña, Islas Zetland. Año 874.
Durante días, Brynjar y Axel se habían dedicado a seguir el rastro de Markkus a través de bosques frondosos y ríos caudalosos. Conocían cada camino y cada desvío, pues Brynjar había sido su segundo al mando durante años. Él era el encargado de dirigir los navíos que exploraban nuevas tierras y recolectar los tesoros para entregárselos a Markkus, un líder temido y respetado en el clan, cuya crueldad y determinación eran legendarias. No dudaba en derramar sangre para mantener su poder.
En uno de sus viajes, Brynjar había pasado por las tierras del Laird Philips O'Hara. En el camino, había salvado a Siriana, la hija del Laird, que iba a ser asaltada por unos viles ladrones que no tenían el más mínimo respeto por la vida. Desde entonces, Brynjar y Siriana se habían enamorado perdidamente el uno del otro; siempre que había oportunidad, Brynjar iba a visitarla y se hacía con obsequios para ella y su padre.
El Laird Philips O'Hara había recibido noticias de que sus tierras estaban en peligro de ser atacadas, y él no poseía los hombres suficientes para proteger a su gente. Por ese motivo, se había visto obligado a pedir ayuda, enviando una carta al clan de Markkus. Este estaba deseoso de una buena batalla, donde los bardos contarían su triunfo en un estribillo melodioso. Así se correría la voz de sus victorias y se convertiría en una leyenda. Además de las ganancias que eso significaría por sus servicios, no dudó en aceptar la invitación que le hacía el Laird Philips.
Al llegar al imponente castillo, Markkus quedó impresionado por la belleza de Siriana. Sus largos cabellos dorados brillaban como el sol, sus ojos verdes como esmeraldas parecían penetrar en su alma, y sus delicadas facciones hacían que pareciera una princesa de un cuento de hadas. En ese momento, Markkus supo que quería tenerla a su lado, fuera como fuera.
Markkus intentaba cortejar a la joven, pero a pesar de su educación, ella siempre se alejaba de él, rechazando incluso su invitación para tomar el té juntos, lo cual lo frustraba enormemente.
Una tarde, Markkus observaba desde la ventana del castillo y vio a su hombre de confianza, Brynjar, acercarse a la joven para saludarla. Ella tomó su brazo con una sonrisa y juntos caminaron por los exuberantes jardines del castillo. La ira se apoderó de Markkus al ver esta escena, preguntándose qué hacía Brynjar allí y por qué no había sido informado de ello.
Esa noche, Brynjar se quedó a cenar como siempre lo hacía durante sus visitas. Al entrar en el salón, se sorprendió al ver a Markkus allí y se acercó a saludarlo cortésmente.
—Señor, no sabía que se encontraría usted aquí —pronunció las palabras acercándose a Markkus con respeto y recelo.
—Y yo tampoco estaba al tanto de tus visitas a los O'Hara —respondió Markkus con cierta altivez.
—Señores, ¿por qué no continúan su plática más tarde? Pasemos al comedor, que la cena se enfría —sugirió Siriana colocándose frente a los hombres.
—Tiene razón, mi Lady —declaró Markkus haciendo una reverencia hacia ella e indicando el camino hacia el comedor—. Ya habrá tiempo para explicaciones —respondió a subordinado sin siquiera mirarlo, ya que devoraba con su mirada a Siriana y eso no pasó desapercibido para Brynjar. Esto no era bueno. Conocía muy bien a su jefe y el hecho de que estuviera aquí solo significaba problemas.
Después de una cena tranquila, la joven Siriana se despidió de todos y se retiró a sus aposentos. Antes de irse, dedicó una sonrisa radiante a Brynjar, lo que molestó a Markkus aunque lo disimuló muy bien. Una vez que su anfitrión, Philips O'Hara, se retiró a descansar, Brynjar y Markkus finalmente tuvieron la conversación que llevaban esperando toda la noche.
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Almas Gemelas: El Despertar.
Storie d'amoreÉl es un inmortal, atrapado en un ciclo interminable de vida y pérdida. La maldición lo condena a vagar por los siglos, llevando consigo el dolor de haber perdido a su alma gemela. Pero él se niega a aceptar su destino. Emprende una búsqueda desespe...