Después de conducir durante casi 3 horas, llegaron exhaustas a un pueblito muy pequeño, olvidado por el tiempo. Las ruedas del Jeep crujieron sobre las piedras sueltas del camino, y el aire caliente se filtró por las ventanas abiertas. El sol, un disco ardiente en el cielo, parecía seguirles, persiguiéndolas incluso en este rincón remoto.
El pueblo carecía de los destellos turísticos que atraían a las multitudes. No había coloridos letreros ni cafeterías con terrazas. En cambio, las casas de adobe se alineaban en silencio, sus techos de tejas desgastadas por el sol y la lluvia. Las ventanas, algunas con cortinas raídas, parecían ojos cansados que observaban a las viajeras con curiosidad.
En una esquina, encontraron la vieja estación de servicio, un edificio de ladrillos descoloridos con un techo de chapa oxidada. El cartel de neón parpadeaba con timidez, anunciando que allí se podía encontrar "lo básico para resolver emergencias". Briana, salió del vehículo y entró al local. El aire dentro olía a aceite y gasolina, y el sonido de una radio antigua llenaba el espacio.
Mientras tanto, Kelly maniobraba el Jeep en un pequeño garaje en la parte trasera. Aprovechó el momento para enviarle un mensaje a Axel antes de que la cobertura se desvaneciera por completo:
"¡Hola! No podemos vernos esta noche. Mi abuela insistió en que debíamos venir al campamento, ya sabes, por lo de la magia. Espero que todo esto no sea muy raro para ti. Por cierto, Alondra está con nosotras. Bueno, me despido. Un beso."
Guardó su teléfono sin esperar respuesta. La urgencia las apremiaba; no querían que la noche las atrapara en el camino. Alondra, ayudó a trasladar sus pertenencias a otro vehículo todoterreno estacionado al lado. Este vehículo tenía un aspecto más rústico y especializado, muy diferente al lujoso y cómodo Jeep de Kelly. Incluso tenía un esnórquel, indicando que estaba diseñado para aventuras extremas.
Justo cuando estaban terminando de acomodar sus pertenencias, Briana se acercó con un hombre mayor. Su cabello canoso y arrugas profundas en el rostro hablaban de experiencias vividas. Saludó a las chicas con una sonrisa amable y se unió al grupo. Sin perder tiempo, emprendieron el viaje nuevamente. Tomaron la misma vía por la que habían llegado, y luego se adentraron en el bosque a través de un pequeño camino de piedras. Los árboles se cerraron sobre ellas, y el aire se volvió más fresco y húmedo. Si no conocías el lugar, era fácil perderse allí, con la esperanza de no volver jamás. Pero algo en la mirada del hombre mayor parecía decirles que estaban en buenas manos, que este camino, les llevaría a algún sitio mágico y secreto.
Atravesaron un río y un empinado camino al borde de la montaña, que dejaba el estómago hecho añicos de los nervios. El agua rugía a su lado, susurros de la naturaleza que competían con el latido acelerado de sus corazones. Alondra, con las manos aferradas al asiento, ahora entendía muy bien el porqué de ese vehículo tan rústico. Cada sacudida, cada crujido de las ruedas sobre las piedras, era una prueba de su resistencia y valentía.
A pesar del camino tan duro, estaba fascinada con el paisaje. Cuando dejaba de mirar el precipicio que estaba a un lado y se concentraba en lo que tenía alrededor, todo era hermoso, verde y tranquilo. Los árboles se alzaban como guardianes centenarios, sus hojas susurrando secretos ancestrales. El aire, fresco y limpio, llenaba sus pulmones y le daba una sensación de paz y libertad. Cada curva del camino revelaba una nueva maravilla: un arroyo cristalino, una flor silvestre, un rayo de sol filtrándose entre las ramas.
El campamento de los ancianos se ubicaba en las profundidades del bosque. Después de casi una hora, llegaron a su destino. El paraje tenía un lago, sus aguas quietas reflejando el cielo y los árboles circundantes. Las cabañas, construidas de madera y piedra, parecían fundirse con el paisaje. Sus techos de paja se mimetizaban con las hojas de los árboles, y las ventanas, pequeñas y acogedoras, invitaban a mirar hacia afuera. La tecnología aquí brillaba por su ausencia; no había señales de electricidad ni dispositivos electrónicos. Solo el zumbido de los insectos y el canto de los pájaros rompían el silencio.
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Almas Gemelas: El Despertar.
RomanceÉl es un inmortal, atrapado en un ciclo interminable de vida y pérdida. La maldición lo condena a vagar por los siglos, llevando consigo el dolor de haber perdido a su alma gemela. Pero él se niega a aceptar su destino. Emprende una búsqueda desespe...